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'Brexit'

El 'Brexit', un elefante blanco en el corazón del Reino Unido

  • Reino Unido afronta los últimos meses hasta la ejecución del Brexit en medio de la confusión y las guerras de poder
  • Según analistas, todas las opciones están abiertas y las secuelas, en el mejor de los casos, serán duraderas

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Banderas de Reino Unido y la Unión Europea ondean tras la ilustración de un elefante
Banderas de Reino Unido y la Unión Europea ondean tras la ilustración de un elefante

"Tenemos claro nuestro destino", afirmó en 2016 el entonces ministro británico para el Brexit, David Davis, quien más tarde defendió con argumentos económicos la salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE). Lo hizo en un artículo impregnado de nostalgia por el viejo imperio comercial británico, un sueño que la presunta libertad que iban a recuperar podría materializar.

En pocos meses concluye el periodo que el artículo 50 del Tratado de la UE concede para negociar los términos de la segregación. El 29 de marzo de 2019 debería ejecutarse este 'divorcio', pero a día de hoy, no hay un acuerdo claro. La frontera entre la europea Irlanda y la británica Irlanda del Norte se ha revelado como un coladero de oportunidades o de agravios, y su definición se ha convertido en una pesadilla para los negociadores. Las opciones son: Brexit 'suave', con consenso, Brexit 'duro', sin acuerdo, lo que convertiría a Reino Unido en un país tercero sometido a las normas de la OMC, o una suspensión de la salida.

Theresa May lucha por retener lo que les globaliza, la libre circulación de bienes y servicios bajo determinadas claúsulas, pero rechaza el temido tránsito de personas, uno de los motivos del apoyo al Brexit. En julio de este año, la mandataria y su equipo, reunidos en la localidad de Chequers, ordenaron esto en un plan. Hace una semana, en Salzburgo, los socios europeos rechazaron la propuesta, antes siquiera de que hubiera pasado por el Parlamento británico, un respaldo sin el cual no seguirá adelante.

Seguidamente, los laboristas británicos de Corbyn, la oposición, matizaron su disposición a aprobar el plan de Chequers y apuntaron la posibilidad de apoyar un segundo referéndum para el Brexit si el Parlamento no da el visto bueno a esta propuesta de May. Corren rumores sobre la posibilidad de convocar elecciones anticipadas y esto puede permitir a Corbyn desplazar a la actual primera ministra del Gobierno. En el arsenal electoral no faltan las especulaciones sobre el tema.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha propuesto una cumbre de urgencia en noviembre para cerrar las negociaciones, pero todo está en el aire, más que nunca. "Todos los escenarios, incluido el que no haya un Brexit, se pueden contemplar" afirma a RTVE.es Miguel Otero Iglesias, investigador del Real Instituto Elcano. Por otro lado, los partidarios de la salida y la permanencia "están repartidos transversalmente en todos los partidos británicos", nos explica también Giles Tremlett, analista del diario The Guardian.

Lucha de poder y un horizonte confuso

El hecho es que el gasto asumido por Reino Unido para costear la salida se ha estimado en unos 60.000 millones de euros, sin contar con el impacto en las vidas de miles de británicos y europeos asentados en territorio mútuo. Un dato trascendente que queda en el aire a seis meses de la segregación en "un país muy dividido" en lucha por el poder, señala Otero.

"La estrategia de la mayoría de los laboristas ha sido mantenerse detrás de la barrera. Lo único que han dicho es que no quieren un Brexit duro, pero por lo demás, siempre han actuado en la ambiguedad, pensando que al final la negociación iba a erosionar el poder de May, y cuando se debilite el gobierno, saltar ahí", expone.

Entre las propias filas conservadoras, tanto Boris Johnson, exministro de Exteriores, como David Davis, exministro para el Brexit, dimitieron en julio para expresar su oposición a la primera ministra. En sus lugares fueron nombrados Jeremy Hunt y Dominique Raab, respectivamente.

Boris Johnson incluso ha expuesto su propio plan en su columna en el diario The Telegraph, publicada el viernes, una propuesta que Johnson etiqueta como "Super Canadá", calificando a la de su jefa de partido como una "humillación moral e intelectual". Preguntado directamente en la BBC en una entrevista el mismo día, declinó pronunciarse sobre si competiría con Theresa May por el liderazgo.

Este domingo, los conservadores británicos se concentran en Birmingham para aclarar líneas de actuación. "Creo que en Birmingham los conservadores va a apoyar a May porque no tienen más opción", adelanta Trimlett. Luego habrá que buscar consenso con Bruselas en noviembre, tal y como anunció Tusk, pero es algo que no garantiza nada. Según una encuesta difundida el viernes por Reuters, un 60% de los entrevistados dudan de que en esa cita se cierre un acuerdo definitivo.

"Harán mucho ruido pero al final habrá un acuerdo, pero ese acuerdo debe aprobarse en la cámara de los Comunes y eso va a ser muy difícil (...) Tengo amigos que están en el Gobierno y no saben si la cámara va a ser capaz de aprobarlo", adelanta el analista de The Guardian, que no descarta el peligro de "llegar de verdad a un Brexit duro", que radicalice las relaciones entre Londres y Bruselas.

Cicatrices inevitables

"Ahora mismo Reino Unido atraviesa una crisis de identidad", subraya Otero. Necesitan establecer y sentir "cuál es su posición y su poder en el mundo", añade, e insiste: "Son procesos internos dramáticos y difíciles y es difícil saber por dónde van a ir los tiros".

Para el investigador, incluso la opción menos costosa, la de mantener el statu quo, es traumática: "Si al final se produce una vuelta a la permanencia en la Unión, mucha gente tendría que explicar por qué se produce esta vuelta. Esto afectaría también al liderazgo, habría que establecer quién es capaz de explicar esto de una manera convincente a la gran mayoría".

Como ejemplo, el experto apunta al caso de Quebec: "Hubo un resultado muy ajustado y ahora el independentismo québcois tiene un 20% de apoyo, incluso menos. Al final las sociedadses llegan a estos puntos de inflexión y crisis de identidad".

Cinco años de expectativas

Fue en 2013 cuando David Cameron prometió a los británicos convocar un referéndum para sacarles de la Unión Europea (UE). Lo que parecía un inofensivo ingrediente electoral, quizás algo picante, cinco años después ha resultado ser la punta de un inmenso e inesperado iceberg. Un monstruo cuya trayectoria nadie consigue controlar y amenaza con provocar destrozos irreparables.

Cameron llegó al poder y cumplió su promesa tres años después, el 23 de junio de 2016. Ante una Europa estupefacta, un 51,9% de los británicos votaron "sí" al Brexit , la salida del Reino Unido de la UE. Se impusieron motivos como un deseo de mayor autonomía y gestión del propio comercio. Pero sobre todo, tuvo peso el rechazo, y el miedo, a la libre circulación de migrantes de países del Este, socios de la Unión. Fue un temor capitalizado por el ultraderechista y antieuropeo UKIP, de Nigel Farage, que supo movilizar a un electorado interior, más discreto que el visible y joven proeuropeo, pero suficientemente numeroso.

El siguiente paso fue aplicar el artículo 50 del Tratado de la UE, a cuyo amparo se activaron negociaciones de segregación. Mientras, el Brexit empezó a cobrarse víctimas. La primera, el propio David Cameron, dimitido apenas un mes después; luego cayó Boris Johnson, favorito a su sucesión. Ambos dejaron paso a la conservadora Theresa May, que se convertiría en otra víctima, no mortal, del Brexit al perder la mayoría absoluta en unas elecciones adelantadas, paradójicamente, para consolidar su mando. Esto fue el principio.

El imperio ¿contraataca?

"En la campaña del ‘Brexit’ estaba presente el lema de ‘Make Britain great again'”, explicó entonces a RTVE.es el politólogo Pol Morillas, investigador principal de CIDOB . Pero a diferencia de los Estados Unidos de Trump, que tienden al aislacionismo, Reino Unido persigue ser “un gran actor global”, explicaba, y dudaba: “Habrá que ver si son capaces de hacerlo solos. El mundo ha cambiado, y no sabemos si esto es posible".

"Queda todavía un legado imperial y también creo que justificado de alguna manera", reconoce Miguel Otero. "Resta un elemento de eso y es romántico, pero también está basado en una clara historia", dice, e insiste con una realidad contundente: "Reino Unido actualmente, para muchos británicos y no británicos es uno de los tres países que puede mandar 5000 tropas a cualquier punto del mundo a ganar una guerra. Eso son palabras mayores. Es lógico por tanto que ellos piensen en un 'Global Britain'".

Sin embargo, el analista del Instituto Elcano relativiza: "Finalmente, la realidad es que tú no puedes ser una potencia global si no eres una potencia local, y el Reino Unido ha demostrado en los últimos 20 años que está cada vez más en los márgenes de las tomas de decisiones del contiente europeo. Es una cuestión de medir las fuerzas bien, y mucha gente que votó Brexit ha medido mal las fuerzas", concluye.

El elefante blanco

La expresión "elefante blanco" procede de Tailandia. Solo el rey tenía el privilegio de hacer trabajar a un elefente albino, y cuando decidía regalarlo a algún súbdito, este estaba obligado a asumir su costosa manutención, sin obtener ningún provecho al no estar autorizado. El concepto hace referencia a posesiones o logros que deparan a sus titulares más incomodidades y costes más elevados que los beneficios que aportan, o incluso que generan beneficios a terceras personas y perjuicios a los propietarios. Está por ver qué va a pasar con ese logro de la ciudadanía británica, su divorcio de la UE. Votaron por el control de su futuro, pero hasta ahora parece que sólo han conseguido, ellos y el resto de Europa, dolores de cabeza, conflicto interno y confusión.