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Arte

El rebelde Tintoretto reconquista Venecia

  • El Palacio Ducal acoge una gran retrospectiva del pintor que conmemora el 500 aniversario de su nacimiento
  • La muestra es una reivindicación de uno de los artistas más audaces, prolíficos e innovadores del Renacimiento

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Autorretrato de juventud de Tintoretto
Autorretrato de juventud de Tintoretto

Extravagante, caprichoso y dotado de una ambición desmedida. Son algunas de las perlas que le dedicaban sus coetáneos al audaz Tintoretto, y que en cierta forma escenifican la relación de amor-odio que siempre mantuvo Venecia con uno de sus pintores más celebres entre el Renacimiento y el Barroco.

No obstante, la ciudad de los canales se reconcilia con su hijo pródigo y reivindica el vigor de sus pinceladas manieristas. El imponente Palacio Ducal acoge la gran retrospectiva Tintoretto 1519-1594 (hasta el 6 de enero de 2019), la primera desde la que protagonizó hace 80 años. Conmemora por todo lo alto el quinto centenario de su nacimiento y se completa con conferencias y estudios en torno a su figura. Un homenaje definitivo que ha tardado once largos años en arrancar.

La exposición engloba 50 pinturas y 20 dibujos con importantes préstamos internacionales que se enfocan en su etapa madura. Desvelan a Tintoretto (1518-1594) como un fascinante intérprete de los diferentes géneros que exploró: desde la temática religiosa, histórica, retratos profanos o mitología, indican desde la institución veneciana, en una muestra organizada por la Fundación Museo Cívico de Venecia y la National Gallery de Washington.

Vista de sala de la muestra del Palacio Ducal.

Vista de sala de la muestra del Palacio Ducal. Foto: Georg Malfertheiner

El recorrido abre y cierra con dos emblemáticos autorretratos, uno de juventud (prestado desde el Museo de Arte Filadelfia), y otro de vejez, de los que se desprende la fuerza de su personalidad y su energía.

La selección permite al público contemplar algunas de sus piezas maestras de gran tamaño como El rapto de Helena (1578) de tres metros de largo, que ha viajado desde el Museo del Prado, Susana y los viejos (1577); El origen de la vía láctea (1575); José y la mujer de Putifar (1555) o Retrato de Giovanni Mocenigo (1580).

Una reivindicación total de la genialidad del pintor, grabador y dibujante “más veneciano entre los venecianos”, cuyo prolífico arte en el que destaca su dominio de los efectos de la luz y el dramático uso de la perspectiva, no siempre fue entendido ni acogido con entusiasmo en un ambiente de intrigas.

El artista fue despreciado por su técnica considerada excéntrica y rechazado por las camarillas pictóricas como un “plebeyo” venido a más e inferior en calidad a Tiziano, del que fue un aventajado discípulo.

Audacia y frenesí productivo

Jacobo Comin nació en Venecia en 1518 y fue apodado Tintoretto por la tintorería de sedas que regentaba su padre. Cuentan que de niño apuntaba maneras y dibujaba maravillas en las paredes del negocio. Esta pasión por la pintura le condujo al taller de Tiziano, valorado como el gran artista de la época, en el que entró como aprendiz.

Pronto hubo encontronazos, que se achacan al rocoso carácter de Tintoretto al que apodaban ‘El furioso’. Tiziano, al que el joven admiraba profundamente, acabó poniéndole de patitas en la calle aunque otras versiones apuntan a que el mentor temió que el joven le hiciera sombra con su talento.

'Susana y los viejos' (1577). Archivo Fondazione Musei Civici di Venezia.

'Susana y los viejos' (1577). Archivo Fondazione Musei Civici di Venezia. Foto: Georg Malfertheiner

El viejo maestro no se equivocaba. En 1548, Tintoretto pintó la obra San Marcos liberando a un esclavo y rompió moldes en el estilo de la escuela veneciana: nunca antes nadie había osado retratar con tanto vigor y originalidad los movimientos de los personajes.

Tintoretto acabaría convertido en el pintor de moda de la Ciudad de los Dogos tras la muerte de Tiziano, aunque paulatinamente cayó en el olvido en favor de la gloria de otras figuras como Veronese o Miguel Ángel.

"El cerebro más terrible que haya tenido nunca la pintura"

El autor también fue acusado de hacer trampas en las leyes del mercado del arte. Y era cierto. El rebelde pintor, cegado por su afán por medrar, se saltaba las reglas para ganar los concursos en un mundillo fuertemente jerarquizado en el que buscó apoyos influyentes.

Ante la marginación, ‘El furioso’ se revolvió escaldado. Emprendió una producción frenética que podría abarcar hasta 400 cuadros, aunque se desconoce la cifra exacta, en los que capturó cada rincón de su amada Venecia donde ha dejado huella en numerosas iglesias y palacios.

Tintoretto fue discípulo de Tiziano aunque al final acabaron rivalizando. © Archivo Fondazione Musei Civici di Venezia Foto: Georg Malfertheiner

Un trabajo incansable que también se le echó en cara: le afearon conducir a la pintura a la decadencia por este frenesí creativo o de no rematar las obras según ordenaba el canon estético de la época.

Lo cierto es que Tintoretto, además de enfant terrible fue un adelantado a su tiempo y fascinó con sus atrevimientos a otros muchos pintores como El Greco, Rubens o Velázquez, que recogieron el guante de su “uso sofisticado del color” y su maestría como “extraordinario contador de historias”, en palabras de los expertos.

Las enormes dimensiones de sus obras han dificultado que salgan de Venecia lo que ha influido en su reconocimiento fuera de Italia: de su mano salió el mayor óleo del mundo con 22 metros de ancho, que representa el Paraíso, y que luce en la sala del Consejo Mayor del Palacio Ducal que acoge la gran retrospectiva a la que se sumarán dos exposiciones más en EE.UU. en una temporada artística consagrada al hijo del tintorero.

Es el legado a través del tiempo del “cerebro más terrible que haya tenido nunca la pintura”, como le describió Giorgio Vasari en 1568 en su célebre tratado sobre los pintores del siglo XVI.