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'La mujer del animal': la salvaje violencia de género que oculta Colombia

  • RTVE.es entrevista a Víctor Gaviria, mejor director en el Festival de Málaga
  • Cruda historia real con actores no profesionales rodada en una comuna de Medellín
  • "En Colombia todo el mundo permite el abuso con la disculpa del miedo", dice

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Tráiler de 'La mujer del animal', de Víctor Gaviria

"Muchas mujeres se han retorcido viendo La mujer del animal y se han querido salir porque les parece muy duro atestiguar el maltrato. Pero tomé esa opción como director: obligar al espectador a presenciar ese maltrato para que, por un lado, se dé cuenta de que ese maltrato es así y, por otro, para que aguanten el señalamiento de que nadie ha ayudado. Porque Colombia es una sociedad en la que todo el mundo permite y permite, y todo el mundo, con la disculpa del miedo, permite que el victimario esté encima de la víctima y el testigo, que somos todos a todos los niveles y no solo en la violencia de género, vaya permitiéndolo".

Así de contundente es el cineasta Víctor Gaviria (Medellín, 1955) defendiendo la necesidad de la crudeza de su cuarta y última película, una denuncia radical de la extrema violencia de género en Colombia. La mujer del animal, que él define como "un documento de la realidad más que una película", es un nuevo capítulo de su cine nada condescendiente con la realidad de su país y que le ha convertido en un director molesto con títulos como Rodrigo D: No futuro (1990) y La vendedora de rosas (1998), ambas seleccionadas para competir por la Palma de Oro en Cannes, siempre protagonizados por actores no profesionales.

Basada en una historia real, la película cuenta la historia de Amparo (Natalia Polo), una chica que huye del internado de mojas en el que estaba acogida y llega al barrio marginal de Medellín en el que vive su hermana. Allí, el primo de su cuñado, Libardo el Animal (Tito Alexander Gómez), líder de una bacrim (banda criminal emergente), queda prendado de ella, la droga y la rapta en un rito matrimonial con la familia como testigo. La comunidad, amedrantada por Libardo, no intercede en favor de Amparo y esta es forzada a convertirse en su mujer. Amparo se aferrará a su hija, fruto de violación, a la que intenta salvar.

Tras ganar las Biznagas de plata a mejor director y mejor montaje en el pasado Festival de Málaga, La mujer del animal llega a los cines españoles este viernes 16 de junio.

Natalia Polo (Amparo) en una secuencia de 'La mujer del animal'. Raul Soto Rodriguez

Violencia extrema

Gaviria, según cuenta en una entrevista con RTVE.es, se topó con la historia real de Margarita Gómez cuando estaba documentándose y entrevistándose con gente de una comuna marginal de Medellín para escribir otro guion tras Sumas y restas (2004). Su "tremenda" historia -vivió secuestrada por el Animal y víctima de sus vejaciones durante siete años- tocó profundamente al director, que vio la necesidad de llevarla al cine al percatarse de que el de Margarita Gómez era otro más de los "muchísimos testimonios de mujeres que había escuchado a las que les toca vivir con tipos maltratadores". El propio Gaviria, cuando ya estaba inmerso en la película y la contó a sus allegados, tuvo que escuchar la confesión de una hermana suya mayor, que acababa de separarse tras 40 años de matrimonio con un hombre que la obligó a casarse con ella, pese a ser hijos de una familia de clase media.

"La historia de Margarita era un bloque negro absoluto, de maltrato, de odio, de rencor y eso me convenció a contarla", explica el cineasta, que añade que "lo más triste" para la víctima fue que "nadie la ayudó" de su familia y vecinos, quienes conocían su situación, "seguramente por miedo al Animal". La ceguera de la sociedad es tal que incluso Gaviria encontró el "rechazo" de amigos suyos hombres a contar esta historia porque decían que Margarita se enamoró del animal.

Mientras el "miedo atroz" al maltratador es lo que paraliza a las víctimas de la violencia de género y les impide denunciarlo, para el director lo que hace que la sociedad permanezca "en silencio y sin remordimientos" es "un proceso de normalización". "En estos barrios me encuentro con mujeres sin lugar en el mundo, víctimas de una orfandad tremenda, y que cuando son violadas se crea un tejido familiar inevitable: su hija es fruto de la violación del animal pero de repente ella ya tiene una suegra y unas cuñadas, y su hija una abuela y unas cuñadas. Eso normaliza y encumbra una situación de abuso. Para que nadie tenga remordimientos y puedan decir que permitió ese abuso a instancias de su cobardía y su miedo, todo el mundo va viviendo eso como si fuera muy normal".

Actores no profesionales y víctimas

Este es incluso el caso de su protagonista, Natalia Polo, a la que conoció con 17 años y que es "una niña que ha vivido esas heridas", a la que abandonaron sus padres con 8 años, se fue a vivir con su abuela y "a la que el tendero le daba una libra de arroz y sus tíos le regalaban una muñeca de trapo si se dejaba manosear".

Gaviria, que siempre busca a sus actores no profesionales "en el lugar del dolor" y para que "muestren la cara del dolor", también encontró en ese barrio a su Tito Alexander Gómez, en este caso un conductor de autobús que había pertenecido a una banda de la que huyó tras un suceso terrible, tras morir un hermano suyo durante un robo. "Mientras que la historia de las mujeres es esa, la de los hombres del barrio es la de la violencia. Si allí te descuidas, te culean, y la única manera de defenderte es ser un animal, un hombre violento que sea capaz de matar", cuenta el director y guionista, que asegura que esa es la realidad para "más de la mitad" de la población de Colombia, "la del escenario de hijos no esperados, que nacen por accidente, y que son abandonados".

En sintonía con esta verosimilitud, la película también está rodada en una de esas comunas marginales de Medellín, en concreto en el barrio Nueva Jerusalén, en los límites con Bello, lugares tomados por bacrims, grupos al margen de la ley que venden el agua y la luz a los vecinos y cobran tributos a los comercios y tienen sobornada a la policía, que solo va de paso por allí. A esta especie de "gobiernos paralelos" también tuvieron que pagarles para que les permitiesen rodar.

Visibilizar la exclusión

Después de cuatro películas que muestran al mundo las vergüenzas de su Colombia natal, el cineasta no sabe si su cine ha servido para mejorar situaciones concretas, pero sí lo ve útil para "visualizar la exclusión" y dar voz a una parte de la población de las que los medios de comunicación "nunca hablan" porque "las historias construidas a partir del dolor y el fracaso siempre se esconden".

"La gente de estos barrios me felicitan y me dicen que es bueno que yo esté porque me cuentan que a ellos siempre se les critica porque les ha tocado ser pobres, ser drogadictos, ser prostitutas o estar en bandas. Por ser parte de los pecados capitales en los que se cae cuando se está en exclusión y que se cometen para poder vivir en esas economías clandestinas", afirma Gaviria, quien cree, no obstante, que desde el año 2000 ha habido algún lento avance gracias a movimientos antipolíticos que quieren regir la ciudad al margen de los partidos políticos, que son "pura corrupción".

En el caso de La mujer del animal, y pese al "bullying" que dice haber sufrido por parte de la crítica colombiana -le achaca "problemas de verosimilitud y humanización"-, Gaviria ha recibido una "increíble acogida" por las mujeres por haber conseguido "visibilizar y señalar" a "esos animales que existen en sus familias y en todas partes y que las pisotean".

El director Víctor Gaviria en un momento del rodaje. Raul Soto Rodriguez