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Gonzalo Giner: "No conocemos los nombres de grandes artesanos vidrieros"

  • El escritor rescata del olvido el oficio de vidriero en Las ventanas del cielo
  • Una novela épica y de aventuras que viaja por el mundo

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El autor compagina su profesión de veterinario con la escritura
El autor compagina su profesión de veterinario con la escritura

Las ventanas del cielo (Editorial Planeta, 731 páginas, 21,38 euros), de Gonzalo Giner, explora a través de un relato épico y de aventuras el oficio de maestro vidriero en el siglo XV. Una artesanía fascinante que coronaba las catedrales en la Edad Media y el Renacimiento y que poco a poco fue cayendo en el olvido.

“Me di cuenta de que no conocemos los nombres de ninguno de estos artesanos”, explica Giner, que se propuso, tras recorrer los templos más grandiosos de Europa, rescatar un trabajo complicado y minucioso, además de “bajar” estos vitrales de colores luminosos a la altura de los ojos de los lectores.

“Las vidrieras se situaban en las alturas y no se ven los detalles (…) eran fragmentos de la Biblia hechos de cristal y eran una forma de transmitir la doctrina religiosa”, señala el autor, veterinario de profesión, una labor que compagina con la escritura.

Las vidrieras vivieron su edad de oro con el auge del estilo gótico, y en la novela podemos acercarnos a su evolución artística que viaja de la simbología y el juego con la luz a la incorporación de pinturas en los cristales.

El autor señala las espléndidas vidrieras de la Cartuja de Miraflores en Burgos, que aparecen en el libro y se consideran una de las mejores conservadas de Europa, como uno de los ejemplos de la incorporación de las “nuevas tecnologías” al oficio.

“Se comenzaron a usar planchas más grandes que se rompían menos y permitían dibujar”, responde Giner a RTVE.es. “He leído contratos con clausulas sobre la calidad del vidrio o el porcentaje de color”, señala.

Gonzalo Giner reconoce que la documentación de la trama ha sido “muy complicada” por la escasez de información sobre el tema. Un arte frágil en el que el novelista ha buceado de la mano del maestro leonés Luis García Zurdo, uno de los mayores expertos europeos en vidrieras medievales que usa los materiales y técnicas originales.

De la caza de la ballena a las minas de sal de Túnez

Con estos mimbres históricos, Giner levanta una novela en la que seguimos el periplo de Hugo de Covarrubias, un joven burgalés de familia acomodada que vivirá diferentes aventuras hasta toparse con su verdadera vocación de artesano vidriero.

Con un lenguaje sencillo y una acción que no da respiro, la narración entremezcla varias líneas argumentales y viaja del apogeo del comercio en el corazón de Flandes a las minas de sal en Túnez o la dureza de la caza de la ballena en Terranova.

“Los vascos eran expertos balleneros y hay quien piensa que llegaron a Terranova antes que Colon pero lo ocultaron porque encontraron muchas ballenas, aunque de esto no hay evidencias”, desgrana el autor.

En el relato, también se refleja de forma muy detallada el funcionamiento del mercado de la lana de oveja merina de Burgos hacia Flandes, donde se consideraba una materia prima excelente, y que generaba una actividad económica de primer orden para España, que contaba con una estructura comercial de profesionales muy organizada.

Gonzalo Giner ha alcanzado el éxito literario con su novela El sanador de caballos donde exploraba los inicios de su profesión de veterinario. Los animales como hilo conductor también aparecen en sus novelas El jinete del silencio, donde investiga sobre la raza española equina, mientras que en Pacto de lealtad recupera un episodio poco conocido como es la participación de los perros en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española.

En Las ventanas del cielo el mundo animal también está presente, encarnado en un exótico halcón blanco, un animal sagrado en el Islam, que acompaña al protagonista y con el que tiene una “especial conexión” entre dos seres desubicados “que se encuentran, se aceptan y que comparten”, explica Gonzalo Giner que reconoce que saca tiempo al tiempo de su oficio para volcarse en la escritura.