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Cien días de 'jerigonza' en Portugal

  • El socialista Costa gobierna con el apoyo inédito de los partidos a su izquierda
  • De momento ha logrado un equilibrio entre las exigencias de Bruselas y sus socios
  • La oposición le acusa de revocar y destruir lo aprobado la pasada legislatura

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Antonio Costa, durante la ceremonia de toma de posesión como primer ministro en el Palacio Ajuda en Lisboa.
Antonio Costa, durante la ceremonia de toma de posesión como primer ministro en el Palacio Ajuda en Lisboa.

Que el gobierno del socialista Antonio Costa cumpla 100 días es noticia. Hace poco más de tres meses, cuando inició su andadura en medio de un clima de crispación y polarización política, muchos dudaron de que pudiera llegar tan lejos.

Costa tomó posesión como primer ministro el 26 de noviembre, contra todo pronóstico y pese a las reticencias del presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva.

Había logrado lo imposible en 42 años de democracia portuguesa: El apoyo de los partidos a su izquierda (comunistas, verdes y Bloco de Esquerda).

“Cayó el muro”, dijo entonces Costa. “Es ilegítimo”, clamó el centro derecha de Passos- Coelho y Paulo Portas, que había ganado las elecciones, pero se veía privado de un segundo mandato por una mayoría de izquierdas.

Una alianza sin precedentes

Era, en efecto, un experimento, algo inédito, pero perfectamente legítimo en función de la aritmética parlamentaria, como nos contaba el director del prestigioso semanario Expresso, Ricardo Costa, en aquellos días en los que algunos titulares tachaban a los socialistas de golpistas.

Los ánimos se han ido calmando con el tiempo y la expresión más usada ahora para referirse al nuevo gobierno es la de “jerigonza” (algo mal hecho, incomprensible). Nació con ánimo de ofender, pero ha acabado adquiriendo un carácter simpático, y el propio primer ministro la hizo suya para referirse a su gobierno como “jerigonza triple A” después de que la agencia Moody´s diera su bendición al presupuesto para este año, aprobado en su generalidad la semana pasada en el parlamento.

No hay vida sin presupuesto

Ese ha sido probablemente el reto más importante y difícil para el gobierno en sus primeros cien días.

El politólogo Antonio Costa Pinto y otros muchos expertos han compartido con nosotros el mismo análisis: si los socialistas quieren demostrar que hay alternativa a la derecha, su gobierno tiene que durar. Y para durar, es condición necesaria aprobar un presupuesto. Si es además condición suficiente, sólo el tiempo lo dirá.

El gobierno pasó quizá su momento crítico cuando envió un primer borrador del presupuesto a Bruselas. La Comisión Europea amenazó con rechazarlo, las agencias de calificación se cebaron con él y arreciaron las críticas también en Portugal.

En el pulso con Bruselas, a cambio de un aprobado raspado, el gobierno se vio obligado a corregir sus previsiones y a hacer un ajuste extra de mil millones con una importante subida de impuestos indirectos.

Logró, salvar, eso sí, buena parte de lo pactado con sus socios de izquierdas (subida de las pensiones bajas, reposición de salarios de los funcionarios, aumento de ayudas a familias y ancianos, reducción del impuesto extra a las nóminas). Suficiente para cosechar otra imagen para la historia, la de la izquierda unida votando a favor de un presupuesto en su generalidad.

Pasar la página de la austeridad

Para el primer ministro, Antonio Costa, es la demostración de que se puede pasar la página de la austeridad respetando las normas europeas, de que hay alternativa a las políticas del centro derecha de Passos-Coelho y Paulo Portas, que aplicó a rajatabla las recetas de la troika para sacar al país del rescate. Para ellos, para los conservadores, las políticas del nuevo gobierno no son más que “austeridad de izquierdas”, que da con una mano lo que quita con la otra.

Pese a tanta hostilidad, en estos 100 días también ha habido hueco para el entendimiento entre conservadores y socialistas. Fue en una votación clave, en la que la izquierda dejó colgado a los socialistas: la del rescate del banco Banif. La impresión del profesor, Nuno Garoupa, de la Fundación Francisco Manuel Santos, es que volverá a ocurrir ahora que hay un nuevo presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa (toma posesión este miércoles), un conservador moderado que apuesta por tender puentes entre izquierda y derecha.

Esprint legislativo

Han sido, por tanto, 100 días de gobierno que han dado para mucho. 100 días de esprint legislativo en los que también se ha aprobado la reposición de 4 días festivos, la subida del salario mínimo de 508 a 530 euros, la adopción por parejas del mismo sexo o la eliminación del copago en el aborto.

100 días en los que el gobierno recuperó el 50% de la aerolínea TAP para asegurarse, en principio, su control estratégico, y en los que el gobierno revocó la concesión a empresas privadas de los transportes de Lisboa y Oporto. De esta decisión, todavía no se conoce la factura, pero las empresas afectadas prometen dar guerra.

Y en estos 100 días, si algo ha demostrado el primer ministro, Antonio Costa, es habilidad negociadora, capacidad de adaptación y dotes de funambulista para hacer equilibrios entre las exigencias de la izquierda y las de Bruselas. Con el presupuesto para este año ya encaminado, tiene su supervivencia garantizada durante un tiempo ¿Hasta cuándo?.

Entre paréntesis - Antonio Costa, primer ministro portugués por un pacto de izquierdas - Escuchar ahora

Bruselas no pierde ojo de lo que sucede en Portugal y ha exigido al ejecutivo socialista un "Plan B" por si no salen las cuentas. Sus socios de izquierdas tampoco le dan un cheque en blanco y prometen poner sobre la mesa temas espinosos como la restructuración de la deuda.

Y surgirán además, seguro, nuevos imprevistos.

La calle, de momento, tranquila, y los socialistas y sus socios no acusan el desgaste en las encuestas. Veremos si el periodo de gracia continúa más allá de estos primeros 100 días.