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Redes de mujeres contra la violencia creciente de Centroamérica

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Varias mujeres protestan contra la construcción de una presa en Honduras
Varias mujeres protestan contra la construcción de una presa en Honduras.

Centroamérica es una región convulsa, que en los últimos años continúa descontando vaivenes políticos -desde un golpe de Estado en Honduras hasta el derrumbe de un Gobierno corrupto en Guatemala- al tiempo que sufre una violencia recurrente, cotidiana para muchos de sus habitantes. Especialmente para las mujeres y, en concreto, para aquellas que plantan cara en defensa de sus derechos, que ahora buscan aliarse para hacer visible su lucha a través de redes propias de protección.

Esa lucha ha viajado hasta Madrid esta semana con la presentación del informe Agresiones contra defensoras de Derechos Humanos en Mesoamérica, que ha reunido a representantes de varias organizaciones no gubernamentales para explicar cómo se enfrentan a las mismos retos que sus compañeros y a los obstáculos añadidos que les plantea ser mujeres.

Muchas no tienen el apoyo de su compañero, de su familia de su organización; incluso su marido las deja, o sufren violencia doméstica

"Existimos las mujeres como defensoras de los Derechos Humanos, muchas veces con más dificultades que los hombres", recalcaba en el encuentro Alda Facio, abogada, teórica feminista y vicepresidenta del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre la Discriminación de las Mujeres en la Ley y en la Practica. "Muchas no tienen el apoyo de su compañero, de su familia, de su organización; incluso su marido las deja, o sufren violencia doméstica", explicaba después a RTVE.es.

Mujeres en defensa del territorio

Ellas no se consideran heroínas; de hecho, muchas de ellas ni siquiera sabrían que el informe se refiere a su labor. "En Guatemala", explica Gilda Lemus, integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en su país, "un alto porcentaje son analfabetas, apenas se reconocen como defensoras de los Derechos Humanos, pero tienen muy claro el valor de la defensa del territorio, de los bienes naturales y de los derechos, aunque no lo puedan expresar siempre como tal".

Encuentro de defensoras de los derechos humanos de Centroamérica en Madrid

Gilda Lemus (a la izquierda) y Daisy Flores (derecha), integrantes de las redes de defensoras de los derechos humanos de Guatemala y Honduras, respectivamente. FRONT LINE DEFENDERS

Porque la lucha cívica en la región está muy vinculada a la defensa, en la mayoría de los casos por parte de comunidades indígenas, del territorio frente a grandes proyectos de infraestructuras o de urbanización masiva.

Ese era el caso de Marta, una mujer cuyo caso relataba Daisy Flores, integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos de Honduras, que soportó la muerte de su hermano en las protestas contra la construcción de una presa por parte de una empresa china, esquivó la muerte en un ataque de sicarios… todo ello, mientras sufría violencia doméstica.

Las mujeres no estamos seguras en ninguna parte, ni en casa, ni en la calle ni en el trabajo

Ahora vive fuera de su comunidad al amparo de la red de protección que estas organizaciones tratan de extender por sus países, pero su situación revela el riesgo que corren muchas de estas mujeres. "Las mujeres no estamos seguras en ninguna parte, ni en casa, ni en la calle ni en el trabajo", señalaba Flores, en alusión a la violencia que impera en Honduras.

Las agresiones aumentan en los últimos años

Esa situación es la que trata de recopilar el informe elaborado por la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de los Derechos Humanos, a partir de un registro de las agresiones: cuando una mujer víctima de alguna violencia acude a sus oficinas, se recoge detalladamente las circunstancias, el motivo y todos los detalles relevantes, para confirmar una base de datos que se inició en 2012 y que abarca a México, Honduras, El Salvador y Guatemala.

Ese registro revela que las agresiones a defensoras de los derechos humanos en la región ha pasado de 414 en 2012 a 768 en 2014, casi el doble. La mayor parte, un 21%, son intimidaciones, el hostigamiento psicológico contra aquellas mujeres que se rebelan contra el papel sumiso que tradicionalmente se les ha asignado en sus comunidades.

El siguiente paso son las amenazas, un 16%, para después llegar a las calumnias y el señalamiento público, otro 9% del total. Después ya llega la violencia física, con un 6%, para después, si nada de lo anterior ha obtenido el resultado esperado, pasar a las detenciones arbitrarias (4%) y la criminalización y judicialización: otro 4% de las agresiones se concretan en colocar a las mujeres ante un juez e incluso, en algunos casos, en la cárcel. Entre los agresores, las mujeres identifican dos por encima del resto: los agentes del Estado y las empresas.

Esto sirve para cambiar poco a poco la mentalidad de la gente

Estas son solo un reflejo de la situación, puesto que las organizaciones que elaboran el informe no tienen capacidad para alcanzar todos los territorios ni todos los casos que ocurren. Pero suponen un primer paso hacia la visibilización del problema y la apertura de vías para solucionarlo. Por ejemplo, desde la ONU: "Si no nos llegan esas cifras ni esos casos concretos, no podemos hacer recomendaciones ni resoluciones; esto sirve para cambiar poco a poco la mentalidad de la gente", recalcaba Alda Facio.

Las redes de protección

Porque lo que si recoge exhaustivamente el informe son los casos, con nombres y apellidos, que han acabado en muerte: en estos tres años, desde 2102 hasta 2014, se contabilizan 32 asesinatos de defensoras de los derechos humanos en la región, así como otros 39 intentos de asesinato.

Frente a toda esa violencia, las redes de protección que han levantado estas organizaciones intentan acompañar a esas mujeres, desde el asesoramiento legal hasta la puesta a su disposición de viviendas refugio, cuando su seguridad está amenazada.

Y al mismo tiempo, hacer visible su lucha y combatir la estigmatización que sufren en muchos casos: "Por ser mujer nos insultan y mandan para las casas, y nos dicen que busquemos que hacer, que dejemos de andar perdiendo el tiempo", cuenta una hondureña en uno de los testimonios recogidos en el informe.

Las redes también procuran aliviar el desgaste que supone esa lucha, con actividades que se inspiran en la frase de la anarquista y feminista Emma Goldman: "Si no puedo bailar, no me interesa tu revolución". Así, se organizan no solo bailes, sino talleres de salud, excursiones... o se compran entradas para acudir a una piscina municipal. Como resumía Daisy Flores: "Somos personas que estamos luchando por tener una vida mejor, pero no porque seamos especiales, sino porque es nuestra vida".