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Análisis

Ucrania: ¿y ahora qué?

  • El conflicto del gas con Rusia será el primer reto del nuevo Parlamento
  • Suben los partidarios de la mano dura con los prorrusos

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Miembros de la comisión electoral local hacen el recuento en Kiev, Ucrania
Miembros de la comisión electoral local hacen el recuento en Kiev, Ucrania

Ucrania, un país que tradicionalmente ha tenido dos almas, la europea y la rusa, ha zanjado ese debate este domingo con un giro radical en dirección a Occidente. Así lo dice al menos el resultado de las elecciones legislativas, que dan en torno a un 70% de los votos a los partidos que buscan un acercamiento a la Unión Europea.

Será el Parlamento más pro-occidental desde la independencia del país, en 1991. Será también el Parlamento encargado de legislar para levantar a una nación al borde del precipicio.

El panorama da vértigo. La nueva Rada Suprema deberá aprobar leyes para acabar con la recesión, con una contracción económica que a finales de año podría alcanzar las dos cifras. Los nuevos diputados tienen también la difícil misión de acabar con la corrupción, enraizada durante años en la cámara donde ahora trabajarán y, por extensión, en toda la clase política ucraniana.

En sus manos está allanar el camino al acuerdo de asociación firmado con la Unión Europea, pero también acentuar las dolorosísimas medidas de ajuste económico que exigen los fondos occidentales, principalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) para seguir recibiendo ayuda.

El conflicto del gas, el primer reto

Son retos mayúsculos para un país que ha vivido el último año a una velocidad inusitada. Las revueltas del Maidán, para exigir al ex presidente Yanukovich que cumpliera su palabra y acercara el país a la Unión Europea, dieron pie a su salida abrupta del poder. Moscú respondió a la expulsión de su aliado con la anexión de Crimea, y con el apoyo (según Kiev, con armas y hombres) a la revuelta de los separatistas prorrusos en la región de Donbás.

Sin embargo, no hay que mirar demasiado lejos para ver los retos que afronta el país. A los partidos que hoy negocian la formación del nuevo Gobierno les basta con mirar la agenda de esta semana. En apenas unos días, Kiev y Moscú volverán a negociar una salida a la crisis del gas. El pasado mes de junio, Rusia cerró el grifo a la antigua república soviética porque no pagaba las deudas acumuladas. Y Ucrania, que dejó de pagar alegando una subida brutal del precio tras la caída de Yanukovich, se encuentra a las puertas del invierno tiritando de frío y sin mucho margen de negociación.

El gas tampoco llega, de momento, al este del país. En la región de Donbás, donde los separatistas prorrusos declararon unilateralmente la independencia, se mezcla el frío de la estepa con una guerra brutal, que ha dejado ya casi cuatro mil muertos y cientos de miles de desplazados. Los territorios que controlan los rebeldes en Donestk y en Lugansk boicotearon las elecciones legislativas. El 2 de noviembre celebrarán sus propios comicios, para elegir –afirman- a sus representantes legítimos.

La guerra del este de Ucrania pende como espada de Damocles sobre la cabeza del presidente ucraniano. Petró Poroshenko se ha comprometido a buscar una salida política a ese conflicto. Pero en la nueva coalición que se adivina en Ucrania, entre los partidos pro occidentales que han entrado en el nuevo Parlamento, no todos apuestan por esa vía.

Partidos que piden mano dura con los prorruros

El primer ministro, Arseny Yatseniuk, cuyos buenos resultados podrían permitirle encabezar otra vez el nuevo gobierno, exige mano dura contra los rebeldes. Yatseniuk es un político bien visto en Occidente. Es el hombre que ha negociado en Bruselas y en Washington las ayudas económicas que sostienen la débil economía del país. Pero es el hombre, también, que más claro ha hablado a favor de una solución militar a esta crisis. Fue él quien se empeñó en aprobar una subida de impuestos para financiar la guerra contra los rebeldes. Fue él quien le dijo a su país y al mundo que esa ley era necesaria porque Ucrania no tenía dinero para pagar siquiera un par de botas a los soldados que morían en el frente.

Al nuevo Parlamento también ha entrado, recordemos, Samopomitch, otro de los “partidos de la guerra”, con varios diputados que se han jugado la vida combatiendo a los separatistas. Todos ellos exigirán a Poroshenko algo más que un acuerdo político para solventar esta crisis.

Al otro lado de la frontera, Moscú aguarda expectante. Vladimir Putin dejó claro hace dos días que nadie debe despertar al oso ruso. Una clara advertencia de que, para el Kremlin, Ucrania sigue siendo una línea roja que ni Occidente, ni el propio Poroshenko en el este del país, deben cruzar.