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Nuevas formas de descubrir libros en Internet

  • La "descubribilidad" se refiere al "saber de la existencia de algo"
  • Los interminables catálogos dificultan descubrir obras interesantes
  • Los gustos personales, de amigos y expertos puede ser una buena guía

Por
El lingüista José Antonio Millán.
El lingüista José Antonio Millán.

No hay ni que molestarse siquiera en buscarla en el diccionario: "descubribilidad" no existe. Sin embargo el lingüista José Antonio Millán (Madrid, 1954) ha querido acuñar este término como equivalencia del discoverability inglés, que describe el descubrimiento o saber de la existencia de algo, en el caso que nos ocupa los libros, ya sean en papel o en formato digital.

Para ello organizó hace unos días en la Residencia de Estudiantes de Madrid, con la colaboración del Ministerio de Educación y Cultura, una jornada en la que participaron todos los eslabones de la cadena editorial y en casi todos los formatos posibles: desde el librero con su tienda física de papel hasta los libreros digitales, a Google y las editoriales que están a caballo entre el papel y los bits.

La descubribilidad viene a intentar resolver el problema de las grandes librerías tanto físicas como digitales en las que cada vez es más fácil perderse: miles de novedades inundan las estanterías cada mes y los fondos digitalizados aumentan a mayor ritmo si cabe.

Encontrar el libro que nos interesa

¿Cómo encontrar lo que realmente nos interesa? Un primer paso del que se habló mucho durante las jornadas fue la labor del librero como profesional recomendador, clasificador y guía que nos lleva de la mano hacia lo que nos puede gustar personalmente -porque nos conoce-, lo que gusta al resto de la gente -porque sabe lo que se vende- o lo que simplemente nos puede sorprender.

Estamos hablando de un mundo donde se combinan las categorizaciones tradicionales con las folksonomías -categorías o etiquetas impuestas por la gente- y las recomendaciones personalizadas, en el sentido de que los libreros o los sistemas informáticos saben qué hemos comprado en el pasado y por tanto qué es lo que -probablemente- nos gusta o al menos nos interesa, amén de otros datos personales y demográficos.

Los ordenadores son capaces de clasificar los gustos

Los ordenadores han aprendido algunos de estos trucos y son capaces de clasificar en clústeres, nubes de etiquetas y recomendaciones gran parte del material.

La palabra algoritmo acabó resonando durante cada ponencia como si de algo mágico se tratara: algoritmos de clasificación, algoritmos de recomendación y por supuesto los algoritmos de popularidad del todopoderoso Google.

Libreros y editores han de trabajar mano a mano con ingenieros para que las ideas al respecto ("si te gusta esto te gustará esto otro...") puedan convertirse en algo palpable para los visitantes de las webs.

Librería tradicional y digital

A modo de ejemplo, Damià Gallardo, de red de librerías barcelonesas especializadas Laie describió cómo es el meticuloso y artesanal trabajo del librero tradicional en las tiendas.

Pero cuando toda esa experiencia ha de ser "reinvindicada como la sabiduría que implica tener un oficio" el resultado puede ser, como en Laie.es, una web con unas magníficas categorías, secciones con temáticas diversas y peculiares y una experiencia muy similar a la de visitar una tienda en persona.

Sonia Rueda, llegada desde el plano digital, explicó cómo en 24Symbols (una librería con más de 100.000 títulos a los que se accede mediante una cuota mensual) el objetivo es "dar de comer al lector sediento de libros".

Los usuarios pueden crear su propia biblioteca online

Dado que no venden libros físicos, su fórmula ha pasado por ampliar todo lo posible el catálogo digital, clasificarlo de una y mil maneras e idear formas de dar a conocer tamaño fondo: creando listas con los mejores de cada categoría, cada autor, cada corriente cultural, etc.

El último paso ha sido facilitar a la gente herramientas para crear sus propias bibliotecas online, pero no solo para guardarlas personalmente: también para compartirlas con los amigos. De este modo, cualquiera puede añadir un libro a una estantería y compartirlo con los amigos de Facebook, por ejemplo.

La "estantería" pueden ser las novelas que estás leyendo, tus títulos favoritos sobre Drácula o tu selección con los mejores títulos de educación infantil. Todo eso se puede ser compartir y recompartir a su vez.

La difícil reconversión

La editora Julieta Lionetti explicó lo difícil que resulta la labor de reconversión de los editores tradicionales en digitales: una profesión que se ha visto sacudida con la llegada de los libros electrónicos.

Entre otras cosas, mencionó la gran complejidad de la creación de los metadatos para las publicaciones que, según dijo, por desgracia en muchos lugares está delegada en becarios sin demasiada experiencia

También se refirió al gran respeto y desconocimiento que se observa sobre cómo funcionan los algoritmos de gigantes como Google o Amazon que pueden ser claves para el éxito de ventas de cualquier título, o simplemente para que al menos sea descubierto y no caiga en el pozo del olvido.

Los buenos libros acaban en manos de lectores que saben apreciarlos

Algunos editores, explicó, clasifican el mismo libro en Amazon en hasta siete categorías distintas confiando en que si hay suerte las ventas y los 'top de ventas' acompañen, incluso aunque no sea en la categoría principal de la obra.

Ya sea de una forma u otra, mediante la selección de un experto, la categorización por parte de los usuarios o los complejos algoritmos matemáticos, los asistentes a la jornada confiaban también en una especie de 'justicia bibliófila divina' que pone a cada uno en su lugar: a los buenos libros en manos de los lectores que saben apreciarlos y a los malos libros en el abismo de la nada. Aunque, quizá, pasando antes por la lista de los superventas.

Para los amantes de las buenas obras, todo vale de cara a poder descubrirlos a tiempo.