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Javier Sierra busca con Napoleón el "antídoto a la muerte" en 'La pirámide inmortal'

  • Narra la noche que pasó Napoleón en el interior de la Gran Pirámide
  • El autor presenta su obra, ya en segunda edición, en el Templo de Debod

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Templo egipcio de Debod, en Madrid.
Templo egipcio de Debod, en Madrid.

Tras el éxito de El maestro del Prado, la novela en castellano más vendida en 2013, el escritor Javier Sierra vuelve a la carga con La pirámide inmortal (Planeta, 20€), que en solo una semana ya tiene en la calle su segunda edición, una suerte de "resurrección" de la novela que escribió en 2002 El secreto egipcio de Napoleón.

La pirámide inmortal narra tres días en la vida de Napoleón Bonaparte, en 1799, entonces un joven general al frente de las tropas francesas que un año antes habían desembarcado en Egipto para intentar cerrar a los británicos el camino a la India. Napoleón, que desembarca acompañado de un centenar de científicos de diversas disciplinas, tiene otros dos objetivos, además de asfixiar esta ruta comercial británica: expulsar a los turcos para adquirir una posición estratégica en la región y, no menos importante, descubrir todo lo posible sobre la portentosa civilización de los faraones.

Napoleón pasó entonces una noche en el interior de la Gran Pirámide de Giza, como se cree que hicieron Alejandro Magno y Julio César. Esta experiencia también la repitió el propio Javier Sierra en 1997.

De la Gran Pirámide al Templo de Debod

En el marco incomparable de las paredes del Templo de Debod de Madrid -un templo de 2.200 años de antigüedad que regaló a Egipto a España a finales de los sesenta-, Javier Sierra invitó a la prensa a un "viaje mágico" para conocer su nueva novela, cuyo "propósito fundamental" es "encontrar un antídoto a la muerte, la gran preocupación del ser humano", un remedio que se encuentra en "el amor, que vence a la muerte".

En su obra, el escritor turolense invita a descubrir los secretos de la Gran Pirámide, que recuerda que se concebían en el Antiguo Egipto no como lugares de enterramiento, sino como "escaleras que permitiesen el viaje del faraón a las estrellas".

Según Sierra, las estrechas dimensiones del sarcófago de la Cámara del Rey de la Gran Pirámide, en el que apenas cabía un hombre envuelto en una sábana, demuestra que esta se concibió, no como un lugar de reposo eterno, sino como "una máquina de resurrección" en la que tienen mucho que ver las inscripciones jeroglíficas.

A la vez que Napoleón, Alejandro Magno o Julio César, se tumbaron en ese sarcófago buscando la inmortalidad, el autor de La pirámide inmortal también buscaba su particular resurrección: "Ahora sé que la he conseguido. Con este libro he resucitado como autor", afirma.

"¿Y qué sintió cuando se acostó en ese sarcófago?", le preguntan a Sierra: "Igual que dijo Napoleón, aunque os lo contara no lo me ibais a creer". Quizás la respuesta esté en su libro.