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El humor absurdo de Andersson y el terror de Tsukamoto cautivan en la Mostra veneciana

  • Roy Andersson reivindica en Venecia la empatía humana con una comedia
  • Tsukamoto describe la mezquindad en un drama bélico aterrador
  • La montadora de Scorsese Thelma Schoonmaker gana el León Honorífico

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El director Shinya Tsukamoto posa con el equipo de la película "Nobi" en Venecia 2014
El director Shinya Tsukamoto posa con el equipo de la película "Nobi" en Venecia 2014

Del humor absurdo y el esteticismo pictórico del sueco Roy Andersson a la brutalidad sobrecogedora del japonés Shinya Tsukamoto en su drama bélico Nobi; a cuatro días de la clausura de la 71 edición de la Mostra veneciana, este martes ha sido una jornada de rarezas en la Mostra de Venecia. Eso sí, rarezas que han suscitado encendidos aplausos.

El siempre agudo e irónico Andersson ha presentado A Pigeon Sat on a Branch Reflecting on Existence, una peculiar reivindicación de la empatía humana con la que cierra su trilogía existencial. O no... "Estoy preparando ya la cuarta entrega de la trilogía", ha bromeado hoy ante los periodistas.

Después de Canciones del segundo piso (2000) y You the Living, Andersson renuncia por completo al tradicional esquema de planteamiento-nudo-desenlace y opta por una sucesión de 39 escenas cotidianas primorosamente compuestas, con la cámara fija y el plano abierto.

Calidad pictórica y tecnología digital

A ritmo de vals, los personajes se desenvuelven con extremada lentitud e hieratismo, como un ballet tragicómico. Un hombre muere descorchando una botella de vino, otros dos intentan dar un pelotazo vendiendo sacos de la risa.

El director recurre al humor para hacer reflexionar al espectador sobre lo absurdo de nuestra existencia, y lo coge desprevenido cuando repentinamente se pone más dramático. En uno y otro caso, el ser humano queda a la altura del betún.

"Odio la estupidez humana, que es el resultado de la falta de conocimiento y de empatía. Pero amo la vida y a las personas", aseguró Andersson en rueda de prensa.

Es la primera vez que filma en digital, lo que le ha dado un brillo y precisión muy acorde con su búsqueda estética inspirada en pintores alemanes de entreguerras como Otto Dix y Georg Scholz y en el renacentista Brueghel.

"No quiero contar historias sino hacer cuadros de la vida", ha explicado. "Hay una falta de calidad visual en el cine actualmente. Me gustaría que hubiera más, pero desgraciadamente falta tiempo, paciencia y dinero". Él desde luego le ha echado mucho de lo primero. Ha tardado cuatro años en rodar. Un mes por toma. A veces más.

Un drama bélico aterrador

En las antípodas estilísticas y llevando el tema de la estupidez a las cotas más altas posibles, el japonés Shinya Tsukamoto aparca el género fantástico que le ha valido la etiqueta de realizador de culto (Tetsuo, el hombre de hierro, 1989), para pasarse al drama bélico.

Ambientada en los estertores de la Segunda Guerra Mundial, Nobi muestra a un grupo de soldados japoneses perdidos en la selva en Filipinas en un relato que por momentos parece una película de terror.

Las balas que caen en ráfagas de origen desconocido, los cadáveres por todas partes, el encierro y la desesperación llevan a los últimos supervivientes a descubrir hasta dónde es capaz de llegar el ser humano con su instinto de supervivencia.

"La guerra siempre es algo excesivo hasta el punto de que el cuerpo humano acaba convirtiéndose en un objeto", ha señalado en Venecia Tsukamoto, también productor, guionista y protagonista del filme. "Me interesaba describir la tragedia bélica no desde el punto de vista de la víctima, sino del superviviente que tiene que cargar con el peso de las matanzas", ha añadido el realizador.

Para documentarse, Tsukamoto realizó hace ya una década una serie de entrevistas con veteranos japoneses. "Han sufrido un dolor para nosotros inconcebible", ha detallado.

Su motivación para rodar "Nobi", según ha explicado, es que habiendo pasado 70 años desde que Japón tomó partido en el conflicto armado, le preocupaba que se olvidara lo devastador y absurdo que fue, y ha afirmado que "el terror de la guerra no es algo que puedas borrar de la Historia y yo quería recordarlo".

León de Oro a una vida editando películas

Quería ser diplomática pero el azar la convirtió en la editora de cabecera de Martin Scorsese. Thelma Schoonmaker, ganadora de tres Oscar al mejor montaje por Toro Salvaje (1980), El aviador (2004) e Infiltrados (2006) ha acudido a Venecia a recoger un León de Oro honorífico a su carrera.

"Scorsese cambió mi vida, me enseñó todo lo que sé y me convirtió en una adicta del oficio", ha asegurado este martes en rueda de prensa la mujer que da ritmo a las películas del gran realizador neoyorquino, su amiga y confidente en ese laboratorio que es la sala de edición.

"Fue una cuestión de suerte", ha insistido. Todo empezó con un anuncio en el New York Times cuando era estudiante universitaria de Ciencias Políticas. Pedían un asistente de montador de cine para un programa de televisión.

El trabajo, que no requería experiencia previa, consistía en reducir el metraje de clásicos del cine europeo para encajarlos en la parrilla de emisión. Truffaut, Godard, Fellini... Todos víctimas de sus tijeras. "Era un trabajo horrible", ha recordado en Venecia. Pero lo importante es que le despertó la curiosidad por el oficio.

Ese mismo verano, la cineasta nacida hace 74 años en Argelia, donde su padre trabajaba para una compañía petrolífera, se apuntó a un curso de verano en la Universidad de Nueva York. Scorsese andaba por ahí y tenía un problema con unos negativos estropeados. La experiencia previa de Schoonmaker resultó de gran ayuda, y poco después ya estaba editando su primer trabajo, Quién llama a mi puerta (1967).

Fue el comienzo de una larga amistad que ha abarcado toda la filmografía del maestro: desde Uno de los nuestros (1990), El cabo del miedo (1991),  La edad de la inocencia (1993), hasta El lobo de Wall Street (2013). "Todo el mundo quiere saber siempre quién de los dos tiene la última palabra en el montaje, pero no es tan sencillo", afirmaba hoy la montadora.

Para rematar la jornada de rarezas hoy se proyectó también en la Mostra, fuera de competición, el último trabajo de Manoel de Oliveira, el cortometraje O Velho do Restelo. A sus 105 años, el realizador portugués vuelve a reflexionar sobre la historia de la Península Ibérica a través de los textos de Luís de Camões y Miguel de Cervantes.