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La televisión que inspiró a Picasso

  • El pintor trasladó a algunas obras el ritmo visual que le inspiró la tv
  • La exposición podrá visitarse entre el 30 de junio y el 16 de noviembre
  • Pueden visionarse fragmentos de programas de la época

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Pablo Picasso y William Hartmann, observados por Jacqueline, 1966
Pablo Picasso y William Hartmann, observados por Jacqueline, 1966. Notre-Dame-de-Vie, Mougins, Francia

Para Pablo Picasso, la condición de voyeur implicaba en cierta medida un acto artístico. Tanto el autor de una obra como posteriormente su observador miran intentando descubrir lo secreto, disfrutando de lo aprendido y de lo constatado. Ocurre durante el proceso de creación y después.

A principios de los años sesenta, Jacqueline Roque, la que fuera última esposa del pintor, compró un aparato de televisión para entretenerse durante las largas horas en las que el artista trabajaba en su estudio. Picasso, a quien siempre atrajeron las formas de expresión populares, empezó a interesarse por algunos programas tras ver imágenes de una de sus exposiciones en Londres y visionar la boda de la Princesa Margarita de Inglaterra con el fotógrafo Anthony Armstrong-Jones, boda que fue seguida por 20 millones de telespectadores en todo el mundo.

La exposición Picasso TV presentada este lunes por el Museo Picasso Málaga, muestra vínculos insospechados entre algunas de las obras que Picasso realizó entre los años 1966 y 1972, y los programas que emitía la televisión francesa en aquel tiempo. La muestra puede visitarse entre el 30 de junio y el 16 de noviembre y se ha producido con la colaboración del Kunstmuseum Pablo Picasso Münster y de la Fundación Bancaja, Valencia.

Una fuente de imágenes... e inspiración

Brassaï, en su libro Conversaciones con Picasso (Turner, 2002), asegura que éste veía la televisión con cierta regularidad, en particular programas de circo, de lucha libre, películas y series televisivas. La exposición, que gira en torno a numerosas piezas de la Suite 347, incluye 57 obras de arte entre las que se encuentran 53 grabados, dos litografías y dos óleos, estos últimos realizados en 1968. Pueden contemplarse además fragmentos de programas de televisión contextualizados en una época en la que la televisión popularizó espectáculos, deportes e informativos.

La comisaria de esta exposición, Laurence Madeline, conservadora jefe de Musées d'art et d'histoire de Genève en Suiza, ha establecido conexiones entre la obra gráfica de Picasso y las imágenes televisadas, vinculando así la influencia de la televisión en los grabados del autor a partir de 1968.

En la televisión de aquella época, ha afirmado, “la acción, el encuadre, la narración y el movimiento, se encuentran exacerbados como en las últimas obras de Picasso”. Sostiene asimismo que en esos años el artista retomó en sus grabados el blanco y negro - único formato de televisión hasta 1968 - y que en algunos de la Suite 347 el encuadre cambia acercándose al 4:3 del televisor. Ha señalado además cómo frente a la inmovilidad de las escenas circenses de los años 1904 a 1920, los saltimbanquis, payasos y artistas ecuestres de la Suite 347 están llenos de movimiento.

El mundo de un voyeur retirado en su mundo

Si bien encender este aparato no era un gesto habitual en casa de Picasso, su nieto Bernard Ruiz-Picasso recuerda como su abuelo hacía callar a todo el mundo cuando empezaba un programa de lucha libre o catch que le gustaba especialmente. El crítico y periodista Pierre Cabanne recuerda también que el artista mostraba un gran interés por el programa La piste aux étoiles, un espacio dedicado al circo con numerosas actuaciones.

Más de ciento cincuenta films del oeste, de la antigüedad clásica, dramas, comedias, etc., fueron programados entre marzo y octubre de 1968 en las tres cadenas de televisión a las que Picasso tenía acceso en el sur de Francia: la primera y segunda cadena francesas y Télé Monte-Carlo. Es el periodo en el que Picasso realizó los 347 grabados que constituyen la Suite 347, en varios de los cuales podemos descubrir indios, guerreros, odaliscas, mosqueteros, acróbatas y artistas de circo.

La televisión, instalada en un rincón de la sala de estar de su hogar en Notre dame de Vie, llevó hasta la intimidad del pintor el mundo del que se había retirado, posibilitando a su vez entretenimiento y evasión.

La pequeña pantalla es un cristal que separa dos espacios inseparables: el de la producción intensiva de imágenes y el de su consumo compulsivo. Juntos conforman un ecosistema perfecto para un voyeur vocacional. El circo, el amor, los toros, el boxeo, la carnalidad… fueron las pasiones del joven Picasso, pasiones que en sus últimos años pudo revivir a través de una televisión que alimentaba esa mirada voyeur que le caracterizaba.

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