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La rebelión del 'triángulo suní' aboca a Irak a la implosión

  • Los yihadistas cuentan con apoyo de otros sectores suníes
  • Las autoridades religiosas chiíes han llamado a la guerra santa
  • El conflicto de Siria ha acelerado los choques sectarios en Irak

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Un luchador enmascarado Pershmerga de la región autónoma kurda de Irak
Un luchador enmascarado Pershmerga de la región autónoma kurda de Irak

El triángulo suní de Irak se alza contra el poder chií de Nuri Al Maliki, con la avanzadilla de los yihadistas del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL). En algunos sitios ya lo llaman “la rebelión suní”. La amenaza ha hecho que las máximas autoridades religiosas chiíes, como el ayatolá Alí Al Sitaní, llamen a “tomar las armas”. El Gobierno, por su parte pide ayuda a EE.UU., que no descarta intervenir, mientras el vecino Irán está listo para prestar apoyo. La rebelión suní, aunque ha tomado la forma más radical en las milicias del EIIL, esconde una realidad más compleja: el descontento de los suníes con un estado fallido.

En Mosul, algunos residentes han dado la bienvenida a la llegada del EIIL. "Estoy muy contento porque nos hemos librado de las fuerzas militares iraquíes, del ejército y la policía", comentaba al diario The Guardian Ali Aziz, que trabaja para una organización humanitaria. "Ellos eran una maldición para la ciudad y su gente. Sólo ahora puedo sentir la libertad y la seguridad en Mosul”.

Las consecuencias de la guerra de Irak y la guerra de Siria

La guerra de Irak, el derrocamiento de Sadam Huseín y el proceso político que le siguió relegó a la comunidad suní del país, un 30% de la población acostumbrada a ostentar el poder, a un plano marginal. “El presidente Bush hijo pegó una patada al avispero y han salido muchas cosas, con distintos niveles de guerras, desde lo local a lo regional” comentaba al programa El Mundo en 24 horas Senen Florensa, presidente del Instituto Europeo del Mediterráneo (Temed).

Las elecciones democráticas alzaron a los chiíes al poder mientras Al Qaeda, dirigida por Abu Musab Al Zarqawi, profundizó en la brecha religiosa con una oleada de ataques sectarios que ocasionó miles de muertos. El resentimiento suní hacia los chiíes ha ido creciendo en los años de Gobierno de Al Maliki.

El desarrollo de la guerra siria ha profundizado en ese enfrentamiento. “El conflicto en Siria ha actuado de acelerante para que todos los problemas que ya estaban de antiguo vuelvan a salir a la superficie” comentaba a RTVE.es el periodista Javier Martín, autor del libro Suníes y Chiíes: los dos brazos del Islam.

“Hay parte de los suníes de Irak que tienen una vinculación muy grande con elementos radicales suníes del este de Siria, mientras que hay milicias de la parte sur de Irak y otros grupos proiraníes que están ayudando tanto al régimen sirio como a Hizbulá”, añade Martín.

La eclosión en Irak se empezó a vivir a finales de 2012, cuando las acampadas en Ramadi ya mostraban el malestar de la comunidad suní ante el Gobierno de Al Maliki. Desde entonces, las protestas han sido constantes. Ahora, los extremistas del EIIL, ligados a Al Qaeda, son la cara más radical de esa rebelión suní de Irak, pero no la única. Con alrededor del 30% de la población, ese sentimiento de exclusión de la población suní ha desembocado en el crecimiento del grupo más extremista de Oriente Medio.

De hecho, el EIIL cuenta con el respaldo de otros grupos suníes, tales como el islamista kurdo Ansar Al Islám, el grupo tribal Yaish Al Islam y otros clanes poderosos del llamado “triángulo suní”, una región que incluye partes de Bagdad y las localidades de Ramadi, Tikrit, Faluya y Samarra.

El bloque chií, dispuesto a luchar

Con la victoria de la revolución iraní en 1979, Teherán empezó a tejer una estrecha alianza con Siria, gobernada por la minoría chií de los alauíes, y creo Hizbulá en Líbano, una poderosa organización islamista chií que se ha hecho, de facto, con el control de parte del país.

La caída el régimen de Sadam Huseín en Irak aportó a los chiíes del país una nueva oportunidad para alcanzar otra cuota importante de poder. Así nació el cordón de influencia y poder Hizbulá-Siria-Irak-Irán, al que muchos llamaron el ‘creciente chií’. Para las monarquías del Golfo, lideradas por Arabia Saudí o Catar, el enemigo chií ha sido una amenaza regional constante desde entonces. Con el estallido de las revueltas árabes, estas potencias suníes creyeron encontrar una oportunidad para rediseñar la dimensión de su influencia.

Ahora, en Irak la amenaza es tan grande para los chiíes, alrededor del 60% de la población, que su máxima autoridad religiosa, el Ayatolá Alí Al Sistaní, ha pedido a los suyos que cojan las armas para defenderse.

"Los ciudadanos que puedan tomar las armas para luchar contra los terroristas tienen que presentarse como voluntarios en el Ejército para realizar este objetivo sagrado", ha apuntado uno de sus representantes, Abdelmahdi al Karbalai durante el sermón de la oración musulmana del mediodía del viernes.

La ayuda de Irán

En Irak, las miradas se fijan también en otros dos actores: el clérigo Muqtada Al Sadr, que lideró la ofensiva del chií Ejército de Al Mahdi contra EE.UU. durante la invasión, y el vecino Irán.

Muqtada Al Sadr, hijo de un prestigioso clérigo de Irak, lidera el movimiento chií más organizado del país, el Bloque Al Sadr. Bajo sus órdenes estaba el Ejército de Al Mahdi, milicias armadas que durante sus años de apogeo contaron con entre 13.000 y 66.000 integrantes. Apartado de la vida política en los últimos años, Al Sadr ha reaparecido para reclamar la creación de nuevas milicias “de defensa de los lugares sagrados” a los que ha amenazado el EIIL.

Al otro lado de la frontera, Irán observa con suma preocupación la posible salida del poder de los chiíes en Irak. Y, según el diario The Wall Street Journal, ya ha dado los primeros pasos enviando dos batallones de la Guardia Revolucionaria, los servicios de élite de Irán, a territorio irakí para apoyar a un debilitado ejército. Estas unidades están formadas por los luchadores más experimentados en la guerra de guerrillas que tiene Teherán.

Los kurdos, la posible llave para la estabilidad

Los ataques del EIIL han provocado la estampida de un débil ejército iraquí. Y ese repliegue ha permitido que las milicias kurdas del norte del país, los ‘peshmergas’, se hicieran con el control de la ciudad petrolera de Kirkuk.

Los kurdos, mayoría en la ciudad, pretenden la anexión de la ciudad a las tres provincias que forman el Kurdistán iraquí, algo a lo que las minorías de árabes y turcomanos, así como Bagdad, se oponen.

Según apuntaba al diario El Mundo el analista de la Jamestown Fundation, Wladimir van Wilgenburng, “los kurdos, tanto los de Siria como los de Irak han sido la fuerza más efectiva a la hora de combatir al EIIL”. Con más de 50.000 hombres, “los 'peshmergas' (las milicias armadas kurdas) no necesitan a EE.UU. para vencer al EIIL”, señalaba el analista.

En los últimos años han logrado consolidar su propio Gobierno en el norte de Irak, con no pocos enfrentamientos con las autoridades centrales. “Durante la década de embargos a Sadam, tras la primera Guerra de Irak, ellos gozaron de un Gobierno prácticamente independiente en el que no podían actuar” las autoridades centrales, comentaba al programa El Mundo en 24 horas, Senen Florensa.

"En toda esa época, ellos ya consiguieron reforzar sus mecanismos internos”, y ahora se mantienen estables “cuando ha llegado el momento en que están implosionando el resto de estructuras” del país, añade.

La rebelión suní agita a un débil e ineficaz gobierno iraquí, que no ha logrado solucionar la división sectaria y ahora ve cómo el estado se escuentra al borde del precipicio. Mientras el gobierno del Kurdistán iraquí afianza sus posiciones. El estado fallido de Irak trata de detener los efectos de una implosión.