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La abstención, una sombra creciente en España hacia la UE y una 'especie protegida' por la ley

  • El entusiasmo hacia Europa ha ido disminuyendo desde la entrada en la CEE
  • La abstención alcanzó su máximo en la última cita en 2009, un 55,1%
  • Además, la ley electoral en España prohíbe pedir a la gente que vote

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Las cifras de abstención en elecciones al Parlamento Europeo han ido experimentando en España un crecimiento progresivo desde 1987 y, año a año, los españoles han dado progresivamente la espalda a las urnas comunitarias. En estas elecciones, el abstencionismo es una amenaza común en todos los Estados miembros, Europa es impotente para combatirlo en nuestras fronteras, porque España es el único país de la UE donde están prohibidas las campañas institucionales que inciten al voto.

En 1987, un año después de que España ingresara en la Unión Europea (UE), entonces Comunidad Económica Europea (CEE), la abstención fue del 31,48%. Pero dos décadas más tarde, apenas transcurrida una generación, el dato creció más de 20 puntos en la convocatoria de 2009, hasta el 55,1%. 

Según la información de los resultados electorales publicada en la web del Ministerio del Interior, el mínimo histórico de abstención en toda España en elecciones europeas se registró en 1987 y sólo dos años después la cifra aumentó hasta el 45,29%.

Las siguientes convocatorias para elegir a los representantes en la Eurocámara, en 1994 y 1999, experimentaron un cambio de tendencia con un ligero descenso en la abstención, con cifras que alcanzaron el 40,86% y el 36,95%, respectivamente.

Sin embargo, cinco años después, en 2004, el porcentaje de electores que decidió no participar en estos comicios se incrementó considerablemente, siendo de casi 20 puntos más que en la anterior convocatoria: en junio de 2004, un 54,86% optó por no votar en las elecciones europeas.

Estos comicios tuvieron lugar sólo tres meses después de las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, cuando se registró uno de los datos de participación más altos de la historia de la democracia española en este tipo de comicios, y solo se quedó sin ir a votar el 24,34% del censo.

Cádiz y Gerona, las más abstencionistas

En cambio, la tendencia a nivel europeo prosiguió, y los últimos comicios, en junio de 2009, son hasta el momento la convocatoria electoral para elegir a los miembros de la Eurocámara que ha registrado una mayor abstención: el 55,1% de los electores prefirió no ejercer su derecho al voto.

Ese año, las provincias más abstencionistas fueron Cádiz (65,66%)Gerona (65,11), Lérida (64,63), Baleares (64,35) y Barcelona (62,5), y las que menos fueron Cuenca (42,61%), Ávila (43,63), Segovia (44,37), Burgos (45,82) y Valladolid (46,17).

Con todo, la cita electoral europea en la que menos votantes españoles han participado fue el referéndum de la fallida Constitución Europea, celebrado en febrero de 2005, cuando sólo fue a votar el 41,77%, un proyecto que terminó fracasando y pasó a ser aprobado por los parlamentos nacionales.

Elecciones de segundo orden

Este femóneno en general evidencia lo que los expertos en Ciencia Política denominan el fenómeno de las elecciones de segundo orden: comicios que, como los europeos o los autonómicos, por citar otro ejemplo, registran menos participación electoral porque los votantes los perciben como menos trascendentes para su futuro, si bien los propios partidos también contribuyen a ello.

En este tipo de elecciones y campañas, los contenidos no se centran en el objetivo primario de la elección -en este caso, elegir representantes al Parlamento Europeo y, a través de ellos, un presidente para la Comisión Europea-, sino que los temas de política nacional se imponen en el debate y las urnas acaban recogiendo un voto de evaluación, o de castigo, a los gobiernos nacionales.

También apuntan los estudios electorales que, con todo, España ha sido hasta la fecha uno de los países con una participación superior a la media europea y que su tendencia descendente es una consecuencia natural observada en otros países 'veteranos' de la Unión.

Sin embargo, la distancia entre la participación española (45%) y la media europea (43%) se estrechó como nunca en 2009, y está por ver si el próximo 25 de mayo España saldrá de la lista de países relativamente más entusiastas con la Unión Europea.

La abstención, derecho protegido en España

Sin embargo, pese a que la abstención es un fenómeno creciente que amenaza la legitimidad y representatividad de los resultados en toda elección democrática, las instituciones se encuentran legalmente atadas de pies y manos para atajarlo en nuestro país.

No solo porque en España no existe el voto obligatorio -sí lo es en Bélgica, Chipre, Grecia y Luxemburgo-, sino porque además las campañas institucionales no pueden ni tan siquiera animar a los ciudadanos para que acudan a votar.

La Junta Electoral Central ha obligado a retirar un cartel del Parlamento Europeo con la palabra 'vota'

Algo que, en cambio, sí se puede hacer en otros países europeos. La excepcionalidad electoral española ha hecho incluso que la Junta Electoral Central,  en cumplimiento estricto de la ley electoral española, haya obligado a la Oficina Española del Parlamento Europeo a retirar el eslogan de un cartel de campaña de las europeas en el que aparecía la palabra "Vota".

El artículo 50.1 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (Loreg), dice que "los poderes públicos pueden realizar en período electoral una campaña de carácter institucional destinada a informar e incentivar la participación en las elecciones, sin influir en la orientación del voto de los electores". Una redacción que se ha interpretado de modo que se entiende que la abstención es también una opción de voto que debe preservarse libre de influencias externas.

En consecuencia, ni tan siquiera en la publicidad institucional española puede aparecer una urna o cualquier elemento que incite al voto, sea cual sea el sentido de este. Por eso, la publicidad electoral institucional se limita a dar información técnica, sobre la fecha y el procedimiento del sufragio.

En suma, España se enfrenta a las elecciones con la voluntad que tenga para ello, sin suplementos. El voto el próximo 25 de mayo solo vendrá animado por la voluntad de los ciudadanos o por la capacidad de los partidos para convocar a sus electores, un ímpetu cuyo decaimiento muestran de forma contumaz las estadísticas y las encuestas.