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Erdogan ensombrece su liderazgo en el mayor desastre minero de Turquía

  • Se ha difundido un vídeo en el aparece agrediendo a un manifestante
  • Su estilo autoritario no le ha pasado factura en las urnas hasta ahora
  • En agosto aspira a ser en el primer presidente elegido por el pueblo turco

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El primer ministro turco, Recept Tayyip Erdogan, pasea escoltado por sus guardaespaldas entre los vecinos del pueblo minero de Soma.
El primer ministro turco, Recept Tayyip Erdogan, pasea escoltado por sus guardaespaldas entre los vecinos del pueblo minero de Soma.

Para un hombre con ambiciones de convertirse en el primer presidente elegido por el pueblo de Turquía en unos pocos meses, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan parece haber hecho poco para unir al país en un momento de tragedia nacional.

Erdogan fue abucheado y uno de sus ayudantes fotografiado mientras pateaba a un manifestante durante su visita Soma, la comunidad afectada por la peor tragedia minera de la historia de Turquía. Al menos 283 personas han muerto y se teme que otras 18, sino más, sigan atrapadas.

En una rueda de prensa, Erdogan expresó su pesar por la tragedia, pero dijo que era el tipo de "incidente" que ocurre en cualquier parte del mundo. Se puso sus gafas y pasó a leer la lista de los accidentes mineros del último siglo y medio. Esa fue su respuesta a las críticas de que la regulación laboral turca pueda haber sido responsable del desastre. 

Varios diarios turcos difundieron este viernes un vídeo en el que un hombre que identifican como Erdogan agrede a un ciudadano en las protestas que se produjeron durante su visita a Soma.  Se muestra al primer ministro rodeado por una muchedumbre que, a gritos, pide su dimisión. Él responde, desafiante: "Ven aquí y ¡búrlate de mí!", flanqueado por sus guardaespaldas. Cuando se marcha los manifestantes patean su coche. 

Cuestionado por su partido

Incluso para un líder cuyo estilo combativo ha polarizado aún más a la sociedad turca en los últimos años, esta actuación belicosa podría pasarle factura. Hasta ahora Erdogan ha sabido resistir las feroces protestas contra su Gobierno, un escándalo de corrupción y una desaconsejable pelea con un influyente predicador islámico al que acusa de querer derrocarle.

Erdogan, que ha dominado la política turca durante más de una década, aspira a convertirse en el primer presidente de Turquía elegido por sufragio directo en las elecciones del próximo agosto, impulsado por su partido, fortalecido por su contundente victoria en las municipales de marzo. 

Sin embargo, en su partido hay dudas de que él sea el candidato más apropiado. Los electores no han castigado al AKP en las urnas, pero es más difícil medir el grado de aceptación de Erdogan. Basta con comprobar la diferente reacción en Soma a su visita y a la del actual presidente, Abdulá Gul, cuya reputación permanece incólume.

Admirado entre clases trabajadoras y religiosas

En las estrechas calles del barrio de Kasimpasa en Estambul, donde Erdogan creció y sigue consechando un ferviente apoyo, su manejo de la tragedia no ha desgastado la lealtad a un hombre que es visto con admiración entre las clases trabajadoras, conservadoras y religiosas.

 

"Él ha sido muy contundente y su temperamento ha conseguido lo mejor de él", dice a la agencia Reuters, Sinan, un joven de 29 años, empleado de una tienda de comida rápida que se encuentra frente a la sede local del partido dirigente AKP, Justicia y Desarrollo.

 

"Algunos de mis clientes que son firmes partidarios suyos lamentan su estilo burdo, pero nunca lo dirían en público y nunca votarán por otra persona... Él no tiene opositores políticos serios", añade.

Protestas contra las condiciones laborales

Hasta ahora, el presidente ha sido elegido por el parlamento y ha desempeñado un papel en gran parte ceremonial. Erdogan ha dicho que el voto popular reforzará su legitimidad y le dará más autoridad, y se ha comprometido a ejercer el puesto con plenos poderes.

 

"Yo no soy un hombre que llora pero yo lloré ayer", afirma Talip Dere, de 45 años, propietario de una tienda de artículos deportivos, cuando habla de la tragedia en la mina. " Pero, dejando las críticas a un lado, Erdogan es un líder fuerte que se entrega, que llega a la gente", añade.

Vecinos del pueblo de Soma rompieron este miércoles las ventanas del edificio del gobierno local. Sobrecogidos por el desastre y, enojados por la falta de seguridad en la mina siniestrada y las malas condiciones laborales, pidieron la dimisión de Erdogan.

 

También hubo protestas en Estambul, Ankara y varias otras ciudades en el sur de Turquía, la mayoría de ellas, organizadas por sindicatos que denuncian un capitalismo sin regulaciones así como la indiferencia del sector privado por los derechos de los trabajadores.

Escándalo de corrupción y represión en Internet

Hace un año, Erdogan fue criticado por su mano dura en la represión de las protestas contra las obras de ampliación del parque Gezi en Estambul. Los enfrentamientos se convierton en las mayores manifestaciones contra su Gobierno desde que llegó al cargo. 

El cierre durante dos semanas de la red social Twitter y los bloqueos a la plataforma de intercambio de vídeos de YouTube, así combo un escándalo de corrupción, revitalizó las críticas en Turquía y también en el extranjero contra lo que sus detractores califican de prácticas "autoritarias"

Pero Erdogan se ha defendido diciendo que tanto las protestas como las investigaciones policiales son parte de un complot contra él, una estrategia que le sirvió para que su partido lograra una arrolladora victoria en las elecciones de marzo. 

"Bajo el hechizo" de su personalidad

Ha advertido a los "extremistas" en contra de explotar la tragedia de la mina y algunos de sus seguidores han acusado esta semana a los manifestantes de tratar de desprestigiar al Gobierno cuando los mineros todavía seguían atrapados bajo tierra.

"Hay un tiempo y un lugar apropiado para todo, y este no lo es", señala Aydin, un cocinero de 42 años de edad en una cantina de Kasimpasa, cuyo padre y abuelo eran mineros del carbón en Zonguldak, la zona minera más importante del país, en el Mar Negro .

La oposición en Turquía se divide en dos líneas ideológicas, con el principal Partido Republicano del Pueblo (CHP ) visto como de dominio exclusivo de una élite laicista y el resto de partidos que apenas tienen impacto y son pequeños parches en el mapa electoral.

En Kasimpasa, un área donde la mayoría de las mujeres se cubren el pelo y el naranja y azul del islamista AKP adornan la mayoría de las calles, no hay otras opciones. 

"La gente todavía vota por Erdogan porque es como estar enamorado de alguien durante mucho tiempo y no darte cuente de que ha cambiado para peor", opina Sinan, un camarero. "La gente está bajo su hechizo y no ve su lado malo".