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REPORTAJE

Gerard Mortier: cuatro años de amor y odio en el Teatro Real

  • El TR reconoce la calidad de los "espectáculos excepcionales" programados
  • Sometemos su gestión artística al análisis de cuatro expertos
  • Luis Gago, Rafael Banús, Miguel Angel Marín y Mikel Chamizo

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Gerard Mortier, en el patio de butacas de los Teatros del Canal durante una de las funciones de Montezuma de Graun, en septiembre de 2010.
Gerard Mortier, en el patio de butacas de los Teatros del Canal durante una de las funciones de Montezuma de Graun, en septiembre de 2010.

“Una de las personalidades más importantes de la cultura europea en el campo de ópera”. Así definía este miércoles, Gregorio Marañón, al todavía director artístico del Teatro Real, Gerard Mortier, a pesar de las diferencias del TR con el aún intendente, que el coliseo escenificó en esa conferencia de prensa en la que se anunció que Joan Matabosch sucedería en breve en el cargo a Mortier, actualmente enfermo de cáncer.

Nadie puede poner en duda que Gerard Mortier, quien ha estado al frente de la dirección artística del Teatro Real en estos últimos 4 años, es una personalidad cultural de primera fila. Tampoco se puede cuestionar que –con sus programaciones que combinan el repertorio con nuevas creaciones interdisciplinares- ha dado un vuelco al coliseo madrileño, provocando la adhesión de nuevos públicos y la deserción de muchos antiguos abonados que añoraban mayor presencia de los títulos operísticos clásicos.

Ha sido un dato comprobable que el interés mundial por el Teatro Real ha ido creciendo progresivamente desde que en 2010 este exalumno de los jesuitas, Doctor en Derecho y licenciado en Comunicación por la Universidad de Gante llegó a Madrid para relevar al conqueño Antonio Moral.

De su curriculum, basta mencionar su paso por la Ópera de París, la Monnaie (Bruselas) y el Festival de Salzburgo, entre otros grandes centros musicales europeos, donde ya mostró su espíritu innovador y su interés por espectáculos menos convencionales.

Pasión y dedicación

Pero todo ello no evita que el su gestión haya sido más que controvertida y que su personalidad, gustos o afinidades artísticas han pesado mucho en la programación de las últimas temporadas.

Le puedes odiar y al momento quererle, con él se aprende tanto estando a su lado…”, cuenta un colaborador suyo del Real.

Él, como cualquiera que haya frecuentado el Real, nos habla de la pasión de un hombre cultísimo y al tanto de las corrientes culturales (bien sea música, teatro, pintura, literatura…).

Presente en todos los ensayos, en casi todas las funciones. Su pasión e hiperactividad le llevaban incluso a ayudar al público a acomodarse en sus asientos. Y todo siempre con una sonrisa amable.

Calidad musical y escénica

“Tuve la ocasión de seguir todo su mandato en el Festival de Salzburgo, y en numerosas producciones se alcanzó un nivel espectacular, al unir la máxima calidad musical con propuestas escénicas muy interesantes” explica a RTVE.es Rafael Banús, periodista, experto melómano y director del programa El fantasma de la ópera de Radio Clásica-RNE.

“Quizá en Madrid no se hayan conseguido los mismos resultados, pero siempre ha habido una valentía en la búsqueda de nuevos horizontes para un género tan fascinante como la ópera, tratando siempre de no convertirla en una pieza de museo. De ahí el volver una y otra vez sobre los grandes títulos, pero desde una perspectiva teatral o musical diferente, que casi siempre te hace reflexionar”, añade Banús.

"Ha aportado muy poco"

Podemos encontrar en el mundillo musical muchos expertos que confirmarían la tesis de Banús, y otros tantos que dirían exactamente lo contrario.

Es el caso de Luis Gago, musicólogo, traductor y director en los últimos siete años del Liceo de Cámara, uno de los ciclos musicales más prestigiosos en España.

“La etapa Mortier ha aportado muy poco y el saldo de sus producciones es mucho más negativo que positivo. No creo que un teatro de ópera, y más de las características del Real, esté para abrirse a artistas como Antony, Marina Abramovic o Rufus Wainwright, por mucho que le gusten a Mortier. Y la calidad artística de lo que han hecho dejaba mucho que desear.”, concluye Luis Gago.

Luces y sombras

"Un estudio reciente ha mostrado que en torno al 75% de las óperas programadas en una temporada en los principales teatros del mundo pertenecen a solo diez compositores: Mozart, Verdi, Puccini, Wagner, Rossini, Donizetti, Richard Strauss, Bizet, Janacek y Händel", nos cuenta Miguel Angel Marín, director del programa de Música de la Fundación Juan March.

"Ante este panorama", prosigue Marín " un programador tiene una cierta obligación de proponer nuevos retos a los oyentes. En este sentido, creo que es justo reconocer que Mortier se ha mostrado particularmente sensible"

Sin embargo, matiza, "un proyecto de éxito en un contexto cultural concreto puede resultar un fracaso en otro entorno" porque "La programación no es una actividad que se realice en el vacío de forma abstracta, sino que debe ser una respuesta pensada a partir de un marco cultural y de una tradición musical determinados".

Un compositor joven que ya ha estrenado algunas obras en foros importantes y que ejerce desde hace años como crítico musical en diarios como Mundoclasico.com, Mikel Chamizo (País Vasco, 1980) enjuicia el trabajo de Mortier de este modo:

“En la etapa Mortier se han visto buenas y malas producciones. Algunas excelentes, como el Lady Macbeth de Mtsensk de Kusej o el Così fan tutte de Haneke, y otras que se ganaron el rechazo casi generalizado del público, como Choeurs o el Don Giovanni de Tcherniakov. Pero la alternancia de producciones exitosas y no exitosas es algo común a todos los coliseos de ópera del mundo, es imposible dar con una fórmula mágica para acertar siempre”

“Una programación valiente”

En una línea parecida se expresa Rafael Banús: “Creo que ha habido producciones muy buenas (San Francisco de Asís, Lady Macbeth de Mtzensk, Mahagonny, Perséphone-Iolanta, Iphigénie en Tauride, Così fan tutte, Pelléas et Mélisande…). El número de estrenos no me parece tan importante como la repercusión de algunos de ellos, como The Perfect American. Podrá gustarte más o menos Philip Glass, pero hay que reconocer que, en lo suyo, es un nº 1”

Mortier es un director que siempre recalca que el teatro (y la ópera no deja de ser teatro más alla del virtuosismo vocal) está al servicio de las preocupaciones del mundo en que se vive.Así explica Chamizo la filosofía operística-teatral de Mortier:

“Mortier se aproxima a la ópera desde una perspectiva moral, entendiendo que es un arte del pasado que hay que actualizar para que tenga vigencia en nuestros días. Es un credo que comparte con las grandes figuras del teatro con las que colabora habitualmente, y que yo en parte comprendo: producir una ópera de hace entre 100 y 400 años sin reinterpretarla desde nuestra realidad y problemática social es de un conservadurismo casi fetichista, y una inmoralidad si se hace con dinero público porque es invertir en un cadáver”

Mejora de la orquesta y coro

Tampoco se puede olvidar la labor de Mortier a la hora de mejorar los cuerpos estables del teatro, como reconocía esta misma semana Gregorio Marañón, y de traer hasta el Real grandes artistas internacionales.

“Lo que ha mejorado considerablemente es el foso, tanto por la presencia de grandes maestros como Semyon Bychkov o Riccardo Muti (o de directores muy “particulares” como Hartmut Haenchen o Ingo Metzmacher) como por el “olfato” para descubrir nuevos talentos (Teodor Currentzis, Thomas Hengelbrock, Pablo Heras-Casado…)”, argumenta Rafael Banús.

El futuro post-Mortier

Preguntamos a nuestros expertos qué línea consideran que debería seguir el TR, bajo la próxima dirección artística de Joan Matabosch. Todos coinciden, por diferente razones en que convendría un nuevo rumbo.

“Creo que es mejor un cambio de orientación. Pienso que Mortier tiene mucha personalidad y su proyecto está demasiado ligado a sí mismo como para tener continuadores”, apunta Banús. Más contundente es también en este aspecto Luis Gago: “La línea Mortier sólo conduce al precipicio. Hay que programar pensando en la ciudad, en el público del teatro, no en los gustos personales del director artístico”, concluye.

En cuanto a Mikel Chamizo también propone la renovación de ideas: “Mortier es Mortier y cualquier intento de continuar su línea sin contar con él creo que terminaría cayendo en la incoherencia y el despropósito" El "handicap" del sucesor "no será tanto estar a la altura del trabajo de Mortier, sino mantener la proyección internacional que el Teatro Real ha adquirido durante el mandato del belga. Ahora el Real es un teatro posicionado en el circuito europeo y eso es un lujo que no se puede permitir perder”.