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Las miradas se vuelven hacia Túnez tras el golpe de Estado en Egipto

  • Las autoridades descartan un "contagio" de lo ocurrido en Egipto 
  • La oposición secular busca unirse contra Al Nahda 
  • Aparece un movimiento también llamado "Rebelión"  
  • El sindicato CGTT, clave en la evolución política

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Tunecinos gritan lemas contra los islamistas de Al Nahda frente a la sede de la Asamblea Constituyente, el 1 de julio
Tunecinos gritan lemas contra los islamistas de Al Nahda frente a la sede de la Asamblea Constituyente, el 1 de julio.

Ahora que la "primavera egipcia" parece estar viviendo una vuelta atrás, o una nueva fase, según el punto de vista, con el retorno de los militares al poder, muchas miradas se vuelven hacia el país donde se iniciaron las revueltas: Túnez.

Según explicaba este jueves a RTVE Eduard Soler, experto del CIDOB, es previsible que tras el golpe de Estado y el derrocamiento de Mohamed Morsi los gobiernos de la zona controlados o directamente inspirados por los Hermanos Musulmanes sufran ahora un ataque desde la calle o desde los cuarteles,  y teman perder el poder por un golpe de mano del Ejército o la Policía.  Soler se refería, especialmente, a los gobiernos de Hamás en Gaza y de  Al Nahda en Túnez.

Los líderes políticos locales se han apresurado a señalar las diferencias con Egipto. "Algunos jóvenes soñadores piensan que pueden repetir en Túnez lo ocurrido en Egipto, pero sus esfuerzos serán en vano, la situación es totalmente diferente", ha dicho el líder de Al Nahda, Rachid Ganuchi.

Por su parte, el primer ministro, Alí Larayidh alegó que el gobierno que él preside se rige "por el consenso y la participación".

El presidente francés, François Hollande, que visitaba Túnez el viernes, mostraba su esperanza en que la transición a la democracia formal en la excolonia fuera pacífica.

"Vais en la buena dirección. En Libia, la transición está marcada por la violencia; en Egipto, se ha detenido por el derrocamiento del presidente electo; y en Siria, el deseo de cambio condujo a la guerra", ha dicho Hollande.

El Ejército tunecino no es el egipcio

Rachid Ganuchi señalaba, como principal diferencia con Egipto, que las Fuerzas Armadas tunecinas no tienen tradición de ejercer el poder.

Y es cierto. Nunca un uniformado ha gobernado el país, marcado por las largas presidencias autoritarias de Habib Burguiba (1959-87) y Zine el Abedin Ben Ali (1989-2011).

"En Túnez no tenemos un Ejército con tradición de gobierno", explica a RTVE.es el arabista tunecino Farouk Jhinaoui, de la Universidad de Saint Louis, en Madrid.

"Es un ejército pequeño que está agotado porque lleva dos años protegiendo las calles, haciendo el trabajo de la Policía", añade.

El Ejército de tierra tiene unos 40.000 efectivos y el país dedica un 1.5% del presupuesto a gasto militar. Recientemente, el jefe del Estado Mayor, general Rachid Ammar, anunció su jubilación, lo que el diario saudí Al Sharq al Awsat achacó a las críticas a la incapacidad del Ejército para acabar con bolsas de grupos salafistas armados.

La oposición busca unirse

Pese a que la coalición de Gobierno (formada por Al Nahda, el Takatul y el Consejo Por la República) ha conseguido sobrevivir a varias crisis, la situación política está lejos de ser estable.

La oposición secular, formada por el Frente Popular, de tendencia izquierdista, y Unidad para Túnez, que agrupa a cinco partidos diversos, disputa la hegemonía de Al Nahda.

"Hay rumores de que ambos grupos se están acercando" - explica Jhinaoui - "Desde hace seis meses, los sondeos electorales dan a Al Nahda como segundo partido tras Unidad de Túnez, y el Frente obtendría en torno al 10%".

Gobierno y oposición tienen dos importantes puntos de fricción. Por un lado,  la Asamblea Constituyente, de mayoría islamista, continúa reunida para redactar una nueva Carta Magna pese a haber vencido el plazo de un año para el que fueron elegidos sus representantes.

En segundo lugar, el Gobierno planea aprobar una ley que impediría presentarse a las elecciones a algunos líderes opositores que provienen del antiguo régimen, lo que perjudicaría especialmente a Unidad para Túnez, cuyo líder principal es el ex primer ministro Beji Caid Essebsi.

Un tercer caballo de batalla lo constituyen los intentos de "islamización" de las costumbres sociales, sobre todo en lo referente a los derechos de la mujer, a los que responden las numerosas organizaciones civiles tunecinas.

Aparte están los salafistas, islamistas más radicales que los de Al Nahda, que han protagonizado violentos enfrentamientos con grupos laicos y con las fuerzas del orden, y a los que se acusó del asesinato de un conocido lider de izquierdas.

En este contexto, ha aparecido en Túnez un nuevo actor: Tamarud (Rebelión), un movimiento homónimo del que ha recogido millones de firmas contra el gobierno egipcio, precipitando la caída de Morsi.

Según recoge la web de Al Manar (grupo de comunicación libanés ligado a Hizbulá), el portavoz de dicho grupo es Mohamed Bennour, quien en una entrevista en una radio local habría explicitado sus objetivos básicos: “disolver la Asamblea Constituyente, que ha perdido su legitimidad" y "recuperar la constitución, que está secuestrada". El movimiento aboga por la formación de una comisión de expertos que redacte la nueva Carta Magna.

La central sindical será la clave

Como en el caso de Egipto, es la economía y, sobre todo, la postura de la poderosa central sindical, la CGTT, lo que pueda inclinar la balanza en contra o a favor del gobierno islamista.

El PIB, tocado por el alejamiento del turismo durante la revolución, creció un 3.6% en 2012. Esto ayudó a reducir el paro al 16.7%, aún lejos del 13% anterior a la revuelta, según cifras del Banco Mundial. El aumento de los precios de los alimentos no subsidiados ha superado el 9%.

El país sigue necesitando créditos financieros. Durante su visita, François Hollande prometía 500 millones de euros en créditos y ayudas.

Según Jhinauoi, la oposición carece de una alternativa económica que le ayude a recabar el apoyo popular. "Quien puede cambiar las cosas en Túnez es el sindicato, volcando su apoyo de un lado o de otro, aunque no siempre se suma a las iniciativas de forma visible".

El "contagio egipcio", por tanto, no parece probable en Túnez al menos de momento. El problema más acuciante es común al gobierno islamista y a la oposición, y en realidad a todos los gobiernos elegidos en las urnas: garantizar el bienestar de sus ciudadanos.