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Suníes contra chiíes: El conflicto sirio recrudece la 'guerra fría' en el corazón del Islam

  • El conflicto sirio ha avivado las viejos enfrentamientos sectarios en Irak y Líbano
  • Según algunos expertos, las potencias regionales manipulan el factor sectario

Por
Entrevista a Jesús Núñez sobre el recrudecimiento de los conflictos sectarios en Oriente Medio

"Y combátelos hasta que no haya más oposición (fitna) y la práctica de Adoración se dedique por completo a Allah" 

Sura 8:39 del Corán

Decía Gilles Kepel, el prestigioso orientalista, que la ‘fitna’ - la escisión y lucha entre las dos grandes corrientes islámicas por el control del mundo musulmán- ha sido un “temor obsesivo para los clérigos desde que el Islam existe". Supondría, temían los mulás, la debilidad en la comunidad musulmana. Ahora, IrakSiria, e incluso, algunas ciudades de Líbano, podrían ser las trincheras modernas de una guerra muy antigua.

Desde la localidad libanesa de Trípoli hasta las calles de Bagdad, pasando por Damasco, Alepo o Al Qusair,  los enfrentamientos entre suníes y chiíes se han incrementado. Las potencias de ambas sectas, Irán-Arabia Saudí- Catar, juegan su partida de ajedrez en una particular ‘guerra fría’ por el corazón del Islam.

Las calles de Trípoli descansan a ratos con una extraña calma que salta por los aires sin apenas provocación. Semanas de enfrentamientos esporádicos entre los distritos suníes y chiíes han ocasionado más de 30 muertos y 300 heridos. La constante se ha repetido desde el inicio del conflicto en Siria. En Beirut, Hizbulá llegó a decretar el toque de queda, e incluso varios cohetes llegaron a impactar en sus bastiones. Algunos veteranos periodistas, como Robert Fisk, advierten que el país vive su momento más tenso desde la guerra civil. El Ejército incluso habla de un 'complot' para arrastrar al país a la guerra.

TVE retrata la guerra en Líbano (1975)

A tan solo unos kilómetros, al otro lado de la frontera siriael régimen de Damasco ha recuperado el control de la localidad de Al Qusair tras un dos semanas de asedio, con la inestimable ayuda militar de la milicia chíi de Hizbulá. Las tropas rebeldes, muchas de ellas compuestas por la organización islamista suní Yabaat Al Nusra, lideraban la resistencia. Por la otra frontera, la de Irak - informaba la BBC - centenares de yihadistas chiíes de origen iraquí entraban en Siria para ayudar a Damasco.

Mientras, las calles de Bagdad han sufrido uno de los meses mas sangrientos por ataques de grupos cercanos a la red suní de Al Qaeda contra intereses chiíes. Más de 600 muertos durante el mes de mayo.

Cada vez, más expertos hablan del incremento de la violencia sectaria. Y el catalizador es, quizá, Siria. Pero esta “es una cuestión de pura política internacional”, señala a RTVE.es el periodista Javier Martín, autor de los libros Suníes y Chiíes: los dos brazos del Islam y La casa de Saúd. “Hay demasiados intereses de actores ajenos al conflicto en Siria para que vuelva a resurgir el conflicto entre suníes y chiíes” en la región.

El ‘creciente chií’

Algo cambió en el escenario musulmán cuando en enero de 1979 el Ayatolá Ruholá Jomeini alcanzó el poder en Irán. Nacía, en esos momentos, la primera potencia chií y con ella, un cambió radical en la región que asustó a las potencias suníes. “Cambió las reglas del juego. Creó un nuevo actor en Oriente Medio, una nueva potencia con el suficiente poder para levantar a las comunidades chiíes, como por ejemplo, en Líbano”.

Teherán tejió una estrecha alianza con Siria, gobernada por la minoría chií de los alauíes, y creo Hizbulá en Líbano, una poderosa organización islamista chií que se ha hecho, de facto, con el control de parte del país. La caída el régimen de Sadam Husseín Así nació el cordón de influencia y poder  Hizbulá-Siria-Iraq-Irán, al que muchos llamaron el ‘creciente chií’.

Para las monarquías del Golfo, lideradas por Arabia Saudí o Catar, el enemigo chií ha sido una amenaza regional constante desde entonces. Pero han encontrado en las revueltas árabes una oportunidad para rediseñar la dimensión de su influencia. Y un escenario clave es Siria. Allí se libran muchas guerras y una de las más importantes es la regional.

Los tres actores extranjeros de la guerra en Siria

“Arabia Saudí, de una manera menos evidente que Irán pero si financieramente mucho más importante, trata a través de la acción de grupos como los Hermanos Musulmanes y otros suníes intentar quebrar Siria para que deje de apoyar a Irán, su antagonista regional”, afrima Javier Martín.

Más de dos años y 70.000 muertos después del inicio de las revueltas, la presencia de combatientes extranjeros suníes y chiíes es cada vez mayor. Del lado rebelde, algunas de las más poderosas brigadas pertenecen a las corrientes islamistas suníes cercanas a Al Qaeda. “Azotar la división entre suníes y chiíes es también una manera de involucrar cada vez más a los movimientos fanáticos suníes que vienen financiados desde Catar y Arabia Saudí”, asegura el periodista español.

Fuentes citadas por el diario Financial Times sugieren que Catar podría haber gastado unos 3.000 millones de dólares en ayuda a los rebeldes.  En el caso de Arabia Saudí, podría ser el doble. “Es una cantidad considerable de dinero para haberse dedicado exclusivamente a armas o asistencia militar”, aseguraba Pieter Wezeman, investigador principal del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI).

Por su parte, Bachar Al Asad cuenta con apoyo de Irán, desde el económico,  hasta el estratégico, con la presencia de miembros de sus cuerpos de élite, los Guardianes de la Revolución. “Irán juega el factor de la comunidad chií, trata de mantener de cualquier manera a uno de sus principales aliados en la región y quizá el único puente con el mundo árabe”, dice Martín. Pero la guerra en Siria tiene más consecuencias y algunas ya se empiezan a vislumbrar.

Incluso lo ha advertido la ONU: La de Siria “es la mayor amenaza para la seguridad internacional "desde la Guerra Fría", comentó este viernes el alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Antonio Guterres. El peligro "de que este conflicto se extienda a Irak y el Líbano" es inminente. “Hay un riesgo de explosión en Oriente Medio para el que la comunidad internacional no está preparada", ha advertido.

Irak y Líbano, heridas que nunca se cerraron

“El conflicto que surgió en Irak tras la invasión angloamericana se cerró en falso”•, recuerda Javier Martín. Y es que los enfrentamientos sectarios se han recrudecido en el país árabe. Sólo en el mes de mayo, más de 600 personas murieron en varios ataques muchos de ellos motivados por cuestiones sectarias. En abril, fueron 700. Es el peor repunte de la violencia sectaria en varios años, un escenario que recuerda a los primeros años tras la invasión del país.

“El conflicto en Siria ha actuado de acelerante para que todos los problemas que ya estaban de antiguo vuelvan a salir a la superficie” comenta Martín. “Hay parte de los suníes de Irak que tienen una vinculación muy grande con elementos radicales suníes del este de Siria, mientras que hay milicias de la parte sur de Irak, cercanas al influyente clérigo chií Muqtada Al Sader y otros grupos proiraníes que están ayudando tanto al régimen sirio como a Hizbulá”.

Algo parecido ocurre en Líbano. “Ese conflicto también se cerró en falso en los años 90, nunca se solucionaron los graves problemas de desequilibrio de poder de las grandes confesiones, y el problema ha estado latente” recuerda el periodista español.

Desde que estallara el conflicto en Siria, los rebeldes han encontrado refugio en algunas regiones de Líbano. Eso ha avivado viejos fantasmas, especialmente en localidades, como la ciudad de Tripoli, con una gran división entre chiíes y suníes.

“Hasta ahora ha habido un elemento unificador que impedía que esos enfrentamientos volvieran a surgir,  es decir, la lucha contra el enemigo común, Israel, llevada a cabo por Hizbulá” dice Javier Martín. Pero “el hecho de que Hizbulá empiece a embarrarse en la guerra civil siria, hace que pierda prestigio y estabilidad y que los demás grupos confesionales empiecen a armarse ante la posibilidad de una nueva guerra civil. E Israel y Turquía juegan con esa posibilidad”. El objetivo, dice, es debilitar a Hizbulá.

Con la excusa de las revueltas árabes, “el factor sectario está siendo manipulado por las diferentes partes para intentar teñir de conflicto entre confesiones lo que en realidad es un conflicto político y regional”, afirma Martín. Las potencias regionales hurgan en una herida casi tan antigua como el Corán, resucitando esos miedos de los mulás a los que se refería Gilles Kepel.