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La matanza de Hula incrementa la presión sobre Rusia por su postura respecto a Siria

  • La comunidad internacional centra sus esfuerzos en convencer a Moscú
  • Putin dice que no cederá a las presiones extranjeras

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"Rusia dice que quiere evitar una guerra civil en Siria. Yo le digo que su política contribuirá a que haya una guerra civil", comentó el pasado jueves en Copenhague la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton. La secretaria de Estado defendió así la necesidad de aumentar la presión externa e interna contra el régimen sirio, algo que repercute directamente a su principal aliado en la comunidad internacional, Rusia.

"La matanza de personas inocentes debe pararse, pero Rusia y China nos lo ponen muy difícil", añadió Clinton.

Las presiones diplomáticas sobre el gran valedor del régimen sirio en la comunidad internacional se han incrementado, especialmente, tras la matanza de Hula, que ha horrorizado a la comunidad internacional y ha iniciado esta semana una ofensiva diplomática que se ha saldado con la expulsión de los embajadores de Damasco en distintos países occidentales.

Sin embargo, el presidente ruso, Vladímir Putin, no parece dispuesto a ceder a las presiones occidentales y modificar la postura del Kremlin en relación a Siria, su último aliado en Oriente Medio. "La postura rusa es bien conocida, equilibrada, congruente y absolutamente lógica", aseguró Dmitri Peskov, portavoz del jefe del Kremlin, a la agencia Interfax.

"Libre de emociones"

El mensaje es claro: Rusia no modificará bajo presiones diplomáticas su postura contra la intervención militar extranjera en Siria y a favor del estricto cumplimiento del plan de paz del mediador internacional, Kofi Annan.

Tras su reunión este viernes con la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente ruso ha negado categóricamente que su país esté suministrando a Siria armas susceptibles de ser empleadas en una guerra civil y también que se comporte como un aliado del régimen de Bachar al Asad. Moscú "no está "apoyando" al régimen de al Asad, porque no está "respaldando ninguna de las partes en conflicto", dijo Putin, sino que trabaja para evitar "una escalada de violencia" que degenere en una "guerra civil".

Para Moscú, la posición rusa en relación al conflicto en el país árabe "está libre de emociones", ya que éstas "están fuera de lugar en una situación tan complicada", según especificó Peskov, quien descartó que esa postura vaya "a modificarse bajo algún tipo de presión".

Rusia considera que Occidente quiere aprovechar la ola de indignación internacional por la reciente matanza de Hula, donde murieron más de un centenar de civiles, incluidos decenas de niños y de mujeres, para justificar sus planes de injerencia en el país árabe.

Esta semana el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, llamó a Occidente a esperar a los resultados de la investigación de la matanza, antes de exigir nuevas sanciones internacionales contra Damasco. "A juzgar por lo visto, el plan de Annan les molesta", denunció Lavrov en alusión a las potencias occidentales.

El caso de Libia

Putin no está dispuesto a que le ocurra lo mismo que a su antecesor en el cargo, Dmitri Medvédev, quien no vetó el pasado año la resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, algo que a la postre allanó el camino para la intervención en Libia.

Entonces, Putin ya tachó de "llamamiento a las cruzadas" la resolución 1973 que condujo al derrocamiento y muerte del dictador libioMuamar el Gadafi. "El veto no es un capricho", asegura Putin, quien cree que Occidente pone en peligro la estabilidad mundial son su política de intervención supuestamente humanitaria.

El líder ruso opina que esa política es una excusa para exportar a Siria "la democracia de las bombas", como él describe lo ocurrido en Libia e Irak.

Política exterior de Putin

Los expertos aseguran que el empecinamiento ruso no sólo es una cuestión de influencia en Oriente Medio, ya que Siria acoge una base naval rusa en el puerto de Tartus y es uno de los principales clientes de su industria armamentista.

Lo que está en juego es la misma política exterior de Putin, que quiere devolver al lugar que el cree que merece a su país, que sigue siendo una temible potencia nuclear, pero que ha perdido un gran número de aliados en el mundo desde la caída de la Unión Soviética.

"La experiencia yugoslava en el 1999, la iraquí en 2003 y, finalmente, la libia en 2011, demuestran que dicha injerencia únicamente agrava la situación. Por ello, la postura de la Cancillería rusa es justa y lo más seguro es que no cambie", señala Alexéi Podtserov, arabista de la Academia de Ciencias.

Rusia mantiene que "defiende la Justicia, no a Asad", y critica a Occidente por incitar a los rebeldes a levantarse en armas contra las autoridades legítimas.