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Amro Musa, el viejo zorro de la política egipcia fía su suerte a su prestigio

  • Fue ministro de Exteriores con Hosni Mubarak 
  • Encabezó la Liga Árabe durante una década 
  • Tiene un discurso difuso y el apoyo de grances fortunas del país

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ÚLTIMO DÍA DE CAMPAÑA EN LAS PRESIDENCIALES EGIPCIAS
El candidato presidencial de Egipto, Amro Musa.

Probablemente no sea el candidato más carismático ni quien mejor encarne los valores de la revolución, pero Amro Musa, viejo zorro de la política, cuenta con un activo fundamental: todos los egipcios conocen su nombre.

En un país con un tercio de analfabetos, Musa (El Cairo, 1936) confía en que el reconocimiento popular que se labró al frente de la Liga Árabe le ayuden a convertirse en el primer presidente del Egipto democrático.

Al mismo tiempo, su pasado es uno de sus lastres, ya que es percibido por una parte importante de la población como un "fulul", es decir, uno de los remanentes del régimen de Hosni Mubarak.

Sin embargo, a Musa le acompaña hace tiempo ese aura de "presidenciable", casi de candidato inevitable, que ha reforzado sus altos niveles de autoestima y le ha dado impulso en los sondeos.

Campaña intensiva

Pese a su porte de aristócrata, nadie podrá decir que el veterano diplomático no se haya manchado de barro sus zapatos. Una intensísima campaña le ha llevado a los pueblos más remotos del Egipto rural, donde es difícil no toparse con algún cartel suyo, lo que delata la generosidad de sus donantes, entre quienes, dicen sus enemigos, se hallan algunas de las mayores fortunas del país.

Musa cuenta como aliados con todos los temerosos a un Egipto islamista, además de con un buen número de caciques locales que lo han ayudado a extender su red de influencia. Además, ha desplegado sus mejores dotes de funambulismo político para no irritar al Ejército con sus declaraciones -suele esquivar las preguntas más espinosas sobre la actuación de la Junta Militar- y para tampoco alienar con su laicismo a los piadosos egipcios.

Su difusa ideología mezcla elementos de nacionalismo a ultranza, liberalismo económico y pragmatismo exterior, todo ello regido por una premisa: "Egipto necesita por fin seriedad", dijo en una reciente entrevista con Efe.

En su larga trayectoria como diplomático se ha curtido en la negociación a brazo partido, lo que representa una de sus mayores virtudes pero que a la vez constituye, como ha reconocido, una de sus debilidades, al ser percibido como alguien capaz de pactar con Dios y con el diablo.

Larga carrera diplomática

Hijo de un parlamentario egipcio, Musa se licenció en Derecho en la Universidad de El Cairo y después completó sus estudios jurídicos en París. Antes de desembarcar en la Liga Árabe,  desarrolló casi toda su carrera en el Ministerio egipcio de Asuntos Exteriores,  donde ingresó en 1958, y fue destinado como embajador a la Unión Soviética, Suiza, la India y la ONU.

En 1991 alcanzó la cúspide de la carrera diplomática con su nombramiento como ministro de Asuntos Exteriores, puesto que mantuvo durante una convulsa década.

Fue en esos años cuando se forjó una reputación de mano dura frente a Israel, frente al supuesto entreguismo de Mubarak, que conectó con una opinión pública profundamente antisionista. Una canción en su nombre irrumpió entonces en las listas de las más vendidas en todo el mundo árabe. "Odio a Israel y amo a Amro Musa", de Shaban Abderrahim, todavía se puede escuchar en sus actos electorales.

Sin embargo, el propio Musa se ha encargado de aguar las esperanzas de un brusco volantazo en su política hacia el país vecino. "Tenemos grandes desacuerdos con Israel y una gran parte de nuestro pueblo lo considera el enemigo, pero el presidente tiene que gestionar esa realidad con sabiduría en lugar de seguir lemas y consignas que pueden conducir a un choque para el que quizás no estemos preparados", subrayó en un reciente debate electoral.

Su consagración como personalidad internacional llegó en 2001, tras ser nombrado secretario general de la Liga Árabe. Al frente de la organización, acusada en muchas ocasiones de inoperancia, Musa fue la cara del mundo árabe ante la comunidad internacional en el complejo escenario abierto tras los atentados del 11-S en Estados Unidos.

Su oposición a las operaciones de Israel contra los palestinos y su rechazo a la guerra de Irak marcaron la década de su liderazgo en la Liga Árabe, que terminó cuando, en mayo de 2011, anunció su candidatura a las elecciones presidenciales.

Seguridad y economía, principales preocupaciones

Enfocado en los dos principales problemas que, a su juicio, preocupan a la ciudadanía egipcia, la seguridad y la economía, Musa se ha rodeado de un equipo de antiguos asesores y jóvenes profesionales que le acompañan en su autobús de campaña, encargados de hacer que su presencia se sienta también en las redes sociales.

Socarrón, disfruta con las últimas ocurrencias del humor popular en su cuartel general, en el céntrico barrio cairota de Dokki, donde le acompañan un buen número de mujeres, la mayoría sin velo.

Casado y con una hija, se encuentra a sus 75 años con la gran oportunidad de su vida para dirigir a Egipto por la senda democrática y enderezar el rumbo de un país que marcha a trompicones por la transición, tras el final de más de 50 años de gobierno militar.