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El pacto fiscal resucita el choque de trenes que tumbó la Constitución europea

  • En 20005 Holanda y Francia tumbaron el texto constitucional
  • Ahora ambos países ponen en jaque el pacto fiscal por distintos motivos
  • Hollande advierte de que Francia no lo aprobará si no se renegocia
  • El pacto amenaza con desatar una crisis institucional en la UE

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Eran finales de mayo de 2005 y el entonces presidente de turno de la UE, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, actual presidente del Eurogrupo, se oponía tajantemente a la renegociación del Tratado de la Constitución europea tras el sonoro 'No' de Francia y el previsible rechazo de Holanda"Es imposible, no habrá un Tratado mejor" y "no podrá haberlo", afirmaba, al tiempo que anunciaba que el proceso de ratificación continuaba a pesar de todo.

Sin embargo, la realidad fue que los contundentes 'noes' de París y Ámsterdam abrieron una crisis institucional en el seno de la Unión Europea, comparable a la que se ha perfilado esta semana en los mismos países, que desatascó (cómo no) Alemania.

En calidad de presidente de turno, Berlín puso fin al período de reflexión sobre el texto constitucional y propuso un nuevo acuerdo, que tomó la forma del Tratado de Lisboa, firmado en 2007.

Siete años más tarde, parece que la historia está condenada a repetirse. La diferencia es que esta vez las economías de la eurozona no disfrutan de la fortaleza de entonces para enfrentarse a los mismos errores.

Con más canas y el mismo carisma, Juncker –famoso en España por "estrangular" al ministro de Economía Luis de Guindos– podría presenciar de nuevo  cómo Francia hace saltar por los aires los pactos europeos.

Antes de que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE consagrasen la austeridad por ley el pasado 2 de marzo,  el pacto fiscal ya había recibido alguna amenaza de muerte.

La primera, de Reino Unido y la República Checa, que se desmarcaron desde el comienzo del tratado. Luego, la decisión de Irlanda de someterlo a referéndum, un trámite legal que pone en riesgo el acceso de Dublín al fondo rescate permanente y más teniendo en cuenta que el electorado irlandés ya rechazó en el pasado dos tratados europeos. Y, además, Polonia condicionó su ratificación a participar en el Eurogrupo.

Sin embargo, el golpe de gracia que atenaza el pacto fiscal se encuentra en París y se llama François Hollande. El candidato socialista al Elíseo ha revolucionado Bruselas y, sobre todo, el Reichstag, con su cruzada a favor de un pacto de crecimiento que haga revivir las malheridas economías europeas en contra de la cura de austeridad impuesta por Berlín.

La eterna lucha: austeridad vs. crecimiento

Desde el inicio de la campaña presidencial, el líder del PS ha defendido que los recortes no bastan para salir de la crisis -una tesis que cada vez tiene más adeptos entre los Estados miembros e incluso el beneplácito del presidente del Banco Central Europeo (BCE), que esta semana ha pedido también un pacto de crecimiento.

Y tras ganar a Nicolás Sarkozy en la primera vuelta de los comicios galos,  Hollande ha intensificado aún más su discurso, convirtiendo el futuro de la eurozona en una de sus grandes armas frente al líder conservador.

"Merkel no puede decidir por toda Europa", ha afirmado abiertamente, al tiempo que ha anunciado que enviará una carta el día después de las elecciones, si gana, con un plan que quita el sueño a la canciller.

Proponer añadir al pacto fiscal un paquete de medidas de estímulo, solidaridad y  gobierno político con un par de epígrafes que representan las líneas rojas que Merkel asegura no estar dispuesta a cruzar: los eurobonos y el cambio de rumbo del Banco Central Europeo para que preste  directamente a los Estados y no a los bancos.

El pacto fiscal "no se puede volver a negociar",  ha respondido tajante la jefa del Gobierno alemán emulando a Juncker en 2005.

Pese a su firmeza para defender el control del déficit, la canciller alemana empieza a mostrarse más flexible a la hora de aceptar políticas que impulsen el crecimiento y ya ha anunciado que la próxima cumbre de junio del Consejo Europeo debatirá una nueva agenda del crecimiento.

Merkel parece haber aceptado parte de las ideas del presidente de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, y de la Comisión Europea y explica que dentro de esa agenda puede incluirse el refuerzo del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el uso de los fondos de infraestructura europeos de forma más flexible para ayudar a estimular el crecimiento económico en Europa.

Este aparente acercamiento puede ser insuficiente para evitar el choque de trenes: Merkel y Hollande sostienen dos ideologías -una conservadora y otra socialista-,  dos formas de salir de la crisis -austeridad frente a crecimiento- y dos formas de entender la construcción europea -la potencia francoalemana frente la toma de decisiones comunitaria.

El 'Tratado para la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria', el llamado pacto fiscal, fue rubricado por los 25 Estados en el último Consejo Europeo y algunos países ya lo han ratificado en sus parlamentos nacionales. Es el caso de España, uno de los primeros en incluir la 'regla de oro' en la Constitución y en aprobar la Ley de Estabilidad Presupuestaria, en la que prohíbe el déficit público. Italia, Alemania y países rescatados, como Grecia y Portugal, también han legislado ya en el mismo sentido.

El Congreso español, de hecho, ha realizado un esfuerzo superior al que marca la UE al fijar como objetivo el déficit cero.

El pacto europeo obliga a los países firmantes a mantener el déficit estructural anual por debajo del 0,5 % del PIB,  y contempla sanciones automáticas para quienes sobrepasen el 3% que fija el Pacto de Estabilidad y Crecimiento a finales de 2013.

'Merkollande', la extraña pareja

A diferencia de lo que ocurrió con la Constitución Europea y otros tratados, el pacto fiscal solo necesita ser ratificado por 12 Estados miembros para entrar en vigor, a partir del 1 de enero del próximo año. Sin embargo, nadie pone en duda de que, a pesar de esta salvaguarda, sin Francia -la segunda potencia de la UE y uno de los países fundadores- el acuerdo quedará en papel mojado, como ocurrió en 2005.

Más allá de la mención de que la UE "desea" fomentar el crecimiento, en el texto no aparece ni una sola medida dedicada de inversión.

Y aquí es donde entra la propuesta de Hollande de incluir un pacto específico de crecimiento, que supondría dotar el sentimiento reflejado en la carta enviada a Bruselas por 12 líderes europeos, de personalidad jurídica.

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ha asegurado que "se está preparando un cambio de rumbo en la dirección de la UE" y que, además, se producirá en los próximos días.

En una entrevista en 'Los Desayunos de TVE' este viernes en Madrid, el político socialdemócrata alemán se ha mostrado convencido de que Merkel acabará aceptando el pacto de crecimiento porque de la recuperación económica de la zona euro dependen el 60% de las exportaciones alemanas, que significan el 35% del PIB germano.

Lo previsible es que si Hollande se hace con la Presidencia de Francia, ambos líderes encuentren lugares comunes y espacio para el consenso. Europa lo necesita. Aunque Schulz apueste por una unión gobernada por 27 Estados, la historia ha demostrado que del buen funcionamiento del motor franco-alemán depende toda la maquinaria europea.

Los Estados miembros asisten, con resignación y como meros espectadores, a que les prescriban la nueva receta.

Si las encuestas no fallan, será 'Merkollande' y habrá que ver si éste reedita las excelentes relaciones Helmut Schmidt (1974-1982) y Valéry Giscard d'Estaing (1974-19 81) o François Miterrand (1981-1985)  y Helmut Kohl (1982-1998), a pesar de tener diferente color político.