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El eterno retorno de la historia electoral francesa

  • La celebración de su victoria electoral fue el primer traspiés de Sarkozy
  • El hundimiento de Jospin puso a Hollande en la primera línea política
  • Las reticencias entre Bayrou y Sarkozy se remiten a la época de Balladur
  • El cambio de la ley electoral por parte de Mitterrand impulsó al Frente Nacional

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Tras vencer holgadamente a Segoléne Royal y hacer realidad su sueño de ser presidente de Francia después de diversas zancadillas políticas de los suyos, Nicolás Sarkozy se dirigió a todos los franceses con un recién tono presidencial.

El candidato del centro-derecha, Nicolás Sarkozy, se impuso en la segunda vuelta de las presidenciales de 2007 a la socialista Segolene Royal, gracias a un discurso rupturista con el pasado y a los guiños al electorado del Frente Nacional, que obtuvo muchos peores resultados que cinco años antes.

"Estoy pensando en todos los franceses que no votaron por mí.  Quiero decirles que más allá de la lucha política, más allá de las diferencias de opinión, sólo hay una Francia para mí ".

Sin embargo, pocos minutos después sería infiel a sí mismo, al celebrar su victoria en un restaurante de lujo de los Campos Elíseos mientras sus seguidores seguían ondeando banderas en la Plaza de la Concordia.

Su nombre, Fouquet's. Entre los invitados, además de la que sería su esposa por pocos meses más, Cecilia, la élite empresarial del país: Vincent Bolloré, Martin Bouygues, Bernard Arnault , Serge Dassault, Antoine Bernheim, Albert Frère... La consecuencia: cinco años arrastrando una imagen,  la del presidente 'bling-bling', más interesado en los poderosos que en su propio pueblo

"Si pudiera dar marcha atrás, nunca volvería a ese restaurante", confesaba en plena campaña Nicolás Sarkozy de forma dubitativa, reconociendo de forma implícita que una imagen vale más que mil palabras.

Con un paro por encima del 10% y la perspectiva de mayores ajustes para librarse de los mercados, Sarkozy añora volver a ser ese candidato rupturista que quería cambiar las cosas y que se dirigía de manera franca a los trabajadores, que en su mayoría le apoyaron hace cinco años.

Pero si algo demuestra la historia electoral francesa es que las decisiones del pasado, así como las filias y las fobias,  persiguen a la clase política hasta el punto de decidir su futuro.

Sarkozy y Chirac: una historia de desamor

U nuevo arreón del pasado le ha llegado al presidente saliente de su predecedor, Jacques Chirac, que tras dedicarle unas palabras no demasiado amigables en su autobiografía, sorprendía al filtrar su entorno en los últimos días de la campaña que votaría a su rival, François Hollande.

Era el último de una serie de puñales que empezaron a lanzarse en 1995, cuando el presidente saliente era el jefe de campaña del primer ministro, Edouard Balladur, enemigo acérrimo de Chirac, por aquel entonces alcalde de París, que luchaba con él por hacerse con los mandos de la derecha gaullista.

En una de las elecciones con más baja participación, Sarkozy se llevó uno de los mayores sinsabores de su carrera política, cuando su candidato quedó fuera de la segunda vuelta por apenas dos puntos mientras Chirac se hacía con los mandos de la derecha francesa.

Jacques Chirac acaba con el dominio socialista del Elíseo

Su enemistad duraría el resto de su carrera política, aunque Chirac solo pudo tener a Sarkozy en el ostracismo durante siete años. 

Tras su victoria en 2002 y la caída en desgracia de Alain Juppé -ahora ministro de Exteriores y posible candidato a suceder a Sarkozy si fracasa- Sarkozy empieza a hacerse con las riendas de la derecha francesa y funda un partido a partir del cual unir a las diferentes corrientes gaullistas, la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP).

Ahogado internamente y con una serie de derrotas electorales y una creciente IMpopularidad, Chirac ve cómo el hiperactivo Sarkozy roba todos los planos a su delfín, Dominique de Villepin, que se ve envuelto -con o sin la aquiescencia de su jefe- en el oscuro caso Clairestream, destinado a acabar con la vida política del presidente saliente, que al final sale reforzado de lo ocurrido.

Jospin y Hollande: desgracias compartidas

Si 2002 fue el inicio de la resurrección de Sarkozy, también fue el inicio de la vida de François Hollande en la primerísima línea política tras la derrota estrepitosa de su jefe, Lionel Jospin, que se no pasó a la segunda vuelta al quedar por detrás del ultraderechista Jean-Marie Le Pen.

El presidente Chirac es reelegido por una amplísima mayoría gracias a un fenómeno que conmociona al país: el resultado histórico del ultraderechista Frente Nacional, que se impone al Partido Socialista en la primera vuelta en una derrota dolorosa para la izquierda y su líder, el primer ministro Jospin.

La decisión de apoyar a Chirac en la segunda vuelta y el fin de cinco años en el gobierno tras la cohabitación con Chirac puso a este discreto político ante la tarea de dirigir un partido que afrontaba una larga travesía en el desierto.

Como primer secretario de los socialistas franceses -cargo que ya ocupaba desde 1997 pero siempre desde la sombra del gobierno de Jospin-, Hollande ganó varias elecciones regionales contra la UMP de Sarkozy, pero fracasó en su gran proyecto político: la candidatura de su compañera durante varias décadas y madre de sus hijos, la propia Royal.

Su separación sentimental no supuso una ruptura política: Royal apoyó a su excompañero frente a su enemiga acérrima, Martine Aubry en las primarias socialistas de 2011 e incluso le presentó en un simbólico acto electoral durante esta campaña.

Bayrou y el sino de los centristas

Durante esa campaña de 2007, Hollande estableció una fluida relación personal con François Bayrou, por aquel entonces la sensación política debido a su meritorio tercer lugar en la primera vuelta rozando un 20% de los votos.

Royal bailaba la llamada 'danza del centro' en las dos semanas que transcurrieron entre ambas vueltas, aunque el candidato centrista nunca llegó a prestarle su apoyo pese a un profundo enfrentamiento personal con Sarkozy precisamente por su empeño por unir a la derecha bajo una sola marca.

La UDF centrista fue el partido hermano de la RPR gaullista durante buena parte de la historia política francesa y de hecho Sarkozy y Bayrou colaboraron codo con codo para conseguir que Balladur se hiciese con el Elíseo en 1995 frente a Chirac.

El problema es que con la fundación de la UMP buena parte de los miembros de la UDF huyeron al partido más grande y fueron debilitando el movimiento hasta que Bayrou quiso dar el golpe de efecto y refundar el partido bajo las siglas de Movimiento democrático (MoDem).

Ahora la historia vuelve a darse la vuelta: Sarkozy corteja a Bayrou para que se una a él tras la primera vuelta y se convierta en su primer ministro...Y, sin embargo, sus propios colaboradores recelan por el peso de la historia y repitan la 'traición' de Valey Giscard, el único presidente centrista de la V República.

Tras la caída en desgracia del general De Gaulle, Georges Pompidou se hizo con el Elíseo en 1969 pero su repentina muerte llevó a la convocatoria de elecciones anticipadas.

Los gaullistas presentaron como candidato al exprimer ministro Jacques Chaban-Delmas, pero entonces el joven tecnócrata Giscard decidió seguir adelante con su propia candidatura y, contra pronóstico, le superó en la primera vuelta, batiendo de nuevo por sorpresa al máximo favorito, François Mitterand.

El candidato centrista y tecnócrata Valey Giscard gana las elecciones presidenciales contra pronóstico frente al experimentado François Mitterrand por escaso margen. Pese a acudir dividida, la derecha francesa se movilizó finalmente para mantenerse en el poder tras la muerte de Pompidou.

Mèlenchon y la izquierda unida

El hasta ahora único presidente socialista de la V República conseguiría vencer siete años después a Giscard en una coyuntura política muy similar a la actual: ante el alto índice de desempleo, invocó su experiencia pasada para lograr un "cambio tranquilo".

El candidato socialista, François Mitterrand, gana en 1981 al presidente Valery Giscard, que le venció por escaso margen en 1974, convirtiéndose en el primer y hasta ahora único presidente de izquierdas de la Quinta República.

Una de las claves de su victoria fue lograr integrar a los comunistas de George Marchais en su candidatura tras la primera vuelta, venciendo el tradicional enfrentamiento de la izquierda.

Precisamente el paralelismo entre Marchais y el candidato del Frente de Izquierdas, Jean-Luc Mèlenchon, fue sacado a colación por el representante especial de Hollande, Arnaud Montebourg, durante la campaña.

"Si Marchais hubiese ganado a Mitterand, no habríamos vencido a Giscard en la segunda vuelta", aseguraba el político socialista.

Mitterand y el Frente Nacional

Pero curiosamente cinco años después de esa victoria, en 1986, Mitterrand se convertiría en el gran valedor del Frente Nacional al aprobar un cambio en la ley electoral que daba luz verde a la entrada en el parlamento a la extrema derecha, en un intento de dividir el voto conservador de su enemigo acérrimo...Jacques Chirac.

La victoria de François Mitterrand, que consiguió remontar y lograr la reelección en Francia, precipitó la salida del Gobierno de Jacques Chirac, su rival, que dimitió como primer ministro.

A partir de ese momento, Jean-Marie Le Pen ascendería en cada elección presidencial un escalón más, convirtiendo a su partido en un elemento habitual del panorama electoral francés más allá de la coyuntura política.

Por eso, 24 años después de las presidenciales de 1988, un candidato del centro-derecha, antes Chirac, ahora Sarkozy, se dirigía a los electores del Frente Nacional para pedir que le voten al considerar que apoyar a un Le Pen (antes Jean-Marie, ahora Marine) es sellar la victoria de un socialista llamado François (antes Mitterrand, ahora Hollande).