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Un museo con la forma de la cabeza de Einstein

  • Simon Peres pretende construir un museo con la forma de la cabeza de Einstein
  • En su interior se expondrían mas de 50.000 manuscritos del científico
  • Einstein se negó a que sus restos fuesen venerados

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Ciencia al cuboEl nacimiento de perritos fluorescentes, la muerte de una chimpancé calva, qué son las neuronas espejo, el origen de los ojos azules o por qué nos salen canas. De la mano de América Valenzuela, en 'Ciencia al Cubo' pueden escuchar las historias más variopintas sobre temas científicos de actualidad. Emisión en Radio 5: Lunes a jueves a las 15: 42; Sábados 09:22 / 17:52 / 21:06; Domingos 09:22 / 17:55

Entrar en la cabeza de Albert Einstein, el padre de la teoría de la relatividad, podría ser posible en unos años si el presidente de Israel, Simon Peres, consigue sacar adelante el proyecto que se ha cruzado por su mente.

Se trata de construir un museo dedicado al científico judio en Jerusalén. Tendría la forma de la cabeza del genio. El proyecto ha recibido el apoyo del profesor Menajem Ben-Sasson, presidente de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Esta universidad contó con el mismo Einstein como miembro fundador y padrino espiritual hace casi 90 años. Tanto es así que cuando murió dejó como legado a la universidad unos 50.000 manuscritos.

Son estudios, reflexiones científicas y filosóficas, cartas, entre ellas algunas a sus amantes, diarios y dibujos. Este material se expondría por supuesto en el museo, además de ropa y otros objetos personales y reconstrucciones de algunos de sus inventos.

Parte de este magnífico y curioso legado lo pueden disfrutar ya desde cualquier punto del planeta. Está digitalizado y colgado en la red. La dirección es alberteinstein.info. El museo sería una atracción para el turismo.

Tal y como ha dicho Peres en la presentación que hizo la semana pasada a la Universidad: “Albert Einstein es el judío más famoso después de Moises”.

Contra las últimas voluntades de Einstein

Si Einstein levantara la cabeza no creo que estuviera muy contento. Antes de morir dejó muy claro cómo quería que se trataran sus restos.

Quería ser incinerado porque no quería que su tumba se convirtiera en un lugar de culto. Lo dijo tal cual: “Quiero que me incineren, para que la gente no pueda venir a venerar mis huesos”.

Así que la idea de que miles de personas vayan a visitar un edificio con la forma de su cabeza, que albergue sus objetos personales, probablemente no fuera de su agrado.

De todas maneras, su última voluntad tampoco fue respetada del todo. Cuando Einstein falleció en Estados Unidos en 1955, a los 76 años, y como consecuencia de un aneurisma en la aorta, su cadáver fue trasladado Hospital de Princeton.

El doctor que estaba de guardia y al le tocó hacer la autopsia decidió, por su cuenta, coger el cerebro de Einstein y guardarlo para su posterior análisis. A pesar de las protestas del hijo del científico, el cerebro no se destruyó.

Hace un par de años la revista Science publicó un estudio del cerebro del genio. Por lo visto tenía los lóbulos parietales, implicados en el conocimiento matemático, visual y espacial, un 15% mayores que la norma. Era un encéfalo muy particular.

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