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Las últimas horas en la vida de Lorca

  • El libro de Miguel Caballero investiga el asesinato del poeta
  • Desvela los nombres de los que participaron en la ejecución
  • Este agosto se cumple el 75 aniversario de la muerte de Lorca

Por
Federico García Lorca amaba su tierra y ese amor queda reflejado en su obra
Federico García Lorca encontró la muerte a su vuelta a Granada en agosto de 1936

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Título: Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca

Autor: Miguel Caballero Pérez

Prólogo: Emilio Ruiz Barrachina

Colección: Historia del Siglo XX

Páginas: 262

Se cumplen 75 años de la muerte de Lorca y su asesinato sigue sumido en interrogantes, que espolean a investigadores y expertos a seguir buceando en el pasado.

El historiador Miguel Caballero Pérez ha dedicado buena parte de su vida a desentrañar los misterios que envuelven la desaparición del poeta.

Su exhaustiva investigación, plasmada en el libro Las 13 últimas horas en la vida de Federico García Lorca (La Esfera de los Libros), ha descartado los testimonios orales- “son poco fiables”- y ha buceado en documentos inéditos- “los herederos me dieron permiso para estudiar el Archivo de Protocolo de Granada durante cinco años”-, para afirmar que la ejecución de Lorca fue consecuencia directa de “un ajuste de cuentas” resultado de rencillas familiares que se remontaban a medio siglo atrás, alentadas por el caldo de cultivo explosivo de la Guerra Civil.

Venganza literaria

Problemas personales, económicos y de política local se mezclan en los enfrentamientos que implicaban a Los Lorca con Los Roldán y Los Alba, otras dos influyentes familias de La Vega de Granada.

Para Miguel Caballero la obra La Casa de Bernarda Alba, en la que el poeta recrea las miserias de esta familia, fue una venganza literaria en toda regla, en la que oscuras pasiones todo lo inundan y que selló la sentencia de muerte de Lorca: “En el drama rural se ataca a Francisca Alba (Bernarda Alba) tildándola de autoritaria cuando no era así, de hecho, era un mujer muy generosa. También ofende a su segundo marido, Alejandro Rodríguez, como mujeriego que levanta la falda a las criadas. (…) Lorca no cambió los nombres y los Alba se molestaron muchísimo”, explica el investigador en una entrevista a RTVE.es.

La Casa de Bernarda Alba selló la muerte de Lorca

Por todo esto, cuando el dramaturgo volvió a Granada los cuchillos le esperaban en alto en busca de revancha. Para el historiador, las familias Roldán y Alba fueron los instigadores intelectuales del asesinato, en el que no mediaron motivos políticos: “Lorca firmó manifiestos como todos los intelectuales de la época pero nunca militó en ningún partido. Los que sí fue es un ferviente republicano, colaboró con el Gobierno porque amaba la libertad que le ofrecía la República”, aclara.

¿Dónde está enterrado Lorca?

Caballero Pérez confirma los datos ya existentes sobre la fecha y la hora de la muerte. Asegura que Lorca fue asesinado antes de las cuatro de la madrugada del 17 de agosto de 1936, ya que el teniente Martínez Fajardo, que debía ser el que se cerciorase del fusilamiento, tuvo que partir a las cinco de la mañana para acudir al frente.

Con respecto al aún inédito lugar del enterramiento, el autor sigue la línea de los testimonios recabados por el falangista Eduardo Molina Fajardo: “El lugar es el Peñón Colorado, situado frente al cortijo Llanos de Corvera (hoy conocido como ‘cortijo del gazpacho’)", afirma.

El sitio está localizado unos 400 metros antes, viniendo desde Víznar, del enclave señalado por Ian Gibson hace años, y en el que se basaron las excavaciones de la Junta de Andalucía.

Informe Semanal: 75 años sin Lorca.

Otra de las novedades de la investigación: Miguel Caballero muestra en el libro los rostros de los “ejecutores” enviados por los autores intelectuales: Eran el sargento de la Guardia de Asalto, Mariano Ajenjo Moreno; el pistolero Antonio Benavides Benavides; Salvador Varo Leyva, Salvaorillo; Juan Jiménez Cascales; Fernando Correa Carrasco y Antonio Hernández Martín.

Sus asesinos eran meros ejecutores

Todos ellos eran los miembros de las denominadas escuadras negras que operaban en Granada, y que el capitán José María Nestares, jefe del sector de Víznar, había asignado para las ejecuciones.

“Todos, excepto Antonio Benavides, que tenía motivos personales, eran meros ejecutores que fueron seleccionados por ser buenos tiradores, y tenían que cumplir una misión”, señala el autor, que explica como el crimen del poeta marcó para siempre el futuro de los asesinos, “todos los que participaron en el tema de Lorca no llegaron a nada y fueron sutilmente represaliados por el franquismo, porque para Franco el asesinato del granadino siempre fue un tema incómodo”, concluye.