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Túnez y Egipto escriben su democracia con renglones torcidos seis meses después

  • Los dos países han sido pioneros en las revueltas árabes
  • Los gobiernos de transición tienen un gran reto aún: romper con el pasado
  • 9 de cada diez egipcios tiene una gran confianza en las elecciones
  • En los dos países aún quedan múltiples leyes opresoras

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Una mujer deposita una flor durante el funeral de 19 personas muertas en Egipto durante las protestas
Una mujer deposita una flor durante el funeral de 19 personas muertas en Egipto durante las protestas

El 15 de enero de 2011 los tunecinos dieron una lección al mundo: hicieron escuchar su voz de una forma pacífica para pedir sus legítimos derechos y libertades y lograron la salida del poder de su presidente, Ben Alí. Los egipcios siguieron su ejemplo y apenas un mes más tarde acabaron con 30 años de Hosni Mubarak.

Estos logros pusieron de manifiesto que algo estaba cambiando en el mundo. De hecho, han sido comparados con la nueva etapa que supuso la caída del muro de Berlín. Ahora que se cumplen seis meses de aquel 15 de enero, lo cierto es que los dos países aún tienen ante sí un largo recorrido hasta alcanzar una auténtica democracia.

Esta es una radiografía de los avances que han logrado y los retos que aún les queda por superar.

Todo ello, tal y como afirma a RTVE.es Haizam Amirah Fernández, investigador principal del Real Instituto Elcano, teniendo en cuenta las circunstancias: "Seis meses después de largas décadas de autoritarismo no es nada, pero está marcando un nuevo futuro con incertidumbres y dificultades pero también con esperanzas para el conjunto de las sociedades árabes. La caída del muro del miedo que empezó en Túnez marcará en buena medida el futuro tanto de la situación interna en países árabes como del nuevo panorama político regional".

Los gobiernos de transición

En los dos países el ejército ha jugado un papel clave al ponerse del lado del pueblo y evitar que la represión de las protestas fuera mayor de lo que ha sido.

En el caso de Ben Alí su marcha se produjo tras 23 años en el poder. Uno de sus hombres fuertes, Mohamed Ghanuchi, se mantiene como primer ministro del que se supone que debe ser el gobierno de transición del nuevo Túnez.

Pero al pueblo no le basta, quiere romper lazos con el pasado y el país cambiará de gabinete hasta tres veces y, finalmente, contará con Beji Caid Esseb como primer ministro y con Fouad Mebazza como presidente. Ninguno de ellos podrá presentarse a las elecciones.

Con Mubarak la transición ha sido diferente. Los generales han sido la fuerza decisiva para desplazar al mandatario, lo que no los convierte en revolucionarios, pero sí han asumido el rol de dirigir al país en sus primeros días de "vacío de poder político". El poder queda en manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, con Mohamed Hussein Tantaui a la cabeza que adquiere el compromiso un traspaso del poder a una formación civil.

Reformas y compromisos

El mismo día de la marcha de Mubarak, Tantaui comunica la destitución del gabinete político, suspende la sesión de las cámaras legislativas y anuncia que gobernará con el presidente del Tribunal Constitucional. El ejecutivo de transición contará como primer ministro con Esam Sharaf.

Pero la gran prueba llega el 19 de marzo, día en el que Egipto vive las primeras elecciones libres en 30 años y acude a votar un referéndum en el que se dará un abrumador "sí" - del 77,2%- a las reformas propuestas por el ejército: modificaciones de siete artículos constitucionales, limitar a dos los mandatos del presidente y reducir los requisitos para ser candidato presidencial. Lo que aún queda es la fecha de las elecciones presidenciales.

Por su parte, Túnez opta por el camino inverso: primero elecciones y luego redacción de una nueva Constitución. Tras un ir y venir de fechas la cita elegida es el 23 de octubre. Mientras, el gobierno de transición introduce reformas: pone fin a la policía política (el principal instrumento de coacción que tenía el ministerio del interior tunecino), decreta una amnistía general para los presos políticos del país y procede a la legalización de muchos de los partidos políticos que hasta ahora estaban en la sombra.

Lo que queda por hacer

Por el camino se han dejado varios puntos sin resolver y cuyo futuro aún es incierto según denuncian voces opositoras y organizaciones internacionales.

En el caso egipcio alertan de que se está avanzando muy rápido en los procesos electorales pero muy lento en cuestiones de derechos civiles. En esta línea se ha manifestado Human Rights Watch, que asegura en su último informe que aunque se han hecho progresos "en algunas áreas" aún queda mucho por hacer.

Entre esas tareas aún pendiente está una esencial: la de levantar el estado de emergencia y derogar la ley de emergencia que, desde 1981, permite las detenciones arbitrarias y juicios ante tribunales especiales que en muchas ocasiones no cumplen con la normativa internacional.

También debe acabar con la ley que da luz verde a dispersar cualquier reunión - la ley de Asamblea de 1914-, determinar unas garantías de libertad de expresión -tanto para los medios como para facilitar el acceso a los ciudadanos a la información -, y permitir que exista un control civil independiente, lejos del ejército.

En Túnez la oposición tiene muy claro lo que quiere antes de seguir avanzando: pese a las medidas anunciadas por el gobierno de transición, quiere saber qué ha pasado con los miles de presos políticos desaparecidos tal y como defiende el abogado tunecino Samir Ben Amor.

Por ello requieren una "investigación seria" para averiguar el número de desaparecidos, los presos de los que no sesabe nada. Además Amnistía Internacional pide que se derogue una de las leyes aún en vigor y que supone una amenaza para el país es la Ley Antiterrorista, según la cual se puede someter a alguien a un jucio no necesariamente justo y con procedimientos que van más allá de lo legal.

La oposición

Pese a estas asignaturas pendientes, muchos han interpretado la vuelta a Túnez y Egipto de líderes en el exilio como que se estaba avanzando en el sentido correcto.

El regreso de Mohamed El Baradei a El Cairo fue una ráfaga de esperenza que ahora, con Mubarak ya fuera del poder, se ha completado con el acceso a la carrera presidencial de partidos que hasta ahora estaban en la sombra y el nacimiento de otros.

El gobernante en Egipto Partido Nacional Democrático, deberá competir con el liberal Wafd, el izquierdista Tagamov, entre otros, y dos nuevas formaciones en las que el peso de la religión es evidente: "La justicia y la libertad", de los Hermanos Musulmanes, y "Al Nur", de los salafistas.

Esta pluralidad ha hecho que los egipcios tengan una gran confianza en las próximas elecciones: nueve de cada diez ciudadanos cree que serán libres y justas, según la última encuesta publicada por Gallup.

Por otro lado, en cuanto al peso de la religión en la política -algo que ha suscitado el temor en Occidente sobre si Egipto se miraría en una república islámica como Irán- solo un 1% quiere algo parecido al gobierno iraní y la mayoría opta por una democracia informada, que tenga en cuenta valores religiosos, pero rechazan una teocracia.

En Túnez la cita electoral contará con 70 partidos inscritos en las listas. El partido de Ben Alí, el RCD ya no se podrá prensentar y su espacio podrá ocuparlo los que hasta ahora estaban en la sombra: Ennahda, fundado por el líder Rachid Ganuchi, el Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades o el Partido Demócrata Progresista.

Junto a ellos, deberán medirse con los nuevos como son, por ejemplo, el Partido tunecino verde o el Partido Socialista de Izquierda.

El antiguo régimen

Pero si hay algo en loque los dos coinciden es que los ciudadanos de los dos países quieren ver a los que han sido durante décadas sus líderes ante un tribunal. A ellos y a todo aquel que haya colaborado en sus actividades ilegales.

De momento, varios antiguos ministros y altos cargos del Partido Nacional Democrático del expresidente Hosni Mubarak están en prisión cautelar por acusaciones de corrupción, malversación de fondos y enriquecimiento ilícito.

Mubarak y sus dos hijos también han sido detenidos por esos cargos, aunque el expresidente está ingresado en un hospital por un deterioro de su salud. Sus hijos, Alaa y Gamal están encarcelados en la prisión de Tora, en las afueras de El Cairo. El 3 de agosto comenzará el juicio contra ellos.

Por su parte, el expresidente tunecino, que permanece en Arabia Saudí desde su salida del poder, será juzgado por un tribunal militar y uno civil en Túnez en rebeldía el próximo 20 de junio.

Todos ellos deberán responder ante la justicia, además, por la represión de las protestas.

El futuro inmediato

Con todo, ni Egipto ni Túnez están solos en esta transición. Tanto sus vecinos, muchos de ellos inmersos en sus revueltas personales, como el resto del mundo, están pendientes de ellos.

Y en su camino les ayudarán también económicamente. Prueba de ello es el 'plan Marshall' lanzado por los países del G-8 para fomentar el proceso de democratización de los países y que está valorado en un total de 28.000 millones de euros en los próximos dos años.

Mientras, han pasado seis meses desde aquel 15 de enero en los que, tal y como comenta a RTVE.es Haizam Amirah Fernández, "La velocidad y la transformación de la relación entre estado y sociedad en el conjunto de la región está siendo profunda y de ahí que los cambios que ya han tenido lugar se puede decir que son de dimensiones históricas".