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Velando armas con Pedro Almodóvar

  • Un equipo de Informe Semanal acompaña a Almodóvar al Festival de Cannes
  • Su última película, La piel que habito, se estrena el 19 de mayo en la Croisette
  • El director manchego compite por cuarta vez por el máximo galardón del festival

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Pedro Almodóvar posa con el equipo de Informe Semanal que le acompañará hasta Cannes.
Pedro Almodóvar posa con el equipo de Informe Semanal que le acompañará hasta Cannes.

Cuando finalizó el rodaje de La piel que habito -la película que le ha permitido trabajar con Pedro Almodóvar 21 años después de Átame- Antonio Banderas me dijo que “no era exactamente una película de terror o cine negro” porque, a juicio del malagueño, “Pedro Almodóvar es un género en sí mismo”.

Habrá que esperar al jueves 19 de mayo para saber qué quiso decir exactamente. Pero algo barrunto, conociendo al director y su necesidad -casi física, diría él- de demostrarse a sí mismo que no se duerme en los laureles y que le gustan los giros de 180 grados.

Cambio de registro

El volantazo que ha dado en La piel que habito es muy sorprendente. Siempre he presumido de creer reconocer el cine de Almodóvar desde el primer fotograma. Esta vez, me habría equivocado.

Él dice que no lo nota tanto… pero que todos los que saben algo de su película, afirman lo mismo. El director no se ha permitido ni una concesión consigo mismo y aunque sabe transitar entre géneros, esta vez se ha quedado, deliberadamente, en el lado más oscuro de media docena de personajes, incluido un psicópata enamorado al que da vida Banderas.

En esta ocasión, tampoco ha habido blog dando pistas sobre el rodaje, o relatando sus emociones. Todo se ha llevado en el máximo de los secretos.

Pero el velo se rasgará en Cannes, un escenario en el que Almodóvar se mueve como pez en el agua y de donde podría regresar con la segunda Palma de Oro que consigue un director español. La primera fue la que obtuvo –para disgusto del régimen y su atorrante censura- el admirado Luis Buñuel con Viridiana.

Almodóvar y Cannes

La historia de Pedro Almodóvar y el Festival no ha sido el relato de amor a primera vista que cree la mayoría. La primera vez que fue, fuera de competición, era el año 1981 y por entonces sus películas no interesaban, ni en la sección oficial, ni en la paralela. Pero él seguía mandándolas con tanta ilusión como el desdén con el que eran recibidas por los organizadores.

Así hasta Mujeres al borde un ataque de nervios, nuevamente rechazada pero que se convirtió, tras su pase en el mercado, en la revelación de aquel año. La prensa reprochó al todopoderoso Gilles Jacob que no hubiera tenido olfato y aunque tercamente volvería a rechazar Átame, algo empezó a cambiar a partir de ese momento.

El resto es sabido y la imagen de Almodóvar y su casi siempre extensa “troupe” festivalera pisando la alfombra roja se ha convertido en uno de los clásicos del certamen.

Todo sobre Almodóvar

Con un ojo puesto en La Croisette

¿Qué pasará? Nadie lo sabe. Los jurados son caprichosos e imprevistos y a veces el premio cae en “no man’s land” -en películas de las que luego nadie se acuerda-, para romper empates complicados.

Pero en el entorno de Almodóvar la impresión es buena. Lo comprobamos aprovechando que teníamos que recoger en la productora del cineasta algunos materiales para el reportaje: un CD con fotos; algunos temas musicales de Alberto Iglesias; el cartel de la película.

El equipo de Informe Semanal se coló -con permiso y durante un ratito- cual mirón impenitente en El Deseo. La película ha satisfecho sus expectativas. Están felices y presienten que Palma de Oro arriba o abajo, la película discurrirá por un cierto camino de rosas, incluidas las ventas internacionales.

En El Deseo, todo es un ir y venir: hay que organizar los encuentros con la prensa; atender las llamadas del mercado; hacer la lista de “los imprescindibles” y no dejar cabos sueltos para el Festival de Festivales.

En cine, visto Cannes se ha visto casi todo. No sólo por la dimensión del certamen, ni por su trabajada reputación. La Croisette y sus aledaños se convierten en el decorado de una gran película donde los viandantes, periodistas incluidos, hacen de extras.