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Asad mete a Siria en el 'club' de Libia, Yemen y Baréin al abrazar la teoría de la conspiración

  • El líder sirio sigue al pie de la letra los argumentos de Gadafi y Saleh
  • Arremete contra los medios extranjeros y posponen el proceso de reformas
  • Los activistas sirios reaccionan convocando un Viernes de los Mártires

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Asad culpa a los medios internacionales de las revueltas en Siria

"Siria está hoy siendo objeto de una gran conspiración, cuyos hilos se extienden a países cercanos y lejanos". Con esta frase el presidente sirio, Bachar el Asad, daba un portazo en la cara a los que esperaban que este miércoles anunciase reformas de calado, entre ellas la supresión de la ley de emergencia que rige el país desde 1963.

Sin embargo, casi sin quererlo, Asad ha conseguido algo que hasta ahora parecía inverosímil: meter a su régimen de lleno en el grupo de países de mayor riesgo en el que triunfe una protesta al adoptar palabra por palabra la retórica de sus amenazados líderes.

"Si esto es una conspiración extranjera, la aplastaremos", decía el líder libio, Muamar el Gadafi, sobre las revueltas antes de que se extendiesen por el país y provocasen la intervención extranjera.

Puntos en común

"Lo que está ocurriendo en el mundo árabe es una conspiración de Israel desarrollada por la Casa Blanca a través de los medios internacionales", aseguraba el presidente de Yemen, Alí Abdalá Saleh, que está en una situación límite tras presentar varias ofertas a la oposición para adelantar su marcha que no han sido aceptadas por la oposición.

"Una conspiración externa que se ha ido incubando desde hace 20 o 30 años estaba madura para sus designios subversivos. Estoy aquí para decir que ha fracasado", declaraba el rey de Baréin tras aceptar la entrada en su país de tropas saudíes e iniciar una cruda represión contra los activistas, que incluía la declaración del estado de emergencia y la detención de líderes opositores.

El ataque a los medios de comunicación internacionales, que Gadafi llegó a llamar "perros" y que Saleh metía en su teoría de la conspiración, también ha estado presente en el discurso de un Asad que era acompañado por gritos de apoyo de un parlamento entregado y unas masas de partidarios felices que seguían su intervención en la calle con la consiguiente retransimisión de la televisión estatal.

De hecho, el régimen sirio ha expulsado a tres periodistas de la agencia Reuters del país por su cobertura de las protestas en Deráa.

No solo eso: el cese del Gobierno en pleno para dar apariencia de reformas es una fórmula tomada del expresidente tunecino Ben Alí, el expresidente Mubarak, el propio Saleh o el rey de Jordania.

La promesa de acabar con la ley de emergencia es una deuda directa de Argelia, que finalmente acabó suprimiéndola.

Paradójicamente, el último elemento en común con regímenes caídos o en seria crisis política es el rechazo de cualquier comparación con sus países vecinos.

"Siria no está aislada en la región pero no somos una copia de otros países", aseguraba Asad. Antes, Mubarak dijo que Egipto no es Túnez, y Gadafi y Saleh reiteraron que sus respectivos países no eran ni Túnez ni Egipto.

Viernes de la Ira

Las reacciones al discurso no se han hecho esperar en redes sociales como Twitter y Facebook, que se han llenado de mensajes de decepción e ira contra el discurso de Asad, que hasta ahora se había salvado relativamente de las protestas, más dirigidas contra la corrupción del régimen y la élite gobernante, especialmente algunos miembros de su familia.

Sin embargo, la imagen reformista de Asad, que había quedado muy desdibujada tras una década en el Gobierno sin reformas significativas, podría haber sufrido el toque de gracia con su ovacionado discurso en el parlamento.

"Lo que entendemos de este discurso es que es impertativo tumbar el régimen", escirbía un usuario de Facebook en el muro del página 'La revolución siria 2011", haciéndose eco de los eslóganes cantados en Túnez y Egipto antes de la caída de los dictadores que llevaba décadas en el poder.

Este grupo ha convocado a un 'Viernes de los mártires', aunque convocatorias anteriores fueron fácilmente sofocadas por el régimen, sobre todo en Damasco.

Menos clara parece la situación en otras ciudades como Latakia, el principal puerto del país, donde los manifestantes han tomado las calles para protestar contra el discurso en una ciudad en la que los disturbios se cobaron la vida de doce personas la pasada semana según fuentes oficiales.

El líder opositor Maamoun al-Homsi ha asegurado que también ha habido protestas en Deráa, el epicentro de las protestas, al sur del país, pero la información no ha podido ser contrastada por la agencia Reuters.

"Las manifestaciones van a continuar. Vamos a pedir cambios, nuestra libertad, la democracia. Nada ha cambiado y no nos queda otra alternativa que salir a la calle", ha anunciado Haitham Maleh, un abogado activista de los derechos humanos que fue detenido en 2009 y que ha sido liberado recientemente.

Para Nadim Houry, investigador de Human Rights Watch, el discurso de Asad ha sido "terriblemente decepcionante" porque se ha quedado en las "mismas vagas promesas" repetidas durante años.

Estados Unidos ha respondido en el mismo sentido, subrayando que las promesas de Asad no cumplen las expectativas de su pueblo.

Casi anticipando las reacciones, Asad se explicaba así: "A veces podemos posponer aliviar el sufrimiento que la ley de emergencia puede causar, pero no podemos posponer el sufrimiento de un niño cuyo padre no tiene dfinero suficiente para tratarle", decía en uno de los pasajes más aplaudidos de su discurso.

Queda por saber si para su pueblo esa explicación realmente es suficiente.