Enlaces accesibilidad

España y Marruecos, una relación envenenada que no interesa romper

  • A pesar de las tensiones diplomáticas, deben salvar las comerciales
  • Las protestas en la frontera de Melilla abre un nuevo capítulo de incidentes
  • La posición de España en el conflicto del Sáhara, principal motivo de discusión

Enlaces relacionados

Por
Varios marroquíes protestan en la frontera con carteles que comparan la situación de Ceuta y Melilla con la ocupación palestina
Varios marroquíes protestan en la frontera con carteles que comparan la situación de Ceuta y Melilla con la ocupación palestina

'Ni contigo ni sin tí'. Esta frase puede sintetizar, grosso modo, la relación entre España y Marruecos, dos países que, aunque han sufrido numerosos incidentes diplomáticos, no pueden permitirse el lujo de romper relaciones por sus intereses comerciales.

El último de esos tensos episodios es el que se vive actualmente en la frontera de Melilla, donde activistas marroquíes han bloqueado el paso de mercancías al territorio nacional para denunciar, aseguran, supuestas agresiones racistas por parte de la policía española.

El primer 'feo' diplomático relevante vino de la mano del rey alauí, Mohamed VI, que sin contar con su jefe de Gobierno, Abderraman Yusufi, ni con su ministro de Exteriores, Mohamed Benaissa; decidió retirar a su embajador en Madrid en octubre de 2001. No anunciaría su regreso hasta enero de 2003.

Un revés jamás justificado

El monarca nunca reveló qué fue lo que le llevó a tomar esa decisión, pero la posición de España en la búsqueda de una solución para el Sáhara Occidental, algo que Mohamed VI calificó como 'la traición de Aznar', es la principal hipótesis.

El entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, apoyó el censo de saharauis realizado por la MINURSO y el plan del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para solucionar el contencioso del Sáhara Occidental.

Otros motivos pueden ser la reivindicación del territorio español en África, el fracaso en las negociaciones de Pesca o la presión española para que Marruecos se implicase más en buscar una solución al problema de la inmigración ilegal.

Sobre este último tema, dos declaraciones irritaron al monarca. Por un lado, el secretario de Estado de Exteriores, Miquel Nadal, afirmó que "la emigración irregular se origina en las playas de Marruecos" y por otro, el entonces ministro de Exteriores, Josep Piqué, denunció la "connivencia" entre las fuerzas de seguridad marroquíes y las mafias que trafican con inmigrantes.

Fuesen uno, todos u otros los motivos, lo que es seguro es que desató la ira del recién llegado Mohamed VI y marcó el inicio de una periodo turbulento en cuestiones diplomáticas.

La 'reconquista' de Perejil

El siguiente capítulo lo marcó el 'asalto' de Perejil por parte de Marruecos la mañana del 11 de julio de 2002, un islote de 74 metros de alto que el país considera propio. El incidente se produjo en pleno relevo de Ana Palacio a Josep Piqué al frente del Ministerio de Exteriores.

Un grupo de gendarmes marroquíes desembarcó en la roca y colocó dos banderas de su país. Agentes de la Guardia Civil, que se percataron de los hechos, les advirtieron que debían abandonar la isla, a lo que éstos respondieron mientras los encañonaban con fusiles AK-47: "largaos de aquí, esto no es tierra española".

España llevó a cabo un operativo militar días después para desalojar el terreno mediante la Operación Romeo-Sierra, primer incidente armado que involucró a España tras el retorno de la democracia. El coste de la operación fue bastante superior al que suponen los recursos del islote.

Rabat consideró una "declaración de guerra" la reposición del statu quo del peñón y la Casa Real marroquí una "agresión flagrante", pero finalmente, y tras firmar un acuerdo que garantizó EE.UU., España se retiró de Perejil y las relaciones se suavizaron.

El siguiente pulso de Maruecos tardó poco en llegar. En agosto de ese año Mohamed VI denunció la ocupación de Melilla, Ceuta y los demás islotes del Mediterráneo y los reivindicó como propios en el discurso del tercer aniversario de su coronación.

A pesar de que las relaciones diplomáticas se estancaron por la tensión,  las comerciales no se vieron afectadas en esta época. El primer cuatrimestre de 2002 las exportaciones a Marruecos crecieron un 7,6% y las importaciones un 15,7% por encima de la evolución del comercio total de España.

La polémica visita de la Casa Real

Otro episodio que envenenó las relaciones entre Madrid y Rabat fue el viaje de los monarcas españoles a Melilla en 2007.

La visita, la primera de Don Juan Carlos y Doña Sofía como Jefes de Estado, provocó que el Rey Mohamed VI llamase a consultas a su embajador en España, Omar Azziman. El primer ministro de Marruecos, Abbas el Fassi, comparó la situación de Ceuta y Melilla con la ocupación israelí de Palestina.

Finalmente, el conflicto se solucionó días más tardes, cuando el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, visitó en Rabat a su homólogo marroquí en enero de 2008 y le entregó una carta del presidente Zapatero para el Rey alauí en la que abogaba por estrechar las relaciones.

Una relación que no interesa romper

El nuevo incidente, el de la frontera en Melilla por las supuestas agresiones policiales, vive un periodo de tregua. Los activistas marroquíes esperan que el siguiente paso lo dé España con la visita a Rabat el próximo lunes del ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Marruecos es, para la UE, un interlocutor de excepción en el mundo árabe y un socio comercial de primer orden. Su Acuerdo de Asociación elimina las barreras en este sector, algo que ha potenciado las exportaciones del país africano.

Pero Europa, incluida España, también sale muy beneficiada. De hecho, la UE exporta más de lo que importa a Marruecos, y Francia y España son las que mejor salen paradas.