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"Me dieron un machete y me ordenaron que le cortase en pedazos"

  • El informe 'Heridas' recoge testimonios de víctimas del conflicto en RDC
  • Médicos Sin Fronteras recuerda la dramática situación de esta guerra olvidada

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"Le cogieron, se lo llevaron entre los arbustos y allí le mataron. Después me dieron un machete y  me ordenaron que le cortase en pedazos. Si no lo hacía me matarían a mí también".

No es el argumento de una película de terror, es el testimonio de Michiel de 13 años. Una de las miles de víctimas que pone voz al horror que nos llega desde el informe 'Heridas' de la ONG Médicos sin fronteras.

La organización humanitaria intenta con este trabajo, lleno de historias sobrecogedoras, dar luz a uno de los conflictos más sangrientos y olvidados del planeta, el de la República Democrática del Congo.

La Primera Guerra Mundial africana

El país, situado en el corazón de África, vive inmerso en la violencia generalizada desde hace más de quince años.

La guerra, a la que se ha dado en llamar la Primera Guerra Mundial africana, se ha cobrado más de cinco millones de vidas según Intermon Oxfam. Es el conflicto más sangriento desde la Segunda Guerra Mundial.

La guerra toma tintes especialmente dramáticos en las zonas de Kivu Norte y Kivu sur, donde la población ha sobrevido acosada por la violencia, los saqueos y la violaciones durante más de una generación.

En medio de esta debacle humana parece normal que la República Democrática del Congo sea uno de los países más pobres del mundo. Exactamente, ocupa el puesto número 155 de un total de 163 países según la ONU.

Sin embargo, el país africano esconde en su tierra un auténtico escándalo geólogico de riqueza: oro, diamantes y sobre todo el 80% del total del coltán del planeta. Paradojicamente esta riqueza es parte de la maldición del país.

La guerra del Coltán

El coltán es conocido como el petrólero del siglo XXI. Para el escritor y periodista, Alberto Vázquez-Figueroa "quien domine el coltán dominará el mundo, nuestras vidas y las comunicaciones.

"Este mineral es básico, esencial, para móviles, ordenadores, videoconsolas, televisores, GPS de aviones, armas teledirigidas, satélites artificiales..." explica el autor de la novela 'Coltán'

Sin embargo, toda esta tecnología punta se ve manchada con la sangre de niños que son utilizados como manos de obra semi esclava.

Los pequeños son los únicos que consiguen llegar a los recovecos de las minas, aunque les cueste la vida. Se estima que cada kilo de Coltán causa la muerte a dos niños.

La extracción y venta de coltán y diamantes es, además, la principal fuente de financiación de varios de los grupos armados que alimentan esta tragedia sin fin.

Intereses + violencia = heridas

Así, aunque parezca que la voz de Michiel suene lejana, y toda la atrocidad del Congo algo ajeno a nuestras vidas, lo cierto es que la sangre de los congoleños empapa muchos de los aparatos que hacen nuestra vida más cómoda.

En medio de este marasmo de violencia también se conjugan los intereses de las multinacionales que necesitan el coltán. Según Vázquez-Figueroa, "éstas son las responsables de que el conflicto no se pare".

Estos intereses económicos sin escrúpulos, sumados a los enfrentamientos entre grupos armados, arrojan el desolador saldo de una población civil llena de heridas.

Heridas como las de Nizeiyman. El informe de Médidos sin fronteras continúa con el testimonio marcado por el terror de este joven.

"Tengo miedo. Son muchos los disparos que he escuchado y la sangre que he visto. Tuvimos que saltar encima de cuerpos sin vida para escapar. Vi cinco cadáveres con mis propios ojos, y entre ellos estaban mis tres hermanos" cuenta Nizeiyman que ahora vive refugiado en el campo de Mungote.

El peor lugar de mundo para las mujeres

La situación es especialmente desesperada para las mujeres y niñas. La República Democrática del Congo es considerado el peor lugar del mundo para el género femenino.  

El 75 por ciento de los casos de violación que Médicos sin fronteras atiende en el mundo provienen de la RDC.

En muchos casos las violaciones son tan atroces que dejan terribles secuelas con los aparatos digestivo y reproductor destrozados. También se producen mutilaciones. Algunas mujeres han narrado cómo fueron violadas frente a sus maridos e hijos. En muchos casos la familia las repudia después de la violación.

Las víctimas son siempre las mismas: las mujeres y niñas. Pero los culpables tienen muchos nombres: milicianos Mai-Mai, tutsis alzados contra el Gobierno, guerrilleros hutus que huyeron tras perpetrar el genocio de Ruanda o incluso los soldados del Ejército regular. Muchos nombres y un sólo apellido común: la impunidad.

Violada cada noche

Las historias más desgarradoras se suceden sin tregua en el país africano. Pierrette no sabe la edad que tiene, pero sugiere, timidamente que deben "alrededor de 15".

La secuestraron hombres armados y se convirtió en lo que se conoce eufemísticamente como una 'esposa forzada', es decir una esclava sexual,  una muchacha violada sistemáticamente cada noche.

"Caminábamos mucho de día, por la noche tenía que dormir con un hombre, siempre el mismo. Durante el día otros me pegaban y él actuaba como si no me conociese y por la noche tenía que acostarme con él", relata Pierrette.

Salir del olvido

Pierrette, Nizeiyman, Michiel son sólo algunos de los nombres del informe 'Heridas' pero hay muchos más como Antoine que sobrevivió a cuatro meses de palizas y cautiverio.

Todos ellos han aunado sus voces y  revivido sus pesadillas para formar parte de la inicitiva de Médicos sin fronteras.

"Creemos que deben ser los habitantes de la República Democrática del Congo quienes relaten sus dramáticas experiencias. Nadie puede expresar mejor lo que significa que tu vida dependa de una guerra y que, después de 15 años, sigas intentando sobrevivir mientras el mundo mira para otro lado" subraya Paula Faria, presidenta de MSF en España

Con estos testimonios la ONG intenta dar visibilidad a este conflicto, que aunque olvidado por los medios de comunicación, ocasiona un sufrimiento que sus victimas no son capaces de olvidar.