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El 'estigma' de un Nobel que no te deja en paz

  • Los Nobel han premiado a dirigentes por acuerdos que luego se han frustrado
  • También han reconocido a políticos con oscuro pasado en misiones de guerra
  • Los casos de Kissinger, Arafat y Peres son los más significativos

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En 1919 el Comité Noruego de los Nobel premió al presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, por su papel en el final de la I Guerra Mundial con el Tratado de Versalles y la Sociedad de Naciones.

Años después, el propio Wilson se lamentaría de su falta de pericia en las negociaciones, cuando no pudo frenar el revanchismo de franceses y británicos contra Alemania, que alimentó un sentimiento de agravio del que se nutriría el nacionalsocialismo para llegar el poder y desencadenar la II Guerra Mundial.

Antes, siete años antes premiaron a  Elihu Root, ex secretario de Estado, que diseñó uno de los capítulos más oscuros de la historia del imperialismo americano: la brutal ocupación de Filipinas tras la guerra hispano-americana, en la que pudieron morir hasta 1,5 millones de filipinos.

Ese mismo comité premió en 1945 a Cordell Hull, secretario de Estado de Roosevelt de nuevo por sus esfuerzos por lograr la paz, aunque seis años antes vetó la entrada de un barco con 950 judíos que pedían asilo por la persecución nazi y que tuvieron que volver a Europa, donde buena parte de ellos murieron por el Holocausto.

Más aún, 28 años después volvieron a premiar a otro 'pacificador', Henry Kissinger, secretario de Estado con Nixon, artífice de la paz en Vietnam, que durante esa década impulsó la Operación Cóndor,  por la que los servicios secretos patrocinaron el secuestro y asesinato de peligrosos opositores políticos en Latinoamérica y se apoyaron los golpes militares en Chile y Argentina.

A buen seguro estos ejemplos pasaron por la cabeza de Barack Obama cuando al despertarse se encontró con que era el nuevo premio Nobel de la Paz más por lo que puede hacer por el mundo que por lo poco que ha hecho en diez meses de mandato en la Casa Blanca.

El gafe de Oriente Medio

Y es que el 'gafe' de los Nobel que se conceden con intenciones políticas no se circunscribe sólo al caso americano. Tan sólo hay que echar un ojo, por ejemplo, a lo ocurrido en 1994 con el premio Nobel a Simón Peres y Yaser Arafat por los acuerdos de Oslo, que ahora han quedado en nada. 

Arafat murió solo y aislado internacionalmente en su 'mukata', mientras Peres giró a posiciones más radicales y ahora preside una Israel que se niega a frenar los asentamientos y que ha levantado un muro entre su país y Palestina.

Lo mismo se puede decir de otros dos 'pacificadores', Menahem Begin y Anwar Sadat, que firmaron los acuerdos de Camp David en 1979 entre Egipto e Israel. Aunque Sadat desde luego no es una hermana de la caridad, Begin tuvo su protagonismo como primer ministro en la sangrienta invasión del Líbano en 1982.

Veinte años después el premio fue a parar al presidente de EE.UU. que los juntó, Jimmy Carter, como una manera poco disimulada de censurar la política exteror de George W. Bush respecto a Irak. 

Intentos fallidos

En 2004 el premio fue a Wangari Maathai, una keniana luchadora contra la pobreza...que consideró el SIDA como una conspiración de los científicos occidentales para despoblar a África en una polémica entrevista.

La lista sigue: en 1998 lo recibieron David Trimble y John Hume por su labor de paz en Irlanda del Norte, aunque ambos acabaron 'jubilados' en 2005 por el ascenso del Sinn Fein y de los unionistas radicales. 

Dos años después el fallecido presidente surcoreano Kim Dae Jung, artífice del acercamiento al Norte que de nuevo volvió a quedar en nada.

Eso sí, personalidades como el Dalai Lama, Martin Luther King y Teresa de Calcuta sí lograron el premio. Otros, como Gandhi, nunca llegaron a recibirlo.