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El concepto moderno de bodegón: una factura de supermercado

  • La Tate Britain acoge una muestra de arte contemporáneo hasta el 23 de agosto
  • La británica Ceal Floyer expone una factura de la compra del supermercado
  • También se muestran obras de los hermanos Chapman y de Damien Hirst
  • El escultor Anthony Gormley invita al público a convertirse en estatua en Trafalgar

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¿PARA QUÉ MOLESTARSE EN PINTAR UN BODEGÓN COMO PAUL CÉZANNE O UNO DE LOS ANTIGUOS MAESTROS HOLANDESES SI BASTA CON PRESENTAR UNA FACTURA DE SUPERMERCADO?
Una de las obras de los hermanos Jake y Dinos Chapman, que a primera vista parecen figuritas africanas de madera, pero en las que el personaje primitivo representado sostiene, por ejemplo, una bolsa de patatas fritas con la famosa "m" dorada de McDonalds, y que se pueden ver en la exposición "Arte Contemporáneo en la Tate Britain".

¿Para qué molestarse en pintar un bodegón como Paul Cézanne o uno de los antiguos maestros holandeses si basta con presentar una factura de supermercado?

Eso es lo que debió de pensar la británica Ceal Floyer (1968), representada en una exposición de nuevo arte británico en la galería Tate Britain, de Londres, por una simple factura de la cadena Morrisons.

Till Receipt (White) (Recibo de caja. Blanco) se titula la obra, que la artista ha descrito como un bodegón moderno en el que no se muestran los objetos sino que hay que imaginárselos.

Una condición de la exigente artista es que cada vez que se exhiba su "ocurrencia", la factura debe ser nueva, es decir que hay que hacer otra compra.

La presentada en la galería Tate Britain es la larga lista de la compra que hizo el comisario de la exposición, Andrew Wilson, y que incluye desde huevos, harina vegetal y aspirinas hasta champú.

El valor total son 70,32 libras, pero el cliente pagó 80, con lo que la cantidad a devolver fue exactamente 9,68 libras: quede esto para la historia del arte contemporáneo. Lo que se ignora, al menos de momento, es cuánto pagó la galería por esa obra post-duchampiana.

El minimalismo conceptual de esa artista parece no tener límites, y entre sus obras anteriores figuran un enchufe eléctrico, adquirido también por la Tate, un gran saco de plástico para la basura aunque lleno de aire y unos posavasos de cartón sujetando una mesa coja.

Instalaciones de Hirst y los hermanos Chapman, entre otros

En la exposición, "Arte Contemporáneo en la Tate Britain", que estará abierta a los curiosos hasta el 23 de agosto, se podrá admirar también la instalación Pharmacy, de Damien Hirst, una vitrina de farmacia con todos sus anaqueles llenos de medicinas.

No podían faltar tampoco los "bad boys" del ya no tan joven arte británico: Jakes y Dinos Chapman, que lo mismo pintan gafas o bigotes a la reina Isabel II en un billete de banco que repintan con colores psicodélicos un paisaje "kitsch" original de Adolf Hitler.

En esta ocasión, han gastado una broma digna de su compatriota, el "graffitero" Banksy, que una vez engañó al Museo Británico con una piedra supuestamente antigua en la que aparecía un hombre empujando un carrito de supermercado.

Los hermanos Chapman han creado una instalación con lo que a primera vista parecen figuritas africanas de madera, pero en las que el personaje primitivo representado sostiene, por ejemplo, una bolsa de patatas fritas con la famosa "m" dorada de McDonalds.

Seguidores de Marcel Duchamp, los artistas británicos sin duda se divierten: así, Martin Creen mandó hace algunos meses a correr a un atleta cada treinta segundos por el pasillo central de esa galería para sorpresa de los visitantes no advertidos, que tenían que esquivarle.

Esculturas vivas en Trafalgar Square

Y Anthony Gormley, uno de los más conocidos escultores del país, cansado al parecer de sembrar los espacios públicos de Londres y otros lugares con reproducciones en metal de su propio cuerpo, ha decidido darles a otros también una oportunidad.

Así, durante cien días a partir del próximo 6 de julio, una persona del público podrá subirse al único plinto de la plaza de Trafalgar que quedó sin estatua ecuestre para convertirse en escultura viva.

Y tendrá, no sus quince minutos de fama que decía el artista estadounidense Andy Warhol, sino hasta una hora, que es el máximo reservado por exhibicionista.