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Alemania ensaya las elecciones generales de septiembre

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Si hay un país que se sienta el corazón de la Unión Europea ese es Alemania. Al fin y al cabo los alemanes son casi la cuarta parte de los ciudadanos de la UE, la cuarta parte de la economía y pagan la quinta parte de los presupuestos. Y los alemanes saben todo eso.

También saben que en Bruselas se toman muchas decisiones que afectan al día a día de todos los ciudadanos: si se decide, por ejemplo, que los coches deben reducir un 20% sus emisiones de gases eso tiene unas consecuencias importantísimas en una industria de la que dependen uno de cada siete empleos de este país.

Sin embargo, los alemanes, a juzgar por las participaciones en las elecciones, se sienten tan lejos de las instituciones comunitarias como el resto de europeos: en las últimas elecciones hubo una abstención del 57% y esta vez se espera que supere ampliamente el 60%.

No corren buenos tiempos para los políticos, a los que los ciudadanos achacan una responsabilidad notable en los tiempos de crisis por no poner freno a los excesos que han provocado el problema. Y si de lo que se trata es de elegir a políticos que se sientan en despachos de Estrasburgo o Bruselas, con fama de tener buenos sueldos y dietas, de estar sumergidos en una burocracia a veces estéril, la indiferencia de los alemanes es tan comprensible como la del resto de los europeos.

Previa de las generales

Pero es que, además, este año en Alemania hay elecciones generales en septiembre. En todos los países las elecciones europeas se ven como un termómetro en clave interna pero si estas elecciones son apenas tres meses y medio antes que las generales se puede comprender fácilmente que aquí se ven como una encuesta previa.

Pero no será posible una extrapolación directa de los resultados: habrá que interpretarlos. En las elecciones europeas de hace cinco años, en plena cuesta abajo del gobierno Schröeder, los alemanes castigaron al SPD con el peor resultado de su historia en unas elecciones: un 21% de los votos. Hay menos socialdemócratas alemanes en Estrasburgo que socialistas españoles.

Pero un año después ese castigo no se tradujo en las urnas de las generales: el SPD perdió las elecciones pero por un estrecho margen (34%-35%) frente a Angela Merkel. 

Termina una legislatura de Gran Coalición, formada porque no había forma de gobernar este país si no era así. En realidad, bien miradas las cosas, nunca como ahora parecería justificable una Gran Coalición en Alemania: un gran pacto para encarar la mayor crisis económica en la Europa moderna.  Y sin embargo, nadie ve posible ni aconsejable repetir el pacto.

Por eso, lo que se espera es que los electores levanten el castigo en Europa a los socialdemócratas subiendo desde ese insultante 21% a cerca del 30%. Y que, sin embargo, castiguen en las generales la falta de rumbo del SPD durante cuatro años bajando del 34% que obtuvieron en 2005 a un 24% de expectativas de voto actuales.

Abstención

De la mayor o menor abstención dependerá mucho el posible castigo al SPD tanto en las europeas como en las generales. Y la abstención en las europeas dependerá de cómo los alemanes hayan percibido estos meses la capacidad europea para dar soluciones europeas a la crisis.

Ahora mismo el sentimiento general es que esa capacidad es escasa: no ayuda en nada que no se haya aprobado el Tratado de Lisboa que permitiría visualizar las Instituciones de la Unión Europea y clarificar su papel en el mundo.

Los candidatos que se presentan a eurodiputados seguramente pagarán la mala imagen que dejaron los comisarios que querían imponer, por ejemplo, la jornada de 65 horas (un proyecto que paró el Parlamento, por cierto) o la ineficacia de seis meses de presidencia checa que ha desdibujado aún más el papel de las instituciones europeas.

Y tampoco ayudará el hecho de que Angela Merkel, que ha sido apodada como Madame No en los pasillos de París, Londres o Bruselas, no se ha distinguido precisamente como una líder europea. Tiene un alto prestigio en casa, como mujer prudente y seria, pero carece absolutamente de la capacidad y el interés para liderar la Unión Europea. Eso, lógicamente, en la calle se nota.