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Reducir los excrementos de vaca ayudaría a cuidar el medio ambiente

  • Un estudio aboga por reducir el estiércol bovino que origina metano
  • Objetivo: vacas más grandes a cambio de reducir el número
  • Para ello se podría utilizar hormonas del crecimiento en un millón de vacas
  • El resultado equivaldría a sacar de circulación 400.000 automóviles

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Reducir el número de vacas mejorará el medio ambiente. Sus excrementos producen metano, uno de los gases invernadero.
Reducir el número de vacas mejorará el medio ambiente. Sus excrementos producen metano, uno de los gases invernadero.

El estiércol de las vacas origina metano, uno de los gases invernadero. Para reducir la cantidad de excrementos un estudio de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences propone crear vacas más grandes para reducir el número de ejemplares, y de sus boñigas, y que la cantidad de leche sea la misma.

Las hormonas de crecimiento bovino podrían ayudar a reducir las emisiones contaminantes de la industria ganadera al disminuir la cantidad de estiércol que producen las vacas, según este estudio.

Según los investigadores de la Universidad de Cornell, si se usaran en gran escala las hormonas de crecimiento se reduciría el número de vacas que se necesitan para producir leche.

Eso aliviaría la demanda de maíz y soja y se disminuirían la emisión de gases invernadero al aminorar el estiércol cuya descomposición origina metano, uno de los gases invernadero.

Para ilustrar su teoría, los científicos manifiestan que la administración de las hormonas de crecimiento a un millón de vacas tendría el mismo efecto que sacar de circulación 400.000 automóviles o plantar 300 millones de árboles.

Por otra parte, según afirman, con la hormona de crecimiento 843.000 vacas producirían la misma cantidad de leche de un millón de vacas. Además, se eliminarían de la atmósfera 0,8 millones de toneladas de dióxido de carbono y se reducirían las emisiones de metano en unos 40 millones de kilogramos y las de óxido nitroso en unos 200.000 kilogramos.

La investigación fue financiada por la Universidad de Cornell con aportaciones de Monsanto Co., fabricante de la hormona de crecimiento vacuno Posila.