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"El matrimonio ha conseguido que seamos ciudadanas de primera"

  • RTVE.es entrevista a uno de los primeros matrimonios de lesbianas en Madrid 

Por
Araceli y Esther, un matrimonio feliz
Araceli y Esther brindan en una de las terrazas de la plaza de Chueca, el barrio gay de Madrid.

Fueron las primeras lesbianas en casarse en su ciudad, Leganés. El 8 de abril de 2006, Esther Martínez y Araceli Cuevas hicieron realidad un sueño: formalizar ante la ley una sólida unión que empezó a forjarse en 1999.

Han sufrido la incomprensión y la intolerancia del algunos, pero no se arrepienten de nada. A sus 26 años, estas dos dependientas que dejaron sus carreras universitarias por amor, reivindican la visibilidad de las lesbianas con absoluta naturalidad: mostrándose tal y como son. RTVE.es ha charlado con ellas para conocer su historia.

PREGUNTA - ¿Cómo recordáis el día de vuestra boda?

ESTHER MARTÍNEZ  - Lo recuerdo como un día super bonito, muy tranquilo y familar. Vino sólo la gente más íntima, nadie por compromiso. Fue todo muy tradicional, íbamos las dos de blanco.

P - Hoy en día lo que se estila es casarse cada vez más tarde, pero vosotras lo hicísteis con sólo 24 años. ¿Por qué tanta prisa?

ARACELI CUEVAS - Llevamos nueve años juntas, desde el 99. Ya vivíamos juntas. También nos casamos para adquirir los derechos que te da el matrimonio.

E. M. - Por ejemplo, si a ella le pasa algo, que nadie pudiera decirme en un hospital 'no, tú no que no eres familiar'. Lo teníamos clarísimo. Además, es una forma de rendir un tributo a toda la gente que había estado luchando durante tantos años y no pudieron disfrutarlo.

P - ¿Cómo se lo tomó la familia?

A. C. - Las familias ya lo sabían. Yo en casa lo dije cuando llevaba un mes con ella, así que cuando nos casamos ya se lo esperaban. Sólo faltaban por saberlo mis abuelos.

P - ¿Y cómo se lo dijiste?

A. C. - Ufff... Mis abuelos son católicos, conservadores... ¡Premio gordo! Para ellos fue un shock. Cuando echamos los papeles, quedé un día con mi abuela y le dije: '¡Hace mucho que no hablamos tú y yo de amores!'. Le conté que llevaba siete años con una chica y que me iba a casar con ella. La verdad es que se lo tomó con mucha entereza y al final me dijo que había ganado una nieta.

P - ¿Por qué les cuesta tanto a las mujeres salir del armario?

E. M. - Porque hoy sigue sin ser lo mismo ser hombre que ser mujer en la sociedad. Seguimos cobrando un 30% menos en trabajos de igual responsabilidad y la pobreza está feminizada. Sigue habiendo machismo porque sigue siendo una sociedad patriarcal.

P - ¿Pero hay machismo dentro del mundo gay?

E. M. - Sin duda. ¡Los gays son hombres! No discriminan como homosexuales, sino como hombres. Les han educado así y siguen asumiendo ese rol.

P - ¿Y cómo se manifiesta esa invisibilidad de las lesbianas? 

E. M. - Los gays, como hombres que son, tienen conquistado el ámbito público. Tienen a Jesús Vázquez, a Boris Izaguirre, al juez Grande Marlaska... Nosotras no tenemos ningún referente. Y eso es un problema para nuestras familias. Llegas un día y dices: 'Papá, soy lesbiana' y no lo entiende.

A. C. - Es muy importante que haya lesbianas públicas, que normalicen y visibilicen a las lesbianas.

P - ¿Alguna vez os habéis sentido señaladas?

E. M. - Muchas veces. Recuerdo la primera semana de universidad. Nosotras siempre nos hemos mostrado tal y como somos y todo el mundo nos miraba.

A. C. - En clase sentías a 100 personas mirándote el cogote.

P - ¿Desde entonces ha mejorado algo la cosa?

E. M. - La evolución de España es, cuando menos, curiosa. Hay países más abiertos y avanzados que España que todavía no tienen leyes que tenemos nosotros. Alucinan con España: ¡hace 30 años nos metían en la cárcel y ahora nos podemos casar!

P - Hablando de casarse, una de las grandes reivindicaciones de vuestro colectivo era que las uniones civiles se llamaran también 'matrimonios'. ¿Por qué una sola palabra es tan importante?

E. M. - Porque si una pareja heterosexual se puede casar y se llama matrimonio, yo también tengo derecho. No soy una ciudadana de segunda clase. Y eso es lo que se ha conseguido con el matrimonio: que seamos ciudadanos de primera.

A. C. - Si es la misma realidad legal, ¿por qué vas a cambiar el nombre? Tienes los mismos derechos y las mismas obligaciones.

 P - ¿Qué problemas quedan todavía sin resolver?

E. M - Necesitamos un estado laico ya. La Iglesia está muy metida en temas de Estado. Creo que nadie puede imponerme una moral religiosa cuando yo tengo mi propia moral. Hay 40 millones de morales en este país y ninguna es mejor que las demás.

A. C. - Hace falta educación. Si tú eres visible en tu ámbito, estás cambiando ese ámbito, estás educando a la gente que está a tu alrededor. Si todas fuérmos visibles, sería más sencillo. Se piensan que los gays somos todos promiscuos y yo llevo nueve años con mi mujer.

P - Por cierto, ¿os habéis planteado aumentar la familia?

E. M. - Sí, hemos pensado tener hijos.

P - ¿Y cuántos?

E. M. -  ¡Los que vengan! [risas]