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La UE paga con el 'no' irlandés el abismo entre los 'eurocrátas' y los ciudadanos

  • Analistas y políticos coinciden en que se debe responder a las demandas de los ciudadanos
  • El fracaso de la Constitución Europea llevó a un enroque aún más tecnocrático

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Análisis del 'no' irlandés al Tratado de Lisboa

"La distancia entre la estrategia europea y las preocupaciones a corto plazo de los ciudadanos va creciendo". La frase no es de un euroescéptico, sino de un europeísta convencido, el secretario de Estado francés de Asuntos Europeos, Jean Pierre Jouyet. Esta afirmación, compartida por muchos, explica en parte el rechazo al Tratado de Lisboa de los irlandeses.

Para Jouyet, esa "dicotomía" no ha sido nunca tan flagrante como en las últimas semanas, con los precios del petróleo disparados y las protestas de los pescadores y transportistas que esto ha provocado, tanto en Francia como en el resto de países de la Unión Europea.

La Comisión Europea, mientras, ha permanecido impasible, subrayando simplemente que disponía de una estrategia para adaptar la economía europea a la era post-petróleo y que era necesario acelerarla. Solo el 11 de junio se producía un cambio en su discurso, mostrándose oficialmente favorable a conceder audas a los más desfavorecidos y a los profesionales más afectados.

Desconfianza

"Mientras que Europa no reaccione mejor para responder a los problemas de corto plazo, habrá siempre una cierta desconfianza respecto a la construcción europea", ha insistido Jouyet.

"Son numerosos los conciudadanos que no logran asimilar todo lo que debemos hacer y todo lo que hacemos en Europa", reconocía también esta semana el primer ministro luxemburgués, Jean Claude Juncker, decano de los dirigentes comunitarios. "Utilizamos un vocabulario que tampoco se entiende. Deberíamos aplicarnos para hablar la lengua de aquellos a quienes gobernamos".

Los dirigentes europeos son conscientes de que hay un desfase con la opinión pública desde hace varios años. Precisamente por eso decidieron convocar una convención de diputados nacionales que redactara la Constitución Europea.

Tecnocracia

Pero tras el desaire que supuso en 2005 el no francés y holandés a la Constitución -un texto que pretendía ser comprensible para todos- "han vuelto al viejo método tecnocrático para resolver los asuntos", explica desde Estocolmo el analista del Instituto Sueco de Estudios y Políticas Europeos Goran von Sydow.

El Tratado de Lisboa, la versión light de la Constitución, negociado a puerta cerrada, devino en 300 páginas de jerga inabordable para los no iniciados en leyes. Y los dirigentes europeos acordaron evitar someter el texto a los imprevisibles referéndums nacionales -lo que, para muchos, fue un insulto a la democracia-.

Desde finales de 2005, la Comisión se ha esforzado por trasladar a los europeos las ventajas para el "ciudadano" o el"¿consumidor" de sus iniciativas. Pero se dedica "a la negociación política y a la redacción de tratados, cuando la gente busca liderazgo político" que les proteja de las conmociones mundiales, opina el director de la oficina en Bruselas del Instituto Francés de Relaciones Internacionales, Pierre Defraigne.

Una verdadera Constitución

"La Comisión toma iniciativas, todas no son malas, pero ¡la gente tiene la impresión de que no tiene voz!", recalca la eurodiputada irlandesa Kathy Sinnot, que ha hecho campaña por el no en su país. A partir de ahora, espera que el voto irlandés convenza a los dirigentes europeos para volver a la voluntad democrática anunciada en 2001, antes de que se iniciara la redacción de la Constitución.

"Sigo convencido de que es necesario hacer una verdadera Constitución europea, con un verdadero referéndum europeo después", opina el eurodiputado verde Daniel Cohn-Bendit. "Pero todo el mundo tiene miedo, nadie quiere retomar ese debate", asegura.