El vuelo 4230 de UM Airlines se estrelló cerca del aeropuerto de Trebisonda (Turquía) el 26 de mayo de 2003 con 75 personas a bordo, de las cuales 62 eran militares españoles.
Un bombero turco intenta extinguir las llamas del Yak-42, que quedó completamente destrozado.
A raíz del accidente, salieron a la luz la existencia de quejas de los militares españoles sobre la falta de seguridad de los aviones en los que viajaban. Algunas de ellas fueron remitidas, como se supo después, a la NAMSA, la agencia de la OTAN para la contratación de estos vuelos.
Pero el dolor de las familias no solo se vio acrecentado por la sospecha de que el accidente se podría haber evitado si hubieran viajado en aviones más seguros. Pronto comenzaron a temer que sus hijos, hermanos y esposos no habían sido identificados correctamente, como sentenció la Audiencia Nacional después.