Después de largos combates, las ciudades de Raqqa (Siria) y Mosul (Irak) fueron liberadas en 2017, dejando en su lugar calles sembradas de cadáveres, edificios en ruinas, y además un reguero de bombas sin estallar o trampas que esperan a seguir provocando víctimas. Los desastres de la guerra no terminan cuando cae el telón de las bombas.
Julio de 2017. Dos hombres abrazándose durante un funeral que se celebra en Tal Abyad. En él se homenajea a los hombres de la localidad que combatieron y murieron en la batalla por Raqqa. Foto: CHRIS HUBY
Julio de 2017. Ismael sentado en la tumba de su amigo Hout, asesinado dos días antes por un francotirador del Estado Islámico durante la batalla por Raqqa. Este campo localizado en Ain Issa, a 55 kilómetros del norte de Raqqa, alberga a unas 8.000 personas que han sido desplazadas por la guerra. Los equipos de MSF gestionan el suministro de agua, proporcionan atención médica primaria y estabilizan a pacientes heridos antes de referir a los casos más severos al hospital Kobane. Foto: CHRIS HUBY