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Jonah Lomu, el gigante polinesio que no pudo levantar la Copa del Mundo

  • El mítico jugador de rugby neozelandés muere a los 40 años
  • Fue la primera gran estrella de este deporte y contribuyó a popularizarlo
  • Su leyenda solo se ve empañada por no haber ganado un mundial

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Jonah Lomu era capaz de correr los 100 metros en menos de once segundos.
Jonah Lomu destrozaba a sus rivales con su velocidad y su potencia.

Creen los maoríes que cuando mueren su espíritu parte desde el cabo Reinga, situado en el extremo noroeste de la isla Norte de Nueva Zelanda, hacia Hawaiki, la tierra originaria de los polinesios. A estas horas el alma de Jonah Lomu, cuyas raíces eran tonganas, habrá abandonado ya Aotearoa y surcará las aguas del Pacífico camino de la isla mítica donde se reunirá con sus ancestros.

Jonah Lomu era mucho más que un jugador de rugby. Su irrupción en los años noventa marcó un antes y un después en la historia de este deporte hasta entonces casi desconocido más allá de las fronteras anglosajonas. Él fue su primera gran estrella y contribuyó a popularizarlo en todo el mundo, coincidiendo con el inicio de su profesionalización. Se convirtió en la gran leyenda deportiva de Nueva Zelanda, un país que adora con fanatismo al balón ovalado; y cuya supremacía internacional en este deporte compensa de alguna manera su aislamiento geográfico.

Porque el rugby que desplegaba Jonah Lomu era otra cosa. Irradiaba el mismo hipnotismo y superioridad aplastante de esos deportistas gigantescos que se cuentan con los dedos de una mano, como Michael Jordan o Diego Armando Maradona. Su grandiosa actuación en el Mundial de Sudáfrica de 1995, en el que anotó siete ensayos; y después los ocho del Mundial de Gales de 1999 lo elevaron a los altares del misticismo.

Jonah Lomu era potencia en estado puro. Un tanque con motor de Ferrari, un rinoceronte con corazón de guepardo. Medía 1,96 metros de altura y pesaba 120 kilos, pero era capaz de correr los 100 metros en menos de once segundos. Intentar frenarle era como exponerse a ser arrollado por un tren de mercancías.

Su portentosa velocidad, inusual en un cuerpo de su musculatura, lo reubicaron de la delantera a los flancos, donde en la posición de ala despedazaba las defensas rivales apartando a los adversarios con la palma de la mano como quien se quita el polvo de la solapa.

37 ensayos con los All Blacks

Lomu disputó 63 partidos con los All Blacks, entre 1994 y 2002, marcando en total 37 ensayos. Comparte con el sudafricano Bryan Habana el récord de ensayos en mundiales: 15. Su leyenda únicamente se vio empañada por un sueño que nunca llegó a materializar: levantar la Copa del Mundo.

Fue en el Mundial de Sudáfrica de 1995 cuando estuvo más cerca de lograrlo, pero los siete ensayos anotados o su descomunal actuación contra Inglaterra no fueron suficiente. La poderosa Nueva Zelanda se topó en la final con un equipo anfitrión en estado de gracia, tocado por la magia de Nelson Mandela. John Carlin narra magistralmente este episodio en su libro El factor humano, y cuenta que Lomu, bajo su imponente físico, escondía un interior extremadamente frágil, y se vio intimidado por ese sueño furioso y colectivo que representó para los sudafricanos ganar el mundial que ellos mismos organizaron.

Pero la fragilidad interna no solo afectaba a su espíritu. El verdadero punto débil de este coloso se localizaba en sus riñones. Desde hace más de dos décadas arrastraba problemas renales, que se agravaron en 2002 y le obligaron a colgar prematuramente la camiseta negra de su selección nacional.

Trasplante de riñón

En 2004, los problemas devinieron en una dolencia genética de complicado tratamiento denominada síndrome nefrótico, que hizo necesario un trasplante de riñón. Siete años después, su cuerpo rechazó el órgano y desde entonces, Lomu vivía conectado tres veces por semana a una máquina de diálisis, esperando un nuevo trasplante. Estos problemas han sido los que han causado su muerte prematura, a los 40 años.

Nueva Zelanda llora a su gran ídolo deportivo, que ha partido hacia Hawaiki demasiado pronto, pero al menos abrigado por la satisfacción reciente del título mundial conseguido en Inglaterra. Seguro que allí, en la isla sagrada, sus ancestros polinesios recibirán a este guerrero como se merece, con un haka de bienvenida.