Enlaces accesibilidad

Dopaje: la trampa del presente y la amenaza del futuro para el deporte

  • Los deportistas pueden sufrir daños irreversibles en su organismo
  • Evitar el dopaje genético será el gran reto de las instituciones deportivas
  • En España, cada año se invierten 5 millones para luchar contra esta práctica

Por
En los laboratorios se analizan las muestras de sangre y orina de miles de deportistas profesionales.
En los laboratorios se analizan las muestras de sangre y orina de miles de deportistas profesionales

Una milésima de segundo, un centímetro de más, separa el éxito del fracaso cuando la presión es máxima en el deporte. La sombra de la competición sigue siendo el dopaje, una trampa siempre tentadora que sigue de actualidad en el reciente Mundial de Atletismo o en el último Tour de Francia. Más allá de defender la “sagrada lucha” a favor de un juego limpio y exento de trampas, los médicos advierten de los diversos problemas de salud que se derivan de las sustancias dopantes y que pueden ser de por vida.

“Dependiendo de la sustancia va a dañar un organismo u otro”, asegura Tomás Fernández Jaén, jefe de la Unidad de Medicina Deportiva de la Clínica Cemtro, en Madrid. Varios son los riesgos del dopaje, muchos de ellos irreversibles e incluso, mortales. “Son sustancias que no pasan ningún tipo de control médico”, añade Fernández Jaén.

El camino de la gloria está empedrado de aspirantes que optaron por la opción equivocada y se dejaron llevar por equipos médicos o la ignorancia. El dopaje afecta a los profesionales y a los aficionados. Los gimnasios son, en cierta media, el origen de la trampa. La última redada en estos locales ha concluido con la incautación de miles de dosis dopantes.

Algunos deportistas compran y consumen sustancias que a largo plazo pueden provocar “fallos renales, paros cardíacos, daños en el aparato locomotor y problemas de fertilidad”, según el jefe de medicina deportiva de Cemtro.

La utilización de sustancias que mejoran el rendimiento físico siempre ha estado en cuestión. Casos como el del velocista Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, el año en el que la palabra dopaje se hace pública en las grandes competiciones. La imagen de otro mito como Lance Armstrong se evaporó tras confesar lo que muchos sospechaban.

También el deporte guarda recuerdos de deportistas que se han dejado la vida en plena prueba, como el caso de Tom Simpson. Mermado físicamente por problemas de salud y por las altas temperaturas, el ciclista británico se derrumbó en la cima de Mont Ventoux en el Tour de Francia de 1967. Los médicos determinaron que la causa del fallecimiento fue una insuficiencia cardíaca producida por el consumo de anfetaminas.

Otros deportistas sufrieron consecuencias irreparables. Como la historia de la lanzadora alemana Heidi Krieger. En plena República Democrática Alemana, la deportista de élite conquistó en cuatro años tres oros, dos platas y un bronce. Al mismo ritmo que subía su marca cambiaba su aspecto físico: sus espaldas se ensanchaban, el tamaño del pecho disminuía, la voz se agravaba y el vello crecía en zonas donde nunca lo había tenido. Todo ello gracias a un componente sintético: el Oral-Turinabol, un esteroide derivado de la testosterona que le proporcionaba su médico.

El ciclista Tom Simpson falleció durante una etapa en el Tour de Francia de 1967

La lanzadora tuvo que someterse a un cambio de sexo para disminuir el aislamiento y el rechazo social. Un caso llevado al límite. Otros simplemente perdieron su prestigio:

Muchas son las instituciones internacionales que luchan contra el dopaje. La Agencia Mundial Antidopaje (AMA), creada en 1999, cada año actualiza y publica el Código Mundial Antidopaje de obligado cumplimiento para todas las federaciones e instituciones deportivas del mundo, y la Lista de Prohibiciones en la que figuran todas las drogas, medicamentos y métodos que están prohibidos para su consumo.

DESCARGA AQUÍ EL CÓDIGO MUNDIAL ANTIDOPAJE: http://www.rtve.es/contenidos/documentos/CODIGO_MUNDIAL_ANTIDOPAJE.pdf

En nuestro país, la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD) se encarga de gestionar y planificar las medidas de control antidopaje que se realizan a los deportistas profesionales.

Pasaporte biológico

Una de ellas es el pasaporte biológico, un sistema de control obligatorio para todos los deportistas que participan en competiciones profesionales. “El pasaporte biológico no es una muestra y ya. Se trata de hacer un seguimiento al mismo deportista durante un período de tiempo, que puede ser de años. Con todas esas muestras se elabora un perfil estadístico del deportista, es decir, se comparan sus propios datos a lo largo del tiempo. Si se observan fluctuaciones extrañas es cuando se le empieza a seguir más a fondo”, ha explicado Coral Fernández Gumiel, una de las responsables del departamento de Prevención y Control del Dopaje de la AEPSAD.

El pasaporte biológico consta de dos partes. Por un lado, se lleva a cabo un seguimiento de los valores sanguíneos, que en España se realizó por primera vez en 1997 por la Unión Ciclista Internacional (UCI) con el objetivo de detectar EPO (una hormona estimulante) en los corredores. En el año 2008 este método se empieza a utilizar de forma oficial. Aunque el gran avance llegó en 2014 cuando las herramientas de laboratorio, más modernas y precisas, empiezan a detectar microdosis dopantes en las muestras de orina.

Sistema Adams

La ingeniería y la ciencia van de la mano en la lucha contra el dopaje. Los avances tecnológicos de la primera permiten a la segunda efectuar investigaciones más precisas. Un ejemplo de esta evolución conjunta es el sistema Adams (Anti-doping Administration & Management System) desarrollado por la AMA en 2003. Una aplicación informática, con la que trabajan 130 organizaciones deportivas y 35 laboratorios antidopaje, que registra todas las localizaciones de los deportistas inscritos en el Plan Individualizado de Controles.

Los usuarios de este programa, más de 30.000 deportistas, deberán detallar cada tres meses su ubicación habitual, ocasional, los lugares donde acuden a entrenar y el calendario de sus competiciones. La idea es que estos profesionales permanezcan siempre localizados en caso de que se les realice un control de dopaje en cualquier momento y, si fuera oportuno, sin previo aviso.

Adams permite a la AEPSAD “ver las localizaciones de los deportistas, el resultado del laboratorio y si tienen autorizaciones terapéuticas en caso de tomar algún tipo de medicación, pero solo de los deportistas españoles”, asegura Coral Fernández Gumiel, de la Agencia Española. La única institución que tiene acceso al contenido global y de todos los países es la AMA, ya que es quien controla el servidor de Adams con el propósito de unificar toda la información y así evitar encubrimientos.

En el ámbito deportivo la lucha contra el dopaje no solo se centra en la continuada búsqueda de sustancias prohibidas. La prevención, a través de nuevos métodos de entrenamiento y de información contundente, y la investigación científica son los dos pilares esenciales para combatir esta lacra.

Una lacra cara para las autoridades deportivas. La AEPSAD se gasta alrededor de cinco millones de euros al año y la mayoría de este presupuesto se invierte en los controles. Un coste que aumentará en 2016 por la celebración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. El Mundial de Fútbol de 2014 supuso a la FIFA un desembolso de 2,5 millones de euros en controles, un gesto que aplaudió el director de la AMA, David Howman, ya que era “la primera vez en la historia de una gran competición de fútbol que se han analizado los parámetros de sangre y orina de los jugadores para determinar sus perfiles biológicos”.

Dopaje genético, el nuevo gran reto

Financiado por aquellos que disponen de un gran poder adquisitivo, el dopaje está lo suficientemente capacitado para burlar a los controles de detección e, incluso, a la propia ciencia.

La trampa del futuro (o quién sabe si del presente) ya tiene nombre: dopaje genético. Una práctica que consiste en modificar los genes con la finalidad de proporcionar al deportista mejor condición física de por vida e infalible para pasar los controles de dopaje. El doctor Tomás Fernández Jaén, responsable de la Unidad de Medicina Deportiva de la Clínica Cemtro, asegura que “técnicamente será posible porque a día de hoy ya sabemos manipular las células”.

El dopaje genético técnicamente será posible.

En la actualidad, la medicina utiliza la terapia genética para corregir los genes defectuosos responsables del desarrollo de enfermedades hereditarias. Una idea que se ha trasladado al mundo deportivo de competición.

Ante este nueva ‘trampa’, como si se tratara del argumento de una serie de mutantes, la AMA ha impulsado proyectos de investigación para demostrar la utilización del dopaje genético y si fuera así, cómo se manipulan los genes dentro de un organismo humano. Y, más difícil todavía, cómo se consigue que esa manipulación solo afecte a unos genes en concreto sin alterar al resto.

La detección de esta práctica tan sofisticada es todavía un gran reto para la medicina, ya que su estudio requiere de la recopilación de “todo el genoma de un deportista, y eso no existe”, ha señalado Coral Fernández Gumiel.

Los estudios y las publicaciones sobre esta práctica son escasos, por lo que no se sabe si el dopaje genético puede producir en el organismo humano unos efectos secundarios que hasta ahora se ignoran. Una terapia incontrolable y casi desconocida. Lo que establece la ciencia es que “las alteraciones genéticas son de por vida y de generaciones”, añade Fernández Gumiel.

Una compleja red de traficantes

Mafias, médicos, laboratorios, técnicos, entrenadores y hasta los propios deportistas se lucran de este negocio. “El caso de los médicos es el más sangrante. Porque ellos sí saben que el dopaje provoca daños físicos y mentales. Ellos sí que lo saben”, aseguran desde la AEPSAD.

También resulta paradójico que los deportistas se beneficien de la distribución de sustancias dopantes, pero no es extraño, ya que algunos de ellos se conviertan en los traficantes de sus compañeros.

Que los deportistas se beneficien de la distribución de sustancias dopantes no es extraño.

“En todas las tramas del dopaje hay gente involucrada de muy alto nivel y con mucho dinero y todo lo contrario, gente de clase baja”, apunta Fernández Gumiel. La Operación Galgo, que comenzó en 2010 y salpicó a la atleta española Marta Domínguez, o la Operación Puerto, que se remonta al año 2006 y que destapó al médico Eufemiano Fuentes como el cabecilla de una red de dopaje, se convirtieron en polémicos y mediáticos procesos judiciales que pusieron en entredicho a vivas leyendas del deporte.

Detrás hay un mundo oculto que muchas veces nace en los gimnasios. La última operación policial contra el dopaje en estos locales se produjo el pasado mes de julio. Los agentes detuvieron en total a 22 personas en Ibiza, Valencia y Barcelona que se dedicaban a la distribución de sustancias dopantes en tiendas de nutrición deportiva y en gimnasios. Entre los detenidos, había una enfermera que se encargaba de conseguir las recetas para obtener los medicamentos en las farmacias. En la operación la policía se incautó alrededor de 500.000 dosis de sustancias dopantes, 32.000 euros en efectivo y varias recetas falsificadas.

Un negocio oculto y más peligroso en los deportistas amateur que consumen productos dopantes sin instrucciones y, en ocasiones, hipnotizados por la moda de marcar músculo. El inspector jefe de la Unidad de Medioambiente, Consumo y Dopaje de la Policía Nacional, Javier Molinera, declaró en una rueda de prensa que “el tráfico de anabolizantes sigue el mismo canal que el tráfico de drogas y además genera más dinero”.

Un cuento sin final. Siempre surge algo nuevo que se escapa de las manos de quienes luchan contra el dopaje. Una realidad que ha destruido la carrera de grandes deportistas y, en los peores casos, ha acabado con la vida de falsos mitos que en un momento determinado quisieron dejar su huella en la historia del deporte. Pasaron de ser estrellas a convertirse en víctimas del codiciado dinero.