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Balonmano | Liga de Campeones

El Atlético de balonmano pierde dos puntos y a otro portero

  • El Veszprem húngaro derrota a los rojiblancos por 26-19 y se afianza como líder
  • Los de Dujshebaev son terceros de su grupo tras el Kiel alemán
  • El Ademar León vence al Partizan (28-23) y se clasifica para octavos

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Josep Gelma Masachs trata de detener al húngaro Gabor Csaszar
Josep Gelma Masachs trata de detener al húngaro Gabor Csaszar

El Atlético de Madrid cerró, como era previsible, con una derrota la fase de grupos de la Liga de Campeones, tras caer por 26-19 ante el Veszprem húngaro, en un encuentro en el que lo peor para los rojiblancos no fue el claro marcador, sino la lesión del portero Adnan Sabanovic.

Los gestos de dolor con los que abandonó la pista el guardameta bosnio hacían temer lo peor para un Sabanovic, que tuvo que abandonar la pista a los veintitrés minutos, al lesionarse la rodilla derecha tras detener dos balones consecutivos al central español del Veszprem, Chema Rodríguez.

El contratiempo obligó al preparador rojiblanco Talant Dujshebaev, que decidió dejar en Madrid por descanso al noruego Magnus Dahl, a situar bajo los palos hasta el final del encuentro al jovencísimo Antonio Díez, de apenas 18 años.

Aunque la derrota del Atlético de Madrid no se debió a esta circunstancia, pues Díez respondió y con nota al reto, evidenciado con sus ocho paradas el prometedor futuro que le aguarda al portero de la selección española juvenil.

La derrota del conjunto madrileño se gestó en la inusual convocatoria de Talant Dujshebaev, que sabedor de que el Atlético ocuparía, ocurriese lo que ocurriese, la tercera plaza del grupo B, decidió conceder descanso a sus principales figuras.

Ni Aginagalde, ni Cañellas, ni Balic, así como tampoco Lazarov, ni el ya mencionado Dahl viajaron a Hungría, donde el Atlético tampoco pudo contar con el lateral francés Xavier Barachet, aquejado de una sobrecarga en el hombro izquierdo.

Las bajas propiciaron un revolucionario equipo en el que apenas el central Álvaro Ferrer, que regresaba a las pistas tras dos meses y medio de baja por lesión, fue de los pocos en ocupar su posición natural.

Inusitadas variaciones que apenas permitieron al Atlético resistir unos minutos el empuje del Veszprem, que a diferencias del cuadro madrileños si se jugaba y mucho, nada menos que el liderato del grupo, en el encuentro.

Esa circunstancia no tardó en trasladarse al marcador, en el que los magiares, entrenados por el técnico español Antonio Carlos Ortega, vencían ya por cinco tantos (8-3) a los rojiblancos apenas superado el ecuador del primer tiempo.

Renta que pareció satisfacer a unos y otros, pues si el Veszprem nunca pareció demasiado empeñado en infligir una severa derrota a su rival, el Atlético tampoco pareció dispuesto a arriesgar lo más mínimo por recortar su diferencia, como demuestra la inactividad del danés Nikolaj Markussen o Roberto García, a los que Dujshebaev dejó todo el duelo en el banquillo.

Diferencia que sólo el empeño del extremo español Cristian Ugalde, máximo anotador del partido con seis tantos, logró disparar en los últimos minutos, hasta alcanzar los siete goles que reflejó el 26-19 final.

Ademar, victoria y espera

Reale Ademar cumplió con lo que se le exigía, lograr la victoria (28-23) ante el Partizán de Belgrado y se benefició del resultado del Hamburgo 35-33 Montpellier para certificar su clasificación para los octavos de final de la Liga de Campeones.

Casi por inercia, sin un juego excesivamente fluido, Ademar empezó a tomar la delantera en el marcador hasta que su rival, limitado en cuanto a calidad, pero voluntarioso, logró un parcial de 0-3 (minuto 8) que volteó el marcador obligando al técnico local Manolo Cadenas a solicitar un tiempo muerto.

Sus jugadores reaccionaron con algo más de intensidad defensiva, amparados una vez más en sus habituales armas desequilibrantes, Malumbres en la portería y un Ruesga, único recurso ofensivo ante la falta de ideas ante el 5-1 serbio.

El guardameta local continuó su particular recital en la segunda mitad, lo que permitía que, con el mismo ritmo cansino y sin demasiada intensidad, las diferencias siguieran siendo leonesas, pero sin ser capaces de romper definitivamente el partido.

Ni tan siquiera con la máxima renta (20-15, minuto 45) fueron capaces los ademaristas de poner tierra de por medio porque el Partizán no le perdía la cara al encuentro y empezaban a creer en la sorpresa, algo muy peligroso a esas alturas del choque (21-19).

Para entonces los lanzadores balcánicos ya habían afinado su puntería y se mantenían cerca de un Ademar que vivía de las penas máximas transformadas por el bosnio Faruk Vrazalic, que compensó los primeros errores del inicio de otros compañeros.

Un tanto, rizando el rizo de Ruesga, lanzando con la mano izquierda -es diestro-, la décima diana del campeón del mundo, dejaba la renta en un ya inalcanzable (26-21), que daba paso a la ola en las gradas del palacio para celebrar la victoria.