Domingos a las 10.00 h.
Muy buenos días y muchas gracias.
de poder compartir otra mañana así.
Sí, o sea, yo, el punto de partida, fíjate que es,
como ya has introducido,
no solo las personas que viven en soledad,
sino la parte de soledad que hay en todas las vidas.
Que probablemente, bueno, unas veces tiene más que ver
con la manera en la que vives y en la que organizas tus relaciones,
pero otra tiene que ver con vivencias más personales
que es curioso cómo se van dando en todas las historias,
con independencia de circunstancias, datos demográficos...
Es decir, ¿quién no se ha sentido solo alguna vez?
Sí, sin duda. Ahí es donde digo que hay una parte subjetiva
y hasta paradójica.
Soledad no es simplemente un cupo de relaciones,
sino que es una vivencia que tiene mucho más que ver
con cómo uno procesa desde el afecto hasta los encuentros,
hasta el sentido de lo que haces y por qué lo haces.
Y efectivamente, hay mucha gente que elige estar sola
sin que eso le implique un sentimiento negativo,
y mucha gente que, estando todo el tiempo rodeada
y sin tener tiempo para sí, justo ahí es donde siente más soledad.
Sí, y es que es real. Es decir, yo creo que vivimos en un mundo
donde la tendencia al conformismo o la conformidad,
en los grupos en los que estés, y da igual si hablamos de deporte,
de política, de cultura, de religión, de Iglesia,
la conformidad, el no salirse de la norma
y estar más o menos con todo identificable
es una tensión y a veces una tentación.
"Si es que es más cómodo, ¿para qué quiero yo líos?",
pero la realidad es que muchas veces anda que no nos toca
como remar contracorriente y sentir como que vas...
"¿No hay nadie más ahí?", y esa experiencia es real.
Y, por otra parte, es curioso porque la verdad
es que lo bonito es descubrir que somos únicos
y lo peor es gregarismo mal llevado, desde mi punto de vista,
o sea, que en ese sentido, mejor ir contracorriente con sentido
que dejarse llevar si no sabes a dónde vas.
(RÍE) Sí.
Sí.
O sea, yo creo que las redes sociales, en general,
tienen muchos valores y muchas posibilidades,
y como una herramienta y un medio posibilita muchas cosas,
pero también hay que aprender a leerlas
y a no dejarse entrampar en las dinámicas que pueden tener.
Y, por ejemplo, yo suelo decir que las redes sociales
tienen mucho de escaparate, no hay que creer que la realidad
es solo la realidad que aparece en las redes sociales.
Tal vez sea una parte, pero es una parte muy mínima.
De hecho, es la parte, probablemente, más de fachada.
Y claro, el mundo es mucho más que las fachadas.
Hay trastiendas en todas las vidas. Yo muchas veces digo:
"Todo el mundo sale fenomenal en Instagram".
Ya, porque ha desechado 19 fotos antes.
O sea, nadie tiene michelines, claro, porque tienes la oportunidad
de decir: "Venga, esta no, esta no, esta no, esta sí".
"Oye, que bien está todo el mundo". No, mira, es que...
O sea, puestos a mostrar, todos elegimos mostrar
la parte menos vulnerable de la vida y además, creo que es hasta legítimo,
o sea que no vamos a convertir las redes
en un lugar de hiperexposición de intimidades,
pero lo que no tenemos que hacer es confundirnos
y creer que eso es todo.
O sea que todo el mundo tiene sus batallas, sus heridas,
sus lágrimas, que no aparecen ahí.
(RÍE) Sí, pero esto nos daría para muchas horas de conversación.
No, sobre todo, ¿sabes lo que pasa?
De lo que me he ido dando cuenta con los años,
hubo una época que también pensaba "La soledad del célibe es tremenda".
Y la vivo y a veces te muerde.
Hay veces que estás muy convencido de las cosas y estás entusiasmado
y todo pero hay otros momentos en los cuales, digo,
por mucho entusiasmo y mucha convicción,
también pesan las ausencias, pesan los caminos que no has elegido,
pesa la falta de una intimidad que no vives, todo eso.
Yo hubo una época en la que pensaba como que...
"Bueno, esto es muy propio de mi vida".
Es lo que yo, sobre todo en estos años,
llevo 15 años como sacerdote, acompañando muchas veces a gente,
en procesos, claro, de lo que me he ido dando cuenta,
o sea, cada vida tiene sus dosis de soledad y a veces...
Son incomparables, pero no puedes decir "este más que otra"
o "esta es...". ¿Por qué? Porque, por ejemplo, yo pienso,
y a veces me ha tocado acompañar procesos de parejas
que están atravesando una crisis difícil
y donde la incomunicación se vuelve el pan de cada día
y a veces acostarte al lado de la persona
de la que te sientes a años luz y de la que cuesta hasta hablar
es tremendo. O a veces en familias,
cuando se instala la incomunicación entre padres e hijos,
las inseguridades, los miedos,
el que no hay un espacio para hablar como uno querría... Bueno.
Entonces, cada vida tiene lo suyo,
la de los consagrados también es real.
Como todo.
Tenemos cosas, vivencias, experiencias,
que probablemente son parte de nuestra vida
y la enriquecen muchísimo,
la vida de comunidad en el caso de los religiosos,
la manera de estar vinculado y volcado
a la vida de las personas con las que trabajamos,
en cualquier compromiso pastoral, religiosos, sacerdotes, consagrados.
La experiencia profunda de fe y de la consagración a Dios,
lo que implica también de sentir
que ahí es donde pones una centralidad grande.
Y también los momentos, yo creo que hay que aceptar,
y es que en todas las vidas las elecciones implican renuncias.
Y yo creo que no hay que confundirse pensando "Las renuncias no cuestan".
No, sí que cuestan, y en momentos de la vida cuestan.
Y no es que diga: "Estoy tan convencido
que nunca, nunca, echo de menos nada".
No. Bueno, yo, por lo menos, no es mi experiencia,
y creo que estoy bastante convencido de lo que hago,
pero eso no quita que a veces te pesa
el echar de menos otras cosas.
Sí.
Bueno, dos cosas distintas. O sea, yo hay un momento en el que hablo
de que hoy en día hay una soledad del creyente
en un mundo donde la fe ya no es lo que se lleva,
esta no es una sociedad sociológicamente creyente,
y, sobre todo, para la gente joven, son contextos donde casi, casi,
tienes que justificar el creer. Y en ese sentido,
hay una parte en la que uno dice "cuesta",
e incluso, desde la fe ya más profunda
a veces hay una soledad de: "¿Y dónde está Dios?
Pero ¿dónde está? Es que no lo veo muy claro".
Lo que pasa es que la otra parte,
yo creo que hay en el libro dedico una parte grande a ello,
es el decir "En el Evangelio hay mucha música
para bailar con la soledad". Es de ahí de donde viene el título.
Hay muchas historias de soledad en el Evangelio,
que aunque no aparezca la palabra, están reflejando
dinámicas muy profundas de la vida, la soledad del fracaso,
la de la exclusión, la del amor no correspondido,
la del silencio de Dios... Y tantas otras. Y tantas otras.
Entonces, al mismo tiempo, como que se ofrecen
muchas respuestas tremendamente humanas,
vidas que, lejos de venirse abajo y quedar sepultadas
bajo el peso de esa losa de soledad, al revés,
encuentran yo creo que en la fe y en el encuentro con el otro
y en el encuentro, yo creo, con la propia dignidad de las personas,
el decir "Si aquí había música y me permite moverme
de una manera diferente".
Entonces, la soledad, lejos de convertirse, como digo,
en algo que te aplasta, se convierte en una compañera de camino
y a veces, creo que en el fondo,
precisamente la soledad
es lo que te permite disfrutar de los encuentros
porque no toda la vida es encuentro, pero los encuentros lo son
precisamente en la perspectiva de que a veces luego
tienes que tomar distancia,
que tú puedes abrazar a otros, pero no poseerlos,
que tú puedes vincularte a otros, pero en ningún caso puedes exigir
una totalidad, es otro.
Entonces, en el Evangelio encontramos mucho de eso.
Yo creo que es una. Desde luego, para mí,
es una compañera de baile muy clara.
Creo que hay muchas.
Y supongo que entrar en mejores y peores...
Entiendo, por ejemplo, para el creyente, sin duda,
una fe vivida en profundidad tiene que ayudar a esto.
Creo que para el no creyente, probablemente encontrará en el mundo,
en las relaciones, en la humanidad, en el ser humano,
en la antropología, en muchas cosas, claves que, en el fondo,
yo puedo decir que esto tiene que ver con la fe,
o sea, esto evidentemente..., pero a lo mejor no les pone
el mismo nombre, pero, en el fondo...
Lo que suelo decir es que hay cuatro encuentros en la vida:
uno es el encuentro con uno mismo, que es necesario;
está el encuentro con los otros cercanos,
que todos tenemos en nuestras vidas;
está el encuentro con el mundo del que somos parte
y al que llegamos muchas veces lejos;
y ahí la fe da unas claves,
el que no es creyente tendrá que tener otras, pero ahí están;
y luego, el cuarto es el encuentro con Dios,
que a veces es pregunta, es búsqueda,
a veces es descubrimiento y experiencia de verdad de fe.
Y en esos cuatro encuentros se nos van muchas veces
la vida y la historia. Pues entre soledades y encuentros,
pero cuando están, esos marcan todo el camino que vamos haciendo.
Sí, sí, me gusta mucho utilizar imágenes,
e imágenes muchas veces tomadas de la vida real
y tomadas yo creo del mundo contemporáneo.
La imagen de las cicatrices ahí la utilizo en un momento,
contando una historia de la actriz Silvia Abascal,
que a mí me impresionó mucho, pero es, en el fondo,
por decirlo así breve,
pero creo que todos llegamos al final de la vida con cicatrices.
Y no al final, sino vamos creciendo y vamos teniendo cicatrices.
A veces son visibles y otras veces son por dentro.
Creo que soledad es...
Digo, que la música para bailar con la soledad
pasa a veces por tener la confianza suficiente
como para dejar que otros acaricien nuestras cicatrices.
Porque a veces, sino uno también puede tener
un cierto complejo de salvador y de héroe
e ir por ahí acariciando cicatrices ajenas,
que también es importante en la vida, pero yo creo que es muy importante
de vez en cuando mostrarnos vulnerables.
Claro, no podemos, a lo mejor, ir hiperexpuestos,
pero sí en el fondo hay una pregunta, y es: ¿a quién le dejo cuidar de mí?
Por ahí va.
Y la segunda, la imagen de las fronteras
porque ahora que las fronteras en nuestro mundo
están tan identificadas como un lugar de exclusión,
o sea, la frontera es el lugar donde acaba lo propio y empieza lo ajeno
y generalmente se mira con sospecha, y ya sean geográficas,
políticas, culturales, ideológicas,
como que se va convirtiendo más en trincheras, ¿verdad?
"Yo aquí, tú allí y a ver, no nos hagamos daño".
Y yo creo que al revés, que la frontera debería ser,
podría ser, y creo que además así tradicionalmente lo ha sido
muchas veces en la historia, la frontera es el lugar de encuentro,
donde acaba una cosa y empieza otra distinta,
pero ahí, justo en la frontera, es donde la riqueza del encuentro.
Y muchas veces a mí me gusta decir que la primera frontera
somos cada uno de nosotros.
Por eso, donde acaba uno, empieza el otro.
Y ahí es donde pueden darse los encuentros.
Yo creo que sí.
Yo creo que sí. Mira, esa es la idea.
Muchas veces, parece que cuando hablamos de soledad,
inmediatamente es como algo malo, incluso, algo vergonzoso,
y que alguien diga: "Me siento solo, me siento sola",
es como certificar un fracaso, o parece que tiene que ser algo
que dices: "No, esto a mí no me pasa, esto es para la gente ya muy mayor,
que está sola o...". No, en realidad, no.
Yo creo que una parte de todas las vidas
que tiene ese punto de soledad.
Hay una parte que es buscada, y en ese sentido, no hay problema
porque la música ya la pones tú,
pero cuando hay esa otra soledad difícil,
esa que cuando uno dice: "Me siento solo",
en el fondo, lo que dice por debajo es: "Y no quisiera sentirme así".
Para esa también hay música.
Y es una música que nace muchas veces de eso, yo creo que de...
De abrirse uno mismo, de abrirse a los otros.
Yo, la experiencia que estoy teniendo con este libro...
Sí, la acogida ha sido muy buena.
En un mes, la verdad es que ha salido mucho,
pero el eco es este, mucha gente dice:
"Es que me reconozco tanto en esto, me reconozco tantísimo...".
¿Por qué? Incluso gente que no pensaba reconocerse ahí,
que pensaba que esto era un tema de otros. ¿Por qué?
Porque en el fondo es la vida.
Es la vida. No toda la vida es soledad, afortunadamente,
pero parte de la vida también lo es.
Y sin drama ni cargarla tampoco de sentido peyorativo,
es también lugar de avanzar y de encontrarse.
Siempre hay ideas.
Muchísimas gracias a ti y a todo el programa.
Nace por voluntad de Cáritas Diocesana,
la Archicofradía de la Virgen y los seguidores de la virgen.
Acoger, acompañar y atender a estas personas.
También tenemos un segundo objetivo muy importante,
que es sensibilizar con nuestras actuaciones
y la dinamización de proyectos a la sociedad valenciana
en temas de salud mental.
Articulamos un proyecto, que es el programa
de atención y sensibilización comunitaria,
que una educadora, con voluntarios, se acerca a personas
de las localidades en las que están nuestras viviendas
y hace un poco las labores de acompañamiento,
el amigo que viene a su casa cuando normalmente estas personas
no tenían ese tipo de acompañamientos.
Yo entré en MAIDES hace un año.
Entonces, yo antes de entrar tenía una serie de problemas.
Por ejemplo, tener problemas en el banco,
tener problemas con mi pareja, tener problemas con mi familia...
O sea, un conjunto de problemas que se me habían amontonado
y no podía como... Salvarlo.
Entonces, cuando llegué a MAIDES, a partir de un psicólogo,
o sea, un asistente social,
llegué allí y comenté ese problema que tenía
y me lo han ido resolviendo poco a poco.
Y luego, con el tiempo, he ido mejorando
el llevarme bien con mi familia, el llevarme bien con mi hija,
el llevar bien el tema de la hipoteca y, de momento,
hasta ahora estoy bien, no hay ningún problema.
-Mis padres fallecieron hace unos 10 años,
me quedé solo, y al estar solo, el psiquiatra decidió
llevarme a una vivienda tutelada para que no estuviera solo,
donde estoy aprendiendo las labores del hogar,
cocinar, limpiar, lavar, soy más independiente,
hago deporte, que antes no hacía,
he dejado conductas adictivas de tóxicos,
que tenía antes muchos problemas con este tema,
llevo sin consumir hace cuatro años y estoy muy bien.
-Para mí es como una segunda familia MAIDES.
Se portan todos muy bien conmigo y yo intento corresponder también.
-En estado de salud he mejorado muchísimo,
me han proporcionado una psicóloga y una psiquiatra muy buena,
en nivel de autonomía yo creo que he mejorado bastante
porque yo era una persona muy dependiente emocional de mi madre,
ahora soy, pero no tanto.
Han mejorado mis circunstancias porque de la otra forma,
yo creo que hubiera empeorado porque yo llegué muy empastillada,
muchas pastillas. Gracias a Eva y a todo el conjunto
he mejorado muchísimo porque yo era una persona
que es que la mitad ni me acuerdo, de tal empastillamiento que llevaba.
Ahora estoy limpiando coches en la misma Universidad de Valencia,
que fomentó ganas de tener trabajo,
actitud positiva,
los fines de semana me reúno con quien yo quiero,
estoy visitando a la familia, la cual forma parte
del programa Principios de MAIDES.
Muy bien. Me ha ayudado encontrar trabajo.
Sí, me ha ayudado encontrar trabajo y a ser más abierto
y relacionarme con todo tipo de personas.
-Está la enfermedad, pero soy y sigo siendo una persona
y puedo recuperar todo aquello me hace ser persona,
es decir, integrarme en la sociedad, tener un trabajo,
tener una pareja, tener unos estudios,
y hacer mi vida de forma autónoma.
Eso es lo que se busca dentro de las viviendas tuteladas.
Es muy variado lo que hago. En fin, es acompañarlos,
es escucharlos muchas veces, sobre todo.
Es una función, pues esa.
Ir a los sitios, al banco, al médico, a muchos sitios.
Me ha llenado. Tenía ahí...
Una duda, ¿qué iba a ser de mí a partir de dejar de trabajar?,
pero ahora mismo me encuentro muy satisfecho
de estar en la fundación. Mucho.
-Los pilares fundamentales en los que se apoya la fundación MAIDES,
son la Archicofradía de la Virgen,
y la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas.
Son las dos fuentes de financiación que nosotros trabajamos.
Para nosotros es fundamental el tema del voluntariado
porque si no, no podríamos llegar a todo.
Y al fin y al cabo, al tratarse de una fundación tan grande
con pocos recursos,
con unos trabajadores que llegan hasta donde llegan
y se dejan todo para poder atender a todo el mundo,
pues el voluntariado nos hace mucha falta
para, sobre todo, temas de acompañamiento.
Según diferentes estudios, tres millones de personas en nuestro país se sienten solos. ¿Que es la soledad? ¿Hay diferentes tipos? ¿Cómo afrontarla? Hablamos con José María Rodríguez Olaizola, autor del libro "Bailar con la soledad".