Empezamos con la sentimental Danza Eslava nº2 por Vengerov, para situarnos y revelar que Dvorak no era un súbdito sumiso del Imperio Austro-Húngaro: él era ¡¡bohemio!!, muy checo.. hasta el frenesí: final de su Octava Sinfonía. Dvorak hacía acordes poco sobrios para un compositor del mundo germano (DoM-Mim y esas cosas): Danza Eslava nº4. Pero era un muchacho de pueblo que veía pasar los trenes: Sinfonía nº1, "Las campanas de Zlonice", que tiene tren. Cuando conoce a Josefina Cermakova compone las Canciones opus 82, entre ellas "Déjame sola", que usará en el Concierto para Violonchelo cuando reciba la noticia de su muerte. Luego se casará con su hermana Anna. La fama de Dvorak no arrancaba de joven: Cuarteto nº5. Hasta que interviene ¡¡el gran Johannes Brahms!! y le dan una estupenda beca. Tiempo de alegrías: Sinfonía nº5 (Finale). Tiempo de tragedias: la muerte casi seguida de tres de sus hijos en 1877: el "Eja Mater" de su Stabat Mater, con esos pasos fúnebres. Dvorak aumenta su familia y su felicidad, y se centra en el carácter checo, cercano, de su música: Sinfonía 7 (Scherzo, que también tiene tren). Y en América, en 1893, se impregnará de los cantos indios: Quinteto opus 97 (que tiene canciones iroquesas). Dvorak, el músico de la GRATITUD por los montes, los pájaros, las personas, los sonidos... el hombre que dispersaba las tinieblas, como hace la flauta/pájaro del amanecer en su Octava Sinfonía. Acabamos con Art Tatum parafraseando la Humoresca de Dvorak. ¡Inolvidable Dvorak! ¡¡Inyección de fresca vitalidad!!
