Es uno de los nombres indiscutibles de nuestro Siglo de Oro. Decía que había escrito alrededor de mil quinientas obras de teatro. Quizá no fueron tantas, pero se le atribuyen varios centenares de comedias de las que conservamos unas trecientas cincuenta. Lope fue un genio prolífico y apasionado; las mujeres y los versos se mezclan a lo largo de su vida.
Félix Lope de Vega y Carpio nació en Madrid a finales de 1562. Su padre era bordador y tenía buenas relaciones que favorecieron su educación. Estudió en el colegio de los jesuitas y luego en la Universidad de Alcalá, aunque, según conto, la abandonó pronto por un asunto de faldas. Hay dudas sobre sus experiencias militares; sugiere que estuvo en la expedición de la Isla Terceira, en las Azores, y más tarde que participó en la Armada Invencible, pero los estudiosos dicen que no hay que tomar al pie de la letra todo lo que escribió.
Tenía una gran facilidad para los versos y se hubiera dedicado a la poesía si hubiera encontrado un mecenas que le mantuviera, pero terminó dedicándose al teatro que, por entonces, experimentaba un gran auge y le permitió ganar mucho dinero.
Se casó dos veces; la primera por amor, con Isabel de Urbina; y la segunda, parece, por interés, con Juana de Guardo. Las dos esposas murieron de sobreparto, como era habitual en ese tiempo. Pero tan importantes como ellas fueron sus amantes que tendrían una fuerte presencia en su obra: Elena Osorio, a la que por despecho dedicó unos libelos que la condenaron unos años al destierro, Micaela Luján o, en sus últimos años, Marta de Nevares. Tras quedarse viudo, se ordenó sacerdote seguramente más por un interés social que vocacional porque no supuso inconveniente para mantener su vida galante.
Su éxito como creador reside en haber sabido conectar con los gustos del público. Sus ideas sobre el teatro, condensadas en su Arte Nuevo de hacer comedias, le sirvieron para cosechar éxitos tanto en la comedia como en el drama. Sabía hacer reír al público, como demostró en El perro del hortelano o Los locos de Valencia, pero de su pluma salieron también tragedias emblemáticas, como Fuenteovejuna, El castigo sin venganza o El caballero de Olmedo.
Era tan popular que cuando se quería subrayar la excelencia de algo se decía, Es de Lope. No consiguió, sin embargo, su sueño de convertirse en cronista real. Su vida licenciosa debió jugar en contra de sus aspiraciones cortesanas.
Murió a los 72 años, en agosto de 1635, y su entierro, en la Iglesia de San Sebastián de la calle de Atocha, fue multitudinario. El Madrid barroco despidió como se merecía al autor que más le había hecho reír y llorar.
Modesta Cruz recorre la vida y la obra del genio del Siglo de Oro, con la participación de los catedráticos y profesores de Literatura Española Germán Vega, Felipe Pedraza y Gonzalo Pontón. Con su participación y a través de fragmentos destacados de sus obras, descubriremos la personalidad de Lope y los vínculos entre ella y su azarosa vida personal.
