Los musulmanes rohingya son la etnia sin Estado más numerosa de Asia. Equivalen a una cuarta parte de los cerca de cuatro millones de habitantes de la región de Rajine o Arakán, en el oest de Myanmar, antigua Birmania, y aunque llevan siglos viviendo en esa región, el Estado birmano no los reconoce como una más de las 135 etnias nacionales.
En las aldeas de pescadores del sureste de Bangladesh, miles de personas de la etnia rohingya, expulsadas de sus hogares en Myanmar, antigua Birmania, se hacinan desde su llegada a principios del mes de junio cuando se desató la violencia entre los rajines, predominantemente budistas, y los rohingyas, una minoría musulmana con rasgos surasiáticos.
La mayoría de los refugiados traen consigo relatos horribles sobre asesinatos, incendios y violaciones.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, calcula que 80.000 personas se han visto desplazadas por la violencia en Rajine. Hablamos de este asunto con Marisella Daniel que es la representante en España de ACNUR.
Cuando parece que hay lugar para la esperanza y la paz, o al menos es lo que todos esperamos de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y la Guerrilla de las FARC, conviene situar el problema en la dimensión que realmente tiene.
Las consecuencias del conflicto colombiano son fatales para la población civil, pero en especial para las mujeres. Los paramilitares cometen delitos de violencia de género que jamás se penalizan, beneficiándose así de un sistema judicial que deja impune los actos contra las mujeres, con mutilaciones o agresiones sexuales.
